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30 Temores, cómo Superarlos


Enviado por   •  11 de Abril de 2013  •  8.967 Palabras (36 Páginas)  •  363 Visitas

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La educación en medios de comunicación y el fin del consumidor crítico1

David Buckingham2

Instituto de Educación, Universidad de Londres

En este artículo encontramos una sugerente reflexión del Dr. Buckingham en torno a la educación que se propicia a partir de los medios de comunicación y la formación del "consumidor crítico". Aunque su planteamiento está ligado al papel del profesorado en este ámbito, las ideas y experiencias que describe nos permitirán acercarnos al análisis y comprensión de los medios desde una perspectiva distinta de la que comúnmente se asume: un espacio desde el cual se puede construir una crítica cultural mediante el desarrollo de un metalenguaje que refleja la compleja realidad en la que estamos insertos.

La idea de posmodernidad ya hace tiempo que ha superado la fecha de caducidad. Cuando se introdujo en la conciencia popular, al principio de la década de 1990, ya se había convertido en un cliché académico desgastado. Desde entonces, los teóricos culturales más vanguardistas se han inclinado hacia la posmodernidad, mientras otros han formado parte de un movimiento en favor de posiciones teóricas claramente "retro", como es el caso de la economía política y el llamado "nuevo historicismo". Quizás la ironía más grande de todo esto es que la posmodernidad se ha acomodado muy bien en la academia. De hecho, hay quien defiende que, en su lenguaje esotérico y tortuoso y en su aparente retirada de las realidades empíricas mundanas, la teoría posmoderna siempre ha sido un movimiento académico por excelencia. Lo que parecía haberse olvidado es que el movimiento posmoderno representa un reto fundamental para fijar formas de educación, tanto por lo que hace referencia a los conceptos tradicionales sobre el conocimiento y el aprendizaje como por lo que hace a las formas institucionales en que se insertan.

En esta ponencia quiero volver a hacer frente a este reto posmoderno para la educación. Mi objetivo no es presentar otra tanda reciclada de teorías posmodernas. Tampoco quiero ofrecer una crítica abstracta de las prácticas diarias de los profesores, desde mi posición privilegiada de la academia. Generalmente, estos análisis no representan más que una exhortación retórica y cuando intenta explicar detalladamente las implicaciones para clases prácticas, a menudo son increíblemente evasivas (ver Buckingham, 1996). En esta ponencia, quiero tratar las implicaciones de la posmodernidad, concretamente en relación con la educación en medios de comunicación. Me gustaría examinar si la educación en medios es necesariamente una empresa "modernista" y hasta que punto se ha de mantener así. Así quiero presentar estas cuestiones con ejemplos específicos de las clases prácticas en las escuelas.

Medios de comunicación, educación y cambio social: el reto posmoderno

Tanto si estamos de acuerdo como si no con la idea de posmodernidad, se ha de reconocer que las relaciones entre los jóvenes, los medios de comunicación y la educación están experimentando un cambio muy relevante. La proliferación de tecnologías de la comunicación, la comercialización y globalización de los mercados de comunicación, la fragmentación de las audiencias y el aumento de la interactividad están transformando nuestras relaciones diarias con los medios. Los medios digitales -sobretodo Internet- han aumentado de manera considerable la participación activa, a pesar de que la mayoría de las personas no tienen acceso corren el riesgo de la exclusión y la falta de representatividad. De todas maneras, el desarrollo de la comunicación moderna da lugar a un entorno más heterogéneo, donde las fronteras entre la comunicación de masas y la comunicación interpersonal y entre los productores y los consumidores cada vez son menos claras. Los medios ya no se pueden considerar "industrias de la conciencia" -tal como suelen hacer los educadores en medios de comunicación- que imponen falsas ideologías o valores culturales a una audiencia pasiva.

Muchas de estas transformaciones están relacionadas con los niños y los jóvenes (ver Buckingham, 2000). La gente joven se encuentra entre los mercados más importantes de muchas de estas tecnologías y formas culturales, hasta los niños más pequeños forman parte de un grupo de consumo cada vez más fuerte. Este hecho tiene implicaciones importantes por lo que hace el acceso de los jóvenes a los medios de comunicación: hoy en día, los jóvenes tienen acceso a los medios para adultos -a través de la televisión por cable, el video o Internet- de una forma mucho más fácil que sus padres. Como consecuencia, ha aumentado la necesidad de buscar urgentemente nuevos medios de control. De otro lado, la gente joven también dispone de sus "ámbitos de comunicación", que los adultos cada vez encuentran más difíciles de entender. La idea del niño vulnerable y que necesita protección frente a los peligros de los medios de comunicación -una noción en la que se suele basar la educación en medios- cada vez deja más paso a la idea del niño como "consumidor autónomo".

De todas maneras, es importante destacar que estos avances no se limitan exclusivamente al ámbito de los medios de comunicación. Muchos analistas sociales afirman que el mundo contemporáneo se caracteriza por un sentimiento creciente de fragmentación e individualismo. En el mundo occidental, se considera que el giro hacia la sociedad de consumo "post-industrial" ha desestabilizado las formas existentes de trabajo, vivienda y vida social. Cada vez más se cuestionan las instituciones sociales establecidas, las normas de conducta de la sociedad civil y las concepciones tradicionales de la ciudadanía. Estos avances han tenido implicaciones importantes en cuanto a la formación de las identidades. La movilidad social y geográfica está debilitando los lazos sociales tradicionales, como la familia y la comunidad, la mayoría de los jóvenes crecen en sociedades cada vez más heterogéneas y multiculturales, en que cohabitan diferentes concepciones de la moralidad y tradiciones culturales muy diversas. En este contexto, la identidad se considera una cuestión de elección individual, no tanto por un derecho de nacimiento o una cuestión de destino y en este proceso las personas se vuelven más flexibles y diversas -hasta un cierto punto más autónomas- en su manera de hacer servir e interpretar los bienes culturales. De hecho, estas nuevas sociedades son, en muchos aspectos, más desiguales y están más polarizadas que las sociedades que sustituyen: no todo el mundo puede escoger libremente la identidad y la manera de vivir. No obstante, parece que las culturas de consumo contemporáneas

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