Análisis Y Difusión De Cuentos Amazónicos Del Perú
Enviado por manueltokio • 15 de Mayo de 2014 • 5.127 Palabras (21 Páginas) • 272 Visitas
1. EL BRUJO QUE SE CONVIRTIO EN PERRO
Era el año de 1,940,cuando apenas eran pocas casas lo que ahora es el próspero Distrito de Uchiza, en su mayoría pobladas por familiares provenientes de la Sierra y conectadas por caminos de herradura a lugares como Huacrachuco pertenciente al Departamento de Huánuco. Vivía por allí un hombre llamado Gabriel Tuanama, a quién se le conocía con el brujo mas temible del lugar, pues la gente de esta Comunidad vivía atemorizada por los maleficios de este hechicero.
Cuentan los moradores de este lugar, que este brujo no tenía residencia fija en la Comunidad, pues siempre desaparecía del pueblo y cuando regresaba lo hacía precedido de un ave de mal agüero llamado “ayapullito”,y en cuanto llegaba al pueblo sucedían cosas extrañas, como la muerte repentina de un morador, la desaparición de alguna dama, la quemadura de ciertos niños o el ahogamiento de algunos jóvenes.
El brujo mas tarde logra tener su casita en las afueras del pueblo y cuando este señor salía del lugar, la casita se quedaba deshabitada y nadie se atrevía a visitar dicho lugar. Los moradores para agradarle al brujo y no tener amenazas, le llevaban todo tipo de comestibles y le hacían entrega con mucha devoción.
El brujo permanecía cerrado en su domicilio hasta por un mes, durante ese tiempo la gente no salía a la calle y si lo hacían, salían en parejas por las noches, toda la gente permanecía en sus casas y se podía ver que en la puerta de cada casa, se hallaba colgada una rama de huingo y además dormían con la pretina enroscada bajo su almohada para protegerse de posibles espíritus malignos.
Según las creencias y tradiciones selváticas, la rama de huingo, la pretina y también las tijeras actúan en defensa de las personas contra los espíritus malignos.
La población a media noche era testigo de ciertas cosas como de cerdos que misteriosamente iban aumentando desde 01 hasta 08, luego se duplicaban y comenzaban a volar, también veían a jinetes nocturnos vestidos de negro, que daban varias vueltas y desaparecían en el aire o los veían dirigirse al galope en dirección al lugar donde vivía el brujo. Al día siguiente se enteraban de que algunas personas habían muerto repentinamente y la gente vivía en estado de zozobra y en permanente temor, esperando el momento menos pensado en que podía aparecer el “ayapullito” acompañado de otras aves como los “pichihuichis” y bandas de aves negras denominadas las “vacamuchachas”.
Cuando ya los moradores se disponían abandonar el lugar, llega al pueblo el Sr. Juan Castillo en plan de cazar animales y al ser informado de los poderes de las aves y del brujo, decidió pasar por delante de la casa de Gabriel Tuanama el brujo y al estar frente a su casa, con su potente retrocarga eliminó al “ayapullito”.
Más tarde, al llegar al pueblo, les contó lo que había hecho con el “ayapullito”, entonces los pobladores temiendo una posible venganza del brujo, se reunieron y acordaron hacer frente a lo que viniera y como el brujo no venía y para terminar de una vez con la pesadilla que azotaba al pueblo decidieron buscar al brujo y eliminarlo. Se fueron bien armados y cuando estaban a unos 50 mtrs. De la casa del brujo, vieron un gigantesco perro negro que se encontraba en la puerta de la casa, con unos ojos rojos que brillaban en la oscuridad y que frente a los disparos al aire que hacían los moradores, el perro corrió a la espesura del bosque, perdiéndose entre las sombras de la noche.
Los pobladores al no encontrar ninguna respuesta, prendieron fuego a la casita de paja del brujo, acabó el fuego y con cierto temor los pobladores buscaron rastros del brujo sin resultados positivos y cuentan que el brujo se escapó convertido en PERRO.
Al día siguiente, el brujo Gabriel Tuanama le hizo soñar a Juan Castillo y le dijo que si no mataba al “ayapullito”, el hubiera continuado matando poco a poco a toda la población de Uchiza, ya que en el “ayapullito” residía todo su poder maléfico y que algún día los pobladores del lugar se acordarían de él.
Y a partir de aquel día no volvieron a suceder cosas extrañas en el lugar y la población de Uchiza vivió ya en paz.
Carlos Velásquez Sánchez
2. DON ARTEMIO Y EL DIFUNTO
En Yurimaguas, la Perla del Huallaga, existía hace muchos un barranco. En el día era dificultoso atravesarlo, por los palos movedizos que habían puesto sobre el agua, en la noche se evitaba pasarlo, pues aparte del peligro de caerse, se contaban muchas leyendas y supersticiones, que el alma penaba, que se aparecía el demonio, que el difunto dejaba escuchar su característico fin…fin….fin….y solo los valientes lo hacían con linterna en mano y lo contaban como hazaña.
Que tunchi, ni que difunto, exclamó el joven Artemio, tenía sus 20 años de edad. Son supersticiones, yo no creo, ni creeré nunca.
No crees en los curanderos y brujos, contestó el viejo Samuel, debes saber que los curanderos conocen las propiedades, virtudes y efectos de determinadas raíces, cortezas, hojas y frutos y hacen el bien curando y se ha visto casos de enfermos desahuciados por los médicos, estos curanderos han hecho el prodigio de conseguir su recuperación y devolverles la salud.
Los brujos, en cambio, también conocen las propiedades de las plantas, tierras y restos de animales, pero lo utilizan para hacer el mal y para vengarse.
Eso es otra cosa, dijo Artemio, los daños y bienes que hacen los brujos, eso yo no lo niego, inclusive los doctores en Iquitos dan leche de ojé, sangre de grado, chuchuhuasi y hasta ayahuasca.
En cambio, el difunto, el tunchi, ese ser de otro mundo que silba, que llama y que la persona que lo oye tiembla de miedo. No hay nada, cuando uno muere, se acaba todo y nos comen los gusanos.
Y Artemio, así se burlaba de los seres de ultratumba. En la noche en reuniones, decía que no creo en los tunchis, pero cuando estaba solo no comentaba ni quería recordar a estos seres del otro mundo, porque tenía miedo.
Una noche se celebraba una fiesta y el joven Artemio no podía faltar, vivía con su mamá y sus hermanos. De su casa al lugar del baile tenía que pasar por el barranco de los espíritus malignos en forma obligatoria.
Artemio le dijo a su mamá: Voy al baile, he trabajado todo el día, voy a divertirme un rato. Ella le contestó: No te demores mucho y para sus adentros se dijo: Pobre mi hijito, ya tiene edad, que tenga su moza.
Artemio llegó a la fiesta, bailó animadamente y luego salió disgustado por que su enamorada no le hizo caso. Regresaba a su casa, la noche
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