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Análisis de la película documental Samsara


Enviado por   •  21 de Octubre de 2014  •  Resumen  •  2.465 Palabras (10 Páginas)  •  1.424 Visitas

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SAMSARA

Escribir sobre un documental de Ron Fricke posiblemente sea el mayor reto que me he planteado en este blog. Desconozco si saldré vivo del intento, pero como mínimo intentaré explayarme para poder mostrar mis capturas favoritas (aconsejo cliquear sobre ellas para observar su magnitud) de su último y ambicioso prodigio visual. Ron Fricke se dio a conocer como director de fotografía del prestigioso documental Koyaanisqatsi, dirigido por Godfrey Reggio en el año 1982. Un filme musical sin palabras con una de las bandas sonoras más atractivas de Philip Glass. Posiblemente, Koyaanisqatsi (película que tengo lejana y merece una revisión) tenga un mensaje más perturbador y narrativo que el de los filmes de Fricke, pero personalmente considero que como experiencia visual cargada de hipnotismo (que es de lo que aquí se trata) queda lejos de la fuerza arrebatadora de las imágenes del trabajo posterior del director de Baraka, aunque resulta evidente que Fricke bebe sin disimulo del concepto de documental iniciado por Reggio.

En su primer trabajo como director, Fricke realizó la primera película filmada en fotografía con intervalos prefijados, en la que se centró en la influencia del paso del tiempo en la imagen, y muy especialmente en las montañas y las estatuas. Chronos es una experiencia que a 1080p deja pasmado al espectador teniendo en cuenta que se trata de un filme de 1984, y cuenta con la mayoría de sus obsesiones, aunque se centre menos en el ser humano que en sus obras posteriores. A pesar de sus escasos 43 minutos le da tiempo de alcanzar el nivel de introspección que tanto le caracteriza. De Baraka, su obra cumbre de 1992, hay poco que decir a estas alturas. Su sombra está presente en todo momento en Samsara, y posiblemente también lo haga en este artículo, ya que repite con varias de sus constantes en escenarios diferentes, y su estilo y estructura son calcadas. Su trabajo más reciente antes de Samsara fue como director de fotografía en una escena puntual de Star Wars Episodio III: La Venganza de los Sith, en la que filmó la espectacular erupción del Monte Etna, como no podía ser de otro modo.

Tras una secuencia en la que aparecen tres mujeres asiáticas con un maquillaje y unos ropajes muy coloridos realizando un espectáculo de baile con unos movimientos muy simpáticos, la última maravilla de Fricke nos traslada a un espectacular volcán en erupción, para posteriormente situarnos en un monasterio de la India situado en la cima de una montaña. La cámara observa como los monjes residentes crean, con toda la paciencia del mundo, una obra de arte utilizando exclusivamente granos de arena de diferentes colores. Durante todo el trayecto presenciaremos retazos de imágenes individuales conectadas entre sí, entre las que destacan terrenos sagrados, desiertos de arena espectaculares, multitud de lugares paradisiacos de la naturaleza con las estrellas en el cielo en movimiento, y estatuas iluminadas sólo por la luz de la luna. En la segunda parte de la narración se centra en aspectos más pesimistas de la vida: gente cavando a través de inmensas montañas de desechos de una fábrica informática, el sexismo, la miseria, las armas y multitudinarias cadenas de fábricas especializadas en alimentos e informática.

Filmado durante casi cinco años en cien lugares diferentes de veinticinco países de cuatro de los cinco continentes (en los créditos no me pareció ver ningún lugar de Oceanía), el documental carece por completo de palabras (si obviamos algún murmullo religioso casi imperceptible) y se sumerge en la complicada tarea de intentar captar el espíritu de la naturaleza y de las costumbres del ser humano en sus diferentes culturas solamente con un bello subrayado musical. El término Samsara hace referencia a la rueda de la vida y la eternidad que en varias religiones (concretamente en las tradiciones filosóficas de la India) se utiliza para hablar del proceso del renacimiento a través del nacimiento, la vida, la muerte y la reencarnación (renacimiento en el budismo). Según estas creencias, en el transcurso de cada vida el karma determina el destino futuro de cada ser. En esta ocasión, Fricke se guía por su título y otorga gran importancia al nacimiento de la vida. Veremos bellas tomas de varios bebés bautizados, a un individuo tatuado por todo el cuerpo (cabeza incluida) acunando cariñosamente a un bebé, y a las mujeres nativas transportando crías en la espalda mientras mantienen sorprendentemente el equilibrio con enormes contenedores en la cabeza.

La muerte y la destrucción también están presentes en todo momento por culpa de las zonas devastadas por fenómenos naturales como el huracán Katrina, en forma de estatuas siniestras, o por la presencia de una de las secciones más chocantes de la cinta, la del entierro de un africano (posiblemente un traficante de armas) dentro de un ataúd con forma de arma de dos cañones. Si fue idea suya o de la familia siempre quedará en cuarentena, pero resulta evidente que no se puede tener peor sentido del gusto y del tacto. Los efectos desoladores de la guerra también tienen espacio con la presencia de un individuo mutilado con la cara totalmente deformada. También presenciaremos el proceso de elaboración masiva de armas y balas, así como su lamentable apología y ostentación por personas de diferentes culturas. Además de su indiscutible denuncia cargada de humanismo también hay claras muestras de ecologismo, a pesar de la ausencia de la fauna que tuvo mayor representación en Baraka. En esta ocasión, la presencia animal siempre es utilizada para incidir en la triste apropiación por parte de los seres humanos del destino (meramente alimenticio) de los pollos, cerdos y vacas; mostrando unas instantáneas descorazonadoras que siguen la senda de las del etiquetado de pollitos vistas en su filme de 1992; y provocan un sentimiento de culpa en el espectador.

Ron Fricke fue el principal precursor del «time-lapse», una técnica fotográfica y cinematográfica que se ha instaurado por completo en los últimos años y consiste en enseñar acontecimientos a velocidades reposadas imperceptibles para el ojo humano, consiguiendo que en pantalla todo se mueva a gran velocidad. Una técnica muy usada en los documentales de naturaleza para captar el movimiento de las nubes en el cielo, el crecimiento de las flores, la influencia del sol y la luna sobre el entorno, y el movimiento de las estrellas; que el director norteamericano encaja a la perfección y utiliza en todos sus documentales perfectamente ensamblado con sus habituales imágenes ralentizadas (utilizadas para otorgar mayor carga lírica) y a tiempo real. En Samsara los interiores tienen algo más de protagonismo que en Baraka durante los primeros compases del

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