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MARCELA Y SU CASO

Marcela Cifuentes es una joven que durante su proceso de aprehensión de valores, tuvo dificultades para aceptar que el respeto y la consideración con los demás es una condición que permite la buena convivencia. Erróneamente interiorizó que hacer su voluntad es una forma de protestar y que gana el que se impone.

En su periodo de estudio, su rendimiento fue apenas el necesario para pasar las materias impartidas y a pesar de los esfuerzos de sus profesores, por hacerla entender que era necesario bajar su agresividad y el estar a la defensiva, al final cansados desistieron en el intento y se le dejo a la vida y al trabajo, la misión de enseñarle cómo comportarse.

Una vez se ubicó laboralmente y conoció el ambiente en el que se movería, nuevamente se empezaron a presentar dificultades en su comportamiento, permanentemente hacia mala cara, se ponía los audífonos, y parecía ida en sus propios pensamientos, procuraba terminar las pocas labores que se asignaron y el tiempo restante del día lo dedicaba a chatear.

Se le hicieron varios llamados de atención a lo que siempre manifestó que ese cargo no era lo que ella quería hacer, se le propuso que demostrara sus habilidades y deseos de aprender para así tener en consideración la posibilidad de moverla de puesto. Todas estas ofertas le fueron ofrecidas ya que quien la recomendó para el puesto fue un personaje que tenía mucho que ver con los movimientos financieros de la empresa y no se quería tener ningún tipo de inconveniente con él.

Debido a estas dificultades, su remuneración siempre fue baja, y en un acto de venganza hacia su jefa, a quien culpaba por estar en ese puesto y por su salario, encontró la manera de desquitarse. Junto con una amiga que hizo en el espacio laboral, decidieron poner letreros en los baños, los que degradaban comportamientos de su jefa.

Fueron llamados a reflexionar todos los integrantes del departamento, con el ánimo de hacer un proceso de aprendizaje y de cambio de actitud, esperando que quien lo hubiera hecho, tuviera la oportunidad de reconocer su error y continuar; esto no tuvo ningún resultado. Posteriormente fueron interrogados y cuando Marcela tuvo su turno, como siempre, adopto una posición de inconformidad, de apatía e indiferencia ante el suceso, manifestó no tener nada que decir.

Una vez fueron interrogados todos los integrantes de la oficina, fueron convocados a una reunión todos los empleados y empleadas de la empresa. En ese espacio, se habló de los letreros en los baños, del proceso de reflexión y del interrogatorio, se habló también de no haber alcanzado ningún resultado y dado que la convivencia sana es una fundamento de esta empresa y los incentivos una compensación a quienes hacen parte de ella para su progreso, se veían en la necesidad de dar el siguiente paso.

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