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Enviado por   •  20 de Marzo de 2014  •  2.309 Palabras (10 Páginas)  •  247 Visitas

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uijnyrenrern e 1. Las provocadoras tesis del filósofo australiano Peter Singer sobre el dere­cho a la vida han alcanzado en años recientes un eco considerable. Según este autor, no todos los seres humanos son personas ni, por tanto, acreedores al res­peto que sólo las personas merecen. El argumento de Singer es simple. Si por persona se entiende un ser capaz de racionalidad y autoconciencia, entonces no se debe considerar personas a los miembros de la especie humana que no exhi­ban esas características, por ejemplo a los recién nacidos o a los deficientes pro­fundos, por no hablar de los fetos y embriones humanos. De esta reducción de la categoría de persona se siguen consecuencias tales como la licitud, en ciertas condiciones, no ya del aborto, sino también de la eugenesia e incluso del infan­ticidio. (Cf. P.Singer, Practical Ethics, Cambridge, 1979) El horror que suscitan semejantes propuestas no debe llamarnos a engaño: no estamos ante una ocu­rrencia de mal gusto o una improvisación dictada por el deseo de atraer la aten­ción, sino ante un verdadero desafío teórico. A la base de las propuestas de Singer late una larga tradición de pensamiento anglosajón que se remonta a Locke y cuyo último gran exponente debe considerarse el influyente libro de Derek Parfit Reasons and Persons (Oxford, 1984). El que el conocido filósofo del dere­cho alemán Norbert Hörster haya hecho suyas muchas de las tesis de Singer de­be considerarse un nuevo síntoma que confirma este diagnóstico preocupante.

Frente a estos pensadores, el autor del libro que presentamos sostiene que todos los hombres son personas y, por tanto, titulares de los derechos inaliena­bles que tal condición trae aparejados. Es cierto que ésta es la postura que adoptaría, de una manera intuitiva, la mayoría de nosotros, y que este hecho ha­bla a favor de Spaemann, toda vez que el sentir común suele ser una excelente guía en ética. Sin embargo, no podemos contentarnos aquí con esta convicción intuitiva. Seamos francos: si la definición de la persona de la que parte Singer es acertada, sus conclusiones son incontestables. De ahí que la cabal recusación de esta postura pase por el examen de sus presupuestos teóricos y por la propues­ta de una concepción alternativa de la persona.

Justamente a esta doble tarea está dedicado el libro que presentamos. Como en obras suyas anteriores, Spaemann combina en ésta sabiamente la exposición histórica con el análisis sistemático. Este modo de proceder resulta especialmen­te oportuno en vista de que también la concepción clásica de la persona defen­dida por el autor tiene importantes antecedentes en la historia de la filosofía y la teología occidental. Por otra parte, en este nuevo libro reaparecen y se prolon­gan algunos de los temas favoritos de Spaemann, tales su aguda crítica de la modernidad o la reivindicación de la teleología natural. Pero sobre todo da un importante paso adelante en la construcción de la metafísica (de la persona) sin la que, según ha declarado repetidamente, no cabe una ética.

2. Una de las tesis principales de Spaemann es que el derrocamiento de la concepción clásica de la persona y su posterior sustitución por la concepción lockeana sólo fue posible gracias al abandono por parte de la filosofía moderna de un concepto ontológico decisivo: el concepto de vida. Para la tradición me­dieval que se había esforzado por articular filosóficamente el novedoso concep­to cristiano de persona, la tríada "pensamiento-vida-ser" designaba un continuo en el que el concepto fundamental y mediador era el de vida: la conciencia es vida plena, vida vuelta sobre sí misma; el ser, la sustancia, se concibe a seme­janza de nuestro propio ser, que no es otra cosa que nuestro vivir (vivere viventibus est esse), este principio tomado del De anima será citado repetidamente por Spaemann). Para Descartes, en cambio, la vida no es una idea clara y distinta, y ha de abandonarse en beneficio del ideal de certeza absoluta. Desahuciado este concepto mediador, la res cogitans y la res extensa quedan enfrentadas como magnitudes inconmensurables. La identidad personal ya no podrá entenderse en función de la continuidad del hombre como ser vivo, sino como integración de los estados de conciencia.

Con Locke asistimos a una nueva variación sobre el tema de la destrucción del concepto de vida, acompañada esta vez de la construcción de un concepto de persona en la que se extraen las consecuencias de aquel paso. Condicionado a la vez por el abandono del concepto de potencia (que es solidario del sustancialismo aristotélico) y por la primacía que la filosofía empirista concede a los datos atómicos de la sensibilidad, Locke entenderá el movimiento como lo hace el cálculo infinitesimal: descomponiéndolo en una infinidad de estados discre­tos. Como se ha observado a menudo, este tratamiento comporta la renuncia a pensar el movimiento en tanto que tal, pues lo reduce a una sucesión de quie­tudes. Como por otra parte la vida es precisamente movimiento, la postura de Locke conduce en línea recta al abandono del concepto de vida. En el marco de esta filosofía no cabrá hablar de seres vivos, sino a lo sumo de estados orgáni­cos discontinuos. Habida cuenta de que el ser vivo "hombre" incurre en este mismo veredicto, la identidad personal se torna una idea problemática y a Loc­ke no le queda sino intentar reconstruirla como integración de estados de conciencia. Esta integración es obra del recuerdo, que actualiza y reconoce co­mo propias vivencias pretéritas. Salta a la vista que una doctrina semejante de la identidad personal está gravada con numerosas dificultades, por ejemplo que las acciones de un sujeto que él ha olvidado no le sean en absoluto imputables. Pe­ro lo más importante es advertir que esta posición negará forzosamente la con­dición personal de todos los seres humanos que, por una razón u otra, sean in­capaces de autoconciencia, ya que ésta es la única fuente de la identidad personal. Aquí tiene su origen, por tanto, la concepción de la persona hoy de­fendida por Parfit o Singer.

3. Las páginas más apasionantes del libro están dedicadas a la reivindicación y reelaboración del concepto clásico de persona. Si su destrucción estuvo condi­cionada por el abandono del concepto de vida, su reconstrucción pasa por la recuperación de esa categoría ontológica fundamental.

Las personas son seres vivos, seres dotados por naturaleza de un impulso (Trieb) egocéntrico de conservación y expansión. En la medida en que favore­cen la satisfacción de este interés, los objetos que pueblan el entorno del ser vi­vo poseen para éste un valor estrictamente funcional. En

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