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Ser Hijo Cristiano


Enviado por   •  4 de Mayo de 2012  •  2.334 Palabras (10 Páginas)  •  412 Visitas

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Ser un hijo cristiano

Los hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es lo correcto: «Honra a tu padre y madre». Este es el primer mandamiento con promesa: «a fin de que te sobrevenga el bien y estés sobre la tierra por mucho tiempo». (Efesios 6.1-3.)

Tres conceptos me interesan en particular al deslindar con esta cita del apóstol, cuál ha de ser el comportamiento filial cristiano. Me refiero al verbo que hemos traducido aquí «obedeced»; aquel otro verbo traducido «honra»; y el concepto de ejecutar estos verbos «en el Señor».

Obedecer. A veces es un ejercicio interesante el de desarmar las palabras. Este verbo, por ejemplo, en su original griego, está compuesto por una palabra base, precedida por un prefijo. El verbo base, sin el prefijo, significa «oír, escuchar, prestar atención»; mientras que el prefijo indica una posición inferior, o «desde abajo». Teniendo esto en cuenta, podríamos decir, a modo preliminar, que lo que se nos exige como hijos es «escuchar desde abajo», o «prestar atención desde una postura de inferioridad». Es la postura lógica del niño, que oye, escucha, a sus padres con la plena conciencia de que ellos son más grandes. Tiene que levantar la mirada para ver al que le habla: no es un trato entre iguales.

La palabra aparece muchas veces en el Nuevo Testamento. Es el concepto de obedecer, en primer lugar, pero en el sentido de seguir, acatar, estar sujeto y subordinado a alguien. Las personas respecto a quien se habla de esto son Dios, los padres, el marido, y los epíscopos, los que vigilan por el bien de la iglesia. Son personas que merecen que se les preste atención, que se les respete, que haya una disposición por hacer lo que ellos digan, por consideración natural.

También se usa este verbo respecto a conceptos abstractos: Una invitación, la fe, el evangelio, «nuestra palabra», «el servicio de Dios», el amor. Aquí el significado es más bien uno de «aceptar», o hasta de «entregarse de lleno» a estas cosas. Aceptar una invitación, aceptar el evangelio, por ejemplo. O vivir plenamente, en una entrega total, al servicio de Dios o al amor cristiano.

De modo que lo que encierra este mandamiento, «obedeced a vuestros padres», podríamos resumirlo del siguiente modo:

Tomad conciencia de que vuestros padres están en superioridad de condiciones respecto a vosotros. Escuchadles, oídles, prestad atención a sus palabras. No seáis rebeldes, sino aceptad vuestra subordinación a ellos con respeto y consideración. Seguid sus instrucciones; sed obedientes. Aceptad que ellos, y ningún otro, son vuestros padres. No les rechacéis, sino entregaos a ellos (como ellos os aceptaron y se entregaron a vosotros el día que nacisteis). Jugaos el todo por ellos.

(Según quienes sean los padres, toda esta actitud se verterá, en la mayoría de los casos, en una obediencia lisa y llana. Claro, habrá ocasiones, en casos muy extremos, en que habrá que desobedecer por conciencia. Si los padres prohíben leer la Biblia, si prohíben la amistad con cristianos, etc. Pero en la totalidad de las cosas que los padres esperan de sus hijos, esta fracción, que podríamos calificar de «persecución religiosa», por supuesto que siempre será bastante mínima. ¿Cuál ha de ser el comportamiento cristiano en estas situaciones? Salvo la palabra obediencia, seguirá siendo la misma que acabamos de describir: Con sumo respeto, sin actitud de rebeldía, sin negar el principio de sujeción y el reconocimiento de ser un menor ante ellos, sin rechazarles a ellos por rechazar su prohibición, habrá que actuar según manda la conciencia. Al actuar así hemos de aceptar con alegría las consecuencias lógicas de la desobediencia. No hay lugar para la queja ante el castigo, ni para la rebeldía contra nuevas prohibiciones, si éstas no violan esa misma conciencia religiosa. Hemos de mostrarnos mansos, dulces, apacibles, humildes, tristes por tener que desobedecer, sumisos ante el castigo. O sea que la desobediencia en el detalle específico no brota de una actitud desobediente, sino de una lealtad superior, una lealtad a alguien que manda, en fin, la subordinación bajo los padres.)

Honrar. Al usar esta palabra Pablo está citando uno de los Diez Mandamientos deÉxodo 20. El verbo hebreo significa «dar peso, dar honor, gloria». Los que deben recibir este «peso», este honor y gloria son, en las distintas oportunidades en que aparece esta palabra en la Biblia hebrea: Los padres, el rey, Dios… y también Jerusalén, el sábado, el nombre de Yahveh, etc.

¿Qué significa esto de «dar peso»? Sin duda se refiere a darle importancia. Considerar que si se le colocara de un lado de la balanza, y a uno mismo del otro lado, la otra persona pesaría más… valdría más, si estuviésemos hablando de mercancía.

¿Y qué es esto de dar honra y gloria? Bueno, un significado bastante evidente sería el de no hablar mal de ellos a terceros. No hacerles «quedar mal» en lo que decimos acerca de ellos cuando hablamos con nuestros amigos, etc.

Pero hay otro tipo de honra que pueden recibir de sus hijos los padres. Los padres reciben honra cuando por causa de quienes y como son sus hijos, ellos reciben admiración y felicitaciones.

—¿De modo que usted es el padre de Tal? ¡Qué hija ejemplar tiene! ¡Ojalá mis hijos…!

Así reciben honra los padres. Reciben mayor estima de parte de todo el mundo, por causa de lo buenos, lo honrados, que son sus hijos. Nuestro comportamiento cristiano, obediente, lleno del amor de Cristo, trae mucho reconocimiento para nuestros padres. Esto es cierto aun en casos extremos en que los padres realmente no sean dignos de honra: «!Qué mujer repugnante; lo único que tiene de bueno es el hijo!» De hecho, por tu causa, hijo cristiano, tiene ella algo bueno, algo digno de alabar.

En cierta ocasión cuando explicaba esto, alguien me hizo notar que muchas veces el metro con el que el mundo mide si los hijos son dignos de felicitar a los padres, es contrario al comportamiento cristiano: Por ejemplo, la madre que siente que una hija que no derrocha dinero para ponerse «guapa» según la última moda, es una vergüenza para ella. Pero pienso que igual quedan muchas virtudes que hasta el más perdido reconocerá como tales: Ser honrado, honesto, bondadoso; mostrar el fruto del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Dado el mundo que nos rodea hoy, es una honra para cualquier padre que su hijo no esté metido en drogas, que se mantenga en pureza sexual y evite los muchos vicios que abundan en nuestra sociedad.

En el Señor. ¿Qué significa obedecer a nuestros padres «en el Señor»? Creo que se refiere a la importancia de la actitud con que obedecemos. Ya no es bastante obedecer a nuestros padres exteriormente,

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