Ruptura Entre Religion Y Fe
Enviado por silvia.nieto • 19 de Agosto de 2013 • 4.238 Palabras (17 Páginas) • 510 Visitas
RUPTURA ENTRE RELIGIÓN Y FE
François Varone
El contenido exacto de esta ruptura entre religión y fe ha de que¬dar establecido mediante un detenido análisis. Pero antes de entrar en él, y para evitar que el lector arranque de un malentendido, conven¬drá aportar aquí algunas precisiones de lenguaje.
La palabra «religión» puede ser tomada en el sentido objetivo del término, y entonces designa el conjunto de textos, ritos, organizacio¬nes sociales y costumbres, mediante las cuales la relación del hombre con Dios adquiere presencia, dimensión celebrativa e irradiación en la vida, en la sociedad y en la historia.
En este sentido objetivo, la fe supone la religión. Seria incurrir en un romanticismo ingenuo y en desconocimiento del hombre y de la sociedad imaginar y querer promover una fe supuestamente pura, desligada de toda encarnación en lo simbólico y en lo social. En este sentido objetivo e institucional de la religión, no hay ruptura; al con¬trario: la institución «religión» es a la fe lo que el cuerpo es al alma. Lo cual implica, ciertamente, torpezas, heridas, contradicciones a ve¬ces, pero no impide que se pertenezcan mutuamente para formar, uno a través del otro, un ser real, presente y activo.
Cuando alguien me invita a tomar una copa, sé que habrá una copa, ¡pero todavía no sé lo que habrá dentro! La institución objetiva «religión» es la copa. Pero ¿cuál es su contenido subjetivo, la personal relación con Dios vivida por tal miembro de esa religión: un agua in¬sípida o un vino fuerte? En el sentido subjetivo, «religión» designa, pues, la relación concreta que el hombre vive con su Dios, el rostro [21] que le atribuye, sean cuales fueren los ritos y textos que utilice; sea cual sea, por lo tanto, la religión objetiva. Cuando se dice de alguien o de algún grupo que es «muy religioso», que es «de una gran reli¬gión», se utiliza el sentido subjetivo: tales afirmaciones son pertinen¬tes tanto para un budista como para un católico. Pues bien, a este ni¬vel subjetivo, personal y concreto es al que afirmamos la existencia de una ruptura radical entre dos actitudes ante Dios, entre dos mane¬ras de percibir a Dios, trátese de la religión (objetiva) de que se trate; y a esas dos actitudes las llamamos «religión» y «fe». «Religión», por¬que es esencialmente una relación con Dios de tal naturaleza que el hombre y la sociedad la producen espontáneamente proyectando so¬bre Dios lo que sucede entre los hombres. «Fe», porque es una expe-riencia de Dios radicalmente transformada por su revelación, acogida por el hombre en una conversión total. En cualquier religión (objeti¬va) se accede a la fe convirtiéndose radicalmente de la religión (subje-tiva).
Un último malentendido que hay que evitar: no se trata de opo¬ner, por un lado, a las grandes religiones humanas como incapaces de conducir hasta la fe y, por otro, a la religión cristiana como definiti¬vamente establecida en la fe. La misma ambigüedad atraviesa a todas las religiones (objetivas), sin exceptuar a la religión cristiana. Todos los elementos constitutivos del cristianismo, el Padre Nuestro, la Cruz, la Eucaristía, la Iglesia, etc., pueden ser vividos y celebrados auténticamente en la fe o, por el contrario, desnaturalizados subrepti¬ciamente por una regresión a la religión (subjetiva).
A lo largo del desarrollo de este libro, cuando se hable de la opo¬sición entre religión y fe, el término «religión» se tomará en su sentido subjetivo.
La religión objetiva, desde el momento en que comenzó a ser ob¬jeto de crítica y de sospecha, dejó de ser una realidad evidente, sólida, automáticamente justa y santa. Cuando se dice «religión», el hombre no tiene ya por qué santiguarse y someterse; ahora es capaz de criti¬car y distinguir entre religión y religión; y esta situación actual nos da unos oídos nuevos para ponernos a la escucha de los viejos profetas que proclamaban ya dicha ruptura.
1. UN PUEBLO ACORRALADO: Miqueas 6, 1-8.
Miqueas: he ahí un nombre perfectamente indicado para signifi¬car la ruptura, la diferencia total entre el Dios que anima al profeta y [22] el que proyecta el hombre en su religiosidad instintiva y espontánea. «Miqueas» evoca la exclamación cultural de Israel creyente: «¿Quién como el Señor?». Siete siglos antes de Cristo, Miqueas encuentra ya la expresión casi definitiva del problema: Pablo no tendrá ya más que concretarla aún y completarla con la referencia explícita a la Resu¬rrección.
Pero leamos el texto bíblico, centrándonos, para mayor claridad, en el diálogo esencial:
3Pueblo mío, ¿qué te he hecho?
¿En qué te he molestado? Respóndeme.
4¿En que te hice subir del país de Egipto,
y de la casa de servidumbre te rescaté,
y mandé delante de ti a Moisés, Aarón y Maria?
5Pueblo mío, recuerda, por favor...
para que conozcas las justicias de Yahvé.
6- ¿Con qué me presentaré yo a Yahvé,
me inclinaré ante el Dios de lo alto?
¿Me presentaré con holocaustos,
con becerros añales?
7¿Aceptará Yahvé miles de carneros,
miríadas de torrentes de aceite?
¿Daré mi primogénito por mi rebeldía,
el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?
8Se te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno,
lo que Yahvé de ti reclama:
tan sólo practicar la equidad,
amar la piedad
y caminar humildemente con tu Dios.
En el v.8 es donde el profeta se alza frente al hombre y su religión totalmente humana, en nombre del Señor y de su revelación que rom¬pe con esa religión humana y abre al creyente un espacio distinto.
La religión: hacerse valer ante Dios
La requisitoria del profeta (vv.3ss.) ha hecho que se dibuje ante el pueblo la figura amenazante del Poder divino. El pueblo tiene mie¬do, su pecado pasado provoca la cólera de Dios y su suerte se ve amenazada: es preciso, pues, tomar una iniciativa religiosa para apla¬car a Dios, compensar el pecado y obtener de nuevo un comportamiento favorable del Poder supremo. [23]
La situación es grave, y la cólera de Dios muy profunda: como en una discusión entre esposos, que de repente se remonta hasta los desposorios, Yahvé evoca la salida de Egipto. La querella de Dios es radical: hay, pues, que pensar en medios adecuados para apaciguar¬lo. Y la puja va subiendo: «¿Con qué me presentaré yo a Yahvé? ¿Con holocaustos, con becerros añales? ¿Con miles de carneros? ¿Daré mi primogénito, el fruto de mis entrañas?», ¿Habrá que llegar hasta ahí para compensar y liquidar el pasado, para aplacar a Dios y obtener de nuevo una reacción
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