Perdido en la traducción
Enviado por markorn • 5 de Febrero de 2014 • Ensayo • 816 Palabras (4 Páginas) • 264 Visitas
Las dificultades con que tropieza el traductor en muy raras ocasiones son suscitadas por
los pasajes o las palabras que, por sí mismos, por su complejidad o su carácter ambiguo,
constituirían un problema para el autor. Por el contrario, lo que la mayoría de las veces
hace dudar al traductor es aquello que para el autor resulta obvio pues se impone a él
como una evidencia enraizada tanto en su lengua materna como en la base de su pensamiento.
La distancia entre las dos lenguas, el encuentro con una dificultad de traducción
—operación que siempre supone una pérdida— contribuye a poner de manifiesto la presencia
de un punto sensible y señala una zona particularmente investida, cargada de sentido
dentro del universo personal del autor.
En nuestro caso, la dificultad aparece ya en el título: la palabra "juego" no es, sin duda alguna,
el equivalente de playing. En primer lugar porque el francés no dispone, a diferencia
del inglés, de dos términos para designar los juegos que comportan unas reglas determinadas
y aquellos que no las comportan; tanto si nos referimos al adulto comprometido en
un partido de fútbol o de go o al niño que infunde un movimiento a su sonajero o parlotea
con su osito de felpa, hablamos indistintamente de juegos. Y quizás no estemos del todo
equivocados, pues la ausencia de reglas explícitas y reconocidas no implica obligatoriamente
la ausencia de toda regla, por más que ésta escape a menudo a la atención del observador
o incluso del mismo jugador. El hecho de que un niño dé la impresión de estar
haciendo "cualquier cosa" no nos autoriza a concluir que se esté entregando a una "pura
actividad lúdica" y que no esté precisamente constituyendo una regla por medio de su juego.
El famoso juego de la bobina que Freud percibió en una ocasión y más tarde interpretó,
constituye una prueba sorprendente de ello. Ahora bien, de haber sido testigos del hecho,
cuántos observadores ni siquiera habrían reparado en la más mínima secuencia.
Esto no quiere decir, sin embargo, que el autor de este libro, inglés, e incluso diría muy inglés
(lo cual es menos frecuente de lo que uno pudiera creer entre los psicoanalistas de
las islas Británicas), no considere esencial la distinción entre el juego estrictamente definido
por las reglas que ordenan su curso (game) y aquel que se desarrolla libremente
(play). Basta pensar en la emoción, próxima al pánico, que nos asalta, tanto a niños como
a adultos, cuando esas reglas son ignoradas —no tanto transgredidas como dejadas a un
lado; no tanto "haces trampa" como el "así no se juega"— para que, junto con el autor,
descubramos efectivamente en
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