Arte y conocimiento

Arte y conocimiento

Decimos normalmente que el arte es expresión. Pero también puede decirse que es conocimiento. ¿Cómo es que el arte puede ser conocimiento y de qué maneras se pone en evidencia este hecho?

Tradicionalmente, pensamos que el conocimiento proviene específicamente de las ciencias. Porque nos ofrecen las evidencias más claras, más definitivas, sobre la realidad que nos rodea.

Asimismo, hay quienes sostienen que es la filosofía la que nos proporciona un conocimiento más sensible sobre la realidad, la naturaleza del mundo y del hombre.

Pero si lo vemos desde cierta perspectiva, tanto la ciencia como la filosofía se dedican a un asunto en común: tratar de explicar los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor, cada uno desde su metodología, la ciencia desde el método científico, la filosofía desde el pensamiento reflexivo y el lenguaje.

Y no obstante, estos fenómenos –cualquier fenómeno—se encuentra en constante flujo: desde el crecimiento de una flor hasta el fenómeno de la gravedad, desde el pensamiento sobre la condición del espíritu hasta el modo como creemos en un ser supremo (o no), tanto las ciencias como la filosofías intentan asir la realidad, detenerla por unos momentos, para poder estudiarla. Y en ese proceso, las ciencias generan principios y leyes, inamovibles, permanentes, que se repiten como patrones en el tiempo y el espacio; la filosofía genera conceptos, teorías desde las cuales podemos llegar a comprender ciertas esencias sobre la naturaleza humana y del mundo.

Entonces, ¿qué hace el arte? Lo que hace el arte es poner de manifiesto, por medio de una pintura, una pieza coreográfica, una canción, un poema, el flujo del tiempo. Y el conocimiento que emana de ello es que, por medio de la representación de este movimiento (pintar no sólo la flor sino su crecimiento, describirla dancísticamente o por medio de un poema) el artista nos ofrece un vistazo a la manera como nosotros observamos,

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