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Enviado por   •  20 de Agosto de 2014  •  6.090 Palabras (25 Páginas)  •  346 Visitas

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¡El Argumento Contra las Discusiones!

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En cierta ocasión un niño le preguntó a su padre: "¿Cómo empiezan las guerras, papá?"

El padre le respondió: "Por ejemplo, la primera guerra mundial empezó cuando Alemania invadió Bélgica."

Su esposa se apresuró a interrumpirle: "¡Dile la verdad al niño! ¡Empezó por un asesinato!"

El marido se irguió con aires de superioridad y dijo bruscamente: "¿Quién está respondiendo, tú o yo?"

¡Volviéndole la espalda enojada, salió de la sala dando un portazo con todas sus fuerzas! Cuando los platos dejaron de resonar en el armario hubo a continuación un silencio molesto, hasta que por fin el niño exclamó: "Ya no hace falta que me expliques cómo empiezan las guerras, papá; ¡ya lo sé!"

¡Discutir! ¡Todos lo hacemos a veces! ¡Todos sabemos lo que es salir de una discusión con la boca seca, un nudo en la garganta, la cabeza caliente y dando vueltas, con pesar en el corazón, arrepentidos y sintiendo remordimiento por las palabras ásperas que hemos dicho! ¡Aunque parezca mentira, las discusiones destruyen más hogares que los incendios y los fallecimientos!

¡Todos sabemos que discutir por discutir es una pérdida de tiempo inútil! ¡No tenemos absolutamente nada que ganar, y en cambio perdemos tiempo, energías y la amistad de alguien! ¡Se dice que en una discusión los únicos que escuchan de verdad son los vecinos! ¿Qué se gana con discutir? ¡Un montón de palabras inútiles, se gasta saliva inútilmente! Entonces, ¿qué podemos hacer por evitar las discusiones? O bien, una vez entablada una discusión, ¿qué podemos hacer para pararla? O si ya ha terminado, ¿qué podemos hacer para arreglar las cosas? ¡Estudiemos estas preguntas!

¡VENTAJAS DE NO DISCUTIR!

¡Hay algunos a los que les encanta discutir y hacen todo lo posible por demostrar la validez de su opinión! Prefieren perder un amigo que una discusión. ¡Para otros, discutir se ha convertido en un hábito, en una reacción automática, y contradicen todo lo que se diga!

El estadista, filósofo y escritor de los primeros tiempos de los EE.UU. Benjamín Franklin, no podía contener el impulso de discutir. De joven no había nada que le gustara más que las discusiones, hasta que un amigo íntimo se lo llevó aparte y le dijo: "¡Ben, eres imposible! ¡Tus opiniones son una bofetada para todo el que no esté de acuerdo contigo! ¡Tus amigos se lo pasan mejor cuando tú no estás presente! Te crees que sabes tanto que nadie te puede decir nada. ¡La verdad es que nadie lo va a intentar siquiera, porque el esfuerzo sólo le produciría incomodidad y dificultad! ¡De manera que no es probable que llegues a saber más de lo que sabes ahora, lo cual en realidad es muy poco!"

¡Benjamín Franklin tenía la suficiente grandeza y sabiduría para aceptar estas crudas verdades y darse cuenta de que estaba abocado al fracaso y la catástrofe en su vida social! ¡Por ello, se dispuso inmediatamente a cambiar su forma de ser fanática y argumentadora! Llegó a ser uno de los hombres más queridos, sabios y diplomáticos de la historia de EE.UU., y de hecho se le recuerda por haber afirmado:

"Si discutes, contradices y causas rencor, es posible que a veces triunfes. ¡Pero será un triunfo vano, porque nunca te ganarás la benevolencia de tu oponente!"

¡ES IMPOSIBLE GANAR UNA DISCUSION!

¡Nadie gana jamás una discusión! ¡Uno puede gritar, chillar y discutir hasta ponerse morado, pero nadie creerá que tiene razón si no quiere creerlo! ¡Y aunque puede que a los demás les hubiera gustado estar de acuerdo, es posible que el tono de la voz de uno los hubiera puesto tan a la defensiva que equivaldría a una humillación y derrota total en el campo de batalla confesar que uno tiene razón aunque fuera en parte! ¡Recuerda que por muchos argumentos lógicos que emplees, no conseguirás que nadie cambie de parecer si no quiere cambiar! ¡Nueve de cada diez veces, al final de una discusión cada uno de los bandos está más convencido que nunca de que tiene toda la razón!

¡Es imposible ganar una discusión, porque si se pierde, se pierde! ¡Y si se gana, se pierde! ¿Por qué? Supongamos que triunfas sobre el otro y dejas sus argumentos por los suelos demostrando que está equivocado y que es un perfecto idiota.

Entonces, ¿qué? Tú te sientes bien. Pero, ¿y la otra persona? Has hecho que se sienta inferior. La has herido en su amor propio. Es posible que se resienta de tu triunfo, y...

¡El que sea convencido contra su voluntad seguirá opinando igual!

El periódico "Boston Transcript" publicó una vez el siguiente poema:

"Aquí yace Guillermo Mazo,

que dio la vida por su "preferencia de paso".

Mucha razón tenía cuando apretó el acelerador

pero, ¿qué sacó con eso, si de todos modos se mató?

Puede que tengas toda la razón y te lances a toda mecha a discutir; pero en cuanto a hacer que el otro cambie de parecer, seguramente tendrás tan poco efecto como si estuvieras equivocado. Entonces, ¿qué prefieres? ¿Una victoria académica y teórica o la benevolencia de una persona? ¡Casi nunca se pueden tener ambas cosas!

¡COMO CONVENCER A LAS PERSONAS SIN DISCUTIR!

Entre las fábulas de Esopo hay una del sol y el viento. El viento, discutidor, se jactaba ante el sol de ser el más fuerte. El sol sostenía que el más fuerte era él. El viento le dijo: "¡Te voy a demostrar que el más fuerte soy yo! ¿Ves a ese anciano ahí abajo con un abrigo? ¿Qué te apuestas a que se lo quito antes que tú?"

¡El sol se ocultó tras una nube y el viento se puso a soplar y soplar hasta que se convirtió casi en un huracán! ¡Pero cuanto más soplaba, más se aferraba el hombre a su abrigo! ¡Finalmente, el viento se aplacó y se dio por vencido!

¡Entonces apareció el sol entre las nubes sonriéndole benignamente al anciano! ¡Al cabo de un rato, el hombre se secó el sudor de la frente y se quitó el abrigo! ¡El sol le había demostrado al viento que la suavidad y la amistad son más fuertes que la furia y la fuerza!

¡De modo que los padres regañones, los jefes mandones y los esposos y esposas discutidores deberían darse cuenta de que normalmente las personas no quieren cambiar de parecer! ¡No se les puede obligar ni forzar a estar de acuerdo! ¡Pero se les puede guiar con suavidad y amistosamente! ¡Si les mostramos amor y consideración a los demás les podremos persuadir

...

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