Duplícame
Enviado por Catherineporley • 7 de Agosto de 2011 • 3.107 Palabras (13 Páginas) • 362 Visitas
Duplícame
por Owen S. Wangensteen
Who shot the arrow? How high did it fly?
When He tipped it with poison, did He even know why?
The Waterboys. A Pagan Place
Invita la casa
Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Al menos, eso es lo que dijo Aristóteles y lo que nos siguen enseñando en la escuela. Sin embargo, a lo largo de la segunda mitad de este siglo que nos ha tocado vivir, nuestros conceptos tradicionales de vida y de vivo han tenido que ser, cuanto menos, cuestionados. Para empezar, salta a la vista que no todos los seres vivos se reproducen o tienen capacidad potencial para ello. Hay que ser muy estúpido para afirmar que un animal estéril no está vivo. Tampoco se puede afirmar rotundamente que todos los seres vivos crezcan a lo largo de su existencia, hasta el punto de considerar el crecimiento como signo inequívoco de vida. Además, también los cristales crecen, y no se puede decir que estén vivos. Parece claro, sin embargo, que todos los seres vivos han de nacer y también han de morir. ¿O no?
Los seres humanos tenemos muy asumido que hemos de morir algún día. Al menos, hasta ahora no se ha documentado ningún caso de ser humano que no haya muerto ya o no esté en vías de lograrlo. Hasta tal punto invade la muerte nuestra existencia que tendemos a considerarla como un precio ineludible que tienen que pagar todos los seres vivos por disfrutar de esta condición. Al final, el camarero siempre te trae la cuenta y solemos creer que nadie se libra de pagarla.
Pero no es cierto. Existen seres que están muy vivos y que no tienen por qué pasar por caja. Una bacteria, por ejemplo, puede resistir miles de millones de años, siempre que tenga a mano algo de comida que llevarse al periplasma. Lo que es más, cuando no lo hay, muchas bacterias pueden enquistarse en una forma de vida latente denominada espora, que puede aguantar otros cuantos miles de años, esperando la llegada de tiempos mejores, hasta volver a disfrutar de lo que sea que disfrute una bacteria.
Pero las bacterias no son más que seres minúsculos e insignificantes, dirá el lector. Eso no pasa con los seres vivos decentes. Ellos sí que tienen que morir. Bastantes investigadores están de acuerdo en que cuando los seres vivos decidieron adoptar el sexo como forma de reproducción, tuvieron que pagar el precio de tener que morir. Incluso aunque los descendientes del ser vivo hayan retornado a un estado de reproducción asexual. Si hay o hubo sexo, también habrá muerte, o eso es lo que parece en la mayoría de los seres vivos que el humano egocéntrico denomina "superiores", sólo porque se engloban en la misma categoría que él.
Bien, pues incluso algunos de estos seres "superiores" se libran de la muerte. El caso mas flagrante son las esponjas. Un Phylum entero de animales que no envejecen ni mueren. Corta cualquier trocito de esponja con un cuchillo, colócalo en una piedra y ¡tachán!, ahí tienes un ser vivo inmortal. El trozo de esponja seguirá creciendo y creciendo y nunca morirá, mientras no sea inducido a ello por fuerzas externas. En sus genes no están escritas las instrucciones de la autodestrucción. Otro convidado de la vida es un inclasificable ser conocido como moho mucoso (Dictyostelium discoideum), que está muy lejos de ser sencillo. La mayor parte del tiempo, el moho mucoso es unicelular. No es más que una colonia de células ameboides que viven separadas y tranquilas en el suelo del bosque, devorando las bacterias que encuentran a su paso. Cuando escasea la comida, viene lo bueno. Una ameba lanza un mensaje de angustia (bueno, en realidad es sólo un poco de AMP cíclico), que hace que todas las amebas a su alrededor se apiñen en un único ser que cualquiera podría calificar de "animal" (según parece, Dictyostelium es verdaderamente un hongo, aunque algunos lo clasifican en otro reino distinto, siempre dentro del dominio Eucariotas, por supuesto). Se trata de una "masa devoradora" de pequeño tamaño que se arrastra por el bosque. No es un mero amasijo de células, cuando se agregan, las distintas amebas (que individualmente son completamente idénticas) se distribuyen en tejidos diferenciados: se crea un interior y una cubierta viscosa, ¡un verdadero organismo multicelular cuyas células pueden morir y reproducirse, como las de nuestros propios cuerpos!. El moho mucoso se arrastrará por el bosque hasta que encuentre una zona rica en agua y comida. Entonces, las amebas abandonarán el barco y volverán a su vida individual. Aunque algunas células individuales pueden morir (como las de nuestra piel, por ejemplo), el organismo completo nunca morirá. Puesto que todas las células de una zona del bosque poseen la misma dotación genética, se puede decir que todo el conjunto constituye un único organismo. Da igual que sus células estén a veces separadas y a veces juntas. ¡Cada cuál vive como puede!
Fig. 1. El moho mucoso, Dictyostelium discoideum, saliendo a tomar un poco el aire. (De K. Esser, Cryptogams, Cambridge Univ. Press. 1982).
Los superiores también
¿Pero qué ejemplos son estos? Un puñado de amebas que no se deciden a ser multicelulares y unas esponjas que no son más que meras colonias de células casi indiferenciadas. No son el concepto adecuado de organismo, dirá el lector. Los organismos superiores poseen un cuerpo bien formado, con multitud de tejidos diferenciados que forman órganos distinguibles. Tienen patas y se mueven. Un vertebrado o un insecto sí son verdaderos organismos. ¡Esos seguro que mueren!
Existen unos pequeños animales muy relacionados con los artrópodos. Se denominan tardígrados u osos de agua, aunque la denominación "perezosos de agua" me parecería más adecuada. Se pueden considerar quizás primos lejanos de los insectos o anélidos con un exceso de evolución. En cualquier caso, están bien formados. ¡Nadie pondría en duda que son organismos superiores! Posiblemente más que nosotros. El que piense que el mundo está dominado por los vertebrados, que se agache y cuente los escarabajos. Los artrópodos nos superan en número de individuos, en número de especies, en permanencia evolutiva y en adaptaciones ecológicas; cuando desaparezcamos dentro de un par de millones de años (por ser optimista), las cucarachas desenterrarán nuestros fósiles. En cualquier caso, un tardígrado lleva una vida apacible en su hábitat acuático. Algunos viven en el mar o en agua dulce, pero la mayoría de ellos habita, por ejemplo, en la capa de humedad que recubre las hojas de los vegetales. En una hoja de helecho puede haber cientos de millones de ellos. Son tan ligeros que han de poseer uñas para anclarse a la superficie y evitar que el más mínimo soplo de aire los envíe a colonizar el Mundo. Las
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