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Teologia Y Estado


Enviado por   •  22 de Junio de 2014  •  2.022 Palabras (9 Páginas)  •  230 Visitas

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La política como participación responsable

A modo de introducción, decidimos respetar la frase con la que comienza el texto, ya que consideramos que la misma es un anticipo de lo que se abordara a continuación: “La política puede entenderse como el ejercicio del poder, con el consecuente discurso sobre la teoría del estado, pero también como la organización de la vida social del grupo humano. En este segundo sentido, la palabra política abarca una realidad más amplia sin excluir la reflexión sobre el ordenamiento estatal. El primer sentido de política limita el discurso, descuidando la participación responsable de los ciudadanos.”

• Una dimensión de la condición social

En relación a la condición social se puede decir que la organización de la comunidad civil busca establecer el bien común que permite la realización de los individuos y de los grupos dentro del contexto de una sociedad. La política, por lo tanto, constituye una estructura abierta e histórica. Debido a esto es que la configuración de la comunidad política se establece mediante las diferentes formas de organizar y de legitimar la autoridad y el poder político.

La enseñanza social de la iglesia ofrece un conjunto de orientaciones éticas sobre el tema de la autoridad política. Ya que considera que es indispensable una autoridad que dirija la acción de todos hacia el bien común, obrando como una fuerza moral, basada en la libertad y en el sentido de responsabilidad de cada uno. Partiendo de la idea de que tanto la comunidad política como también la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana, perteneciendo al orden previsto por dios. Sin embargo, la autoridad no puede considerarse exenta de sometimiento a otra superior, ya que la autoridad consiste en la facultad de mandar según la recta razón. Su fuerza procede del orden moral, teniendo a dios como primer principio y fin último. Por eso, los gobernantes deberán orientar sus esfuerzos a que el bien común redunde en provecho de todos, sin preferencia alguna, teniendo especial cuidado hacia los ciudadanos más débiles, para defender sus propios derechos y asegurar sus legítimos intereses, teniendo como finalidad el bien común.

Toda la autoridad que los gobernantes poseen proviene de dios, según San Pablo porque “No hay autoridad que no venga de dios”. Sin embargo, que la autoridad provenga de dios no debe inferir en que los ciudadanos no tengan el derecho de elegir a sus gobernantes, establecer la forma de gobierno y determinar los procedimientos y los limites en el ejercicio de la autoridad. No obstante, el paso al campo de la política expresa una exigencia actual del hombre, con una mayor participación en las responsabilidades y en las decisiones, ya que hay que inventar formas de democracia moderna, comprometiéndose en una responsabilidad común. En base a ello, para determinar la estructura política de un país es necesario tener en cuenta la situación actual y las circunstancias de cada pueblo. Esta estructura política debe ofrecer una eficaz garantía al ciudadano, ya sea en el ejercicio de sus derechos, como también en el cumplimiento de sus deberes. Por eso, “es preferible que un poder este equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia, que lo mantengan en su justo limite. Es este el principio del estado de derecho, en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres”.

Para lograr esto, se necesita educación y formación en los verdaderos ideales, asi como también de la subjetividad de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad. Por eso, se considera que el estado, para el cristiano, no es una realidad divina ni sobrenatural; ya que ni el estado ni el poder puede ser concebido como un fin en sí mismo, sino como un servicio a la comunidad política.

El poder político, concebido como un servicio a la comunidad, es necesario en cuanto asume la conflictividad social y proporciona la consolidación de proyectos humanizantes. A su vez, la política, entendida como organización del poder, no puede comprenderse como un orden social de dominación, teniendo su última justificación y consistencia en la voluntad de dios.

Destacamos la siguiente cita, ya que consideramos que la misma tiene un inmenso valor, destacando nuestro derecho como ciudadanos: “La voluntad de dios es hacernos responsables los unos de los otros, es decir, asumir nuestra llamada a ser hermanos los unos con los otros. La organización social del poder debe ser expresión de fraternidad. (…) lo que genera odio no es el reconocimiento de los derechos de los pobres, sino la ceguera frente a las situaciones de dominación y de despojo. Lo que genera violencia no es la solidaridad con el marginado, sino una política que desconoce los derechos de los empobrecidos y sus deberes para con ellos.”

No obstante, agregamos parte del discurso pronunciado por el Papa Juan Pablo II, quien dijo: “Vosotros debéis luchar por la vida, hacer todo lo posible para mejorar las propias condiciones en que vivís; es un deber sagrado, porque ésta es también la voluntad de dios. (…) Darse la mano unos a otros para buscar juntos mejores días; no esperar todo de afuera, sino comenzar a hacer todo lo posible, procurar instruirse para tener más posibilidades de mejorar: estos son algunos pasos importantes en vuestro camino.”

• La participación social

La organización social de la convivencia humana necesita de la participación de los ciudadanos, mediante lo cual se logra el reconocimiento de sus derechos. Sin embargo, la organización social del poder precisa de la libertad, mediante la cual se confrontan los distintos intereses de los grupos sociales, donde cada grupo pueda defender sus legítimos intereses y a la vez velar por el bien común de todos según las distintas y variadas necesidades.

Se considera que el hombre se manifiesta en su participación activa en las responsabilidades y en las decisiones a medida que aumenta su nivel cultural, desarrollando así el sentido de la libertad, advirtiendo que las decisiones de hoy condicionaran su futuro, tal como lo dice en Mater et Magistra, donde Juan XXIII dijo como el acceso a las responsabilidades es una exigencia fundamental de la naturaleza del hombre, siendo un ejercicio concreto de su libertad y un camino para su desarrollo. Sin embargo, se sabe

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