Bitacora tam
Enviado por Tamara Astudillo Catrileo • 1 de Octubre de 2019 • Documentos de Investigación • 2.259 Palabras (10 Páginas) • 180 Visitas
BITÁCORA
Empezaré haciendo referencia al ejercicio en el que caminábamos por el espacio y comenzábamos a movilizar nuestra columna de un lado a otro; luego habiendo adquirido esta movilidad, debíamos expandirla, ya no solo en nuestra columna, sino que, ahora a nuestras extremidades. Una vez incorporadas estas, comenzamos a buscar la oposición entre nuestra coronilla y el coxis. Estuve un largo rato indagando en esos movimientos. Al comienzo solo movía mi cuerpo sin trasladarme, después me atreví a movilizarme por el espacio y me di cuenta de que desplazarse abre posibilidades a nuevas formas, también noté que imaginar que mis extremidades eran una especie de mapa, me ayudaba a reconocer nuevas posiciones con estas oposiciones. Recuerdo que Carolina nos decía que nos extendiéramos lo que más pudiéramos en cada posición, supongo que esto nos permitía ponernos en riesgo y desde ese lugar indagar aún más. En este ejercicio percaté que suelo olvidar y, por ende, soltar los dedos. Fui consciente recién de ello, cuando me encontraba en una posición donde mi cabeza formaba una diagonal que se extendía a mi brazo y pierna izquierda, cuando Carolina pasa su mano por mis dedos, ahí noté que los había olvidado por completo; al activarlos sentí como esa misma posición se modifico totalmente, fue como si encajaran la pieza de rompecabezas que faltaba. Puedo decir que hasta la parte más mínima cobra importancia al momento de trabajar con oposiciones, el cuerpo debe trabajar como un todo activo, desde la del pelo hasta la punta del pie, por decirlo de alguna forma.
Otro ejercicio que quisiera mencionar es el “desfile”. Este consistía en cruzar en una diagonal del extremo de la sala al otro. La gracia de este ejercicio era visualizar a alguien/algo al que le debíamos dirigir nuestros movimientos; yo imaginé un tigre parado en dos patas con un candelabro. La primera parte del ejercicio era cruzar la diagonal con movimientos que exhibieran, o sea, que demostraran fragilidad, vulnerabilidad y delicadeza, esto lo puedo relacionar con el termino manis (Eugenio Barba, Nicola Savarese, 1988, pág.21) El imaginario del tigre me ayudo bastante con mis movimientos quería convencerle de algo, en momentos hasta sentía que era como coquetearle para que no me hiciera daño; aquí debíamos exhibir nuestra partes blandas, aquella partes, decía Carolina, a las cuales no les llegaba el sol. En esta instancia mostré mi sexo, la parte interior de mis muslos, entremedio de mis dedos, las palmas de las manos y la planta de los pies. En la segunda parte del ejercicio debíamos mostrar nuestras partes bronceadas, aquellas partes más tonificadas, las fuertes, estas descripciones las relaciono con el término kras (Eugenio Barba, Nicola Savarese, 1988, pág.21). Mientras pasaba por la diagonal, las imágenes eran más variadas y llegaban repentinamente a mi cabeza sin que las pensara, en momentos se me venía la imagen de estar cruzando una selva y a ratos llegaba la imagen de un fisicoculturista muy bronceado. Sentía que mis movimientos se hacían más agresivos hacia el tigre esta vez con intención de agredirlo y asustarlo. Luego se nos permitió jugar con ambas fuerzas kras y manis. Usar combinaciones con estas fuerzas opuestas hacía que ciertas partes de mi cuerpo tuvieran más vigor y otra más delicadeza, de esta manera las partes de mi cuerpo alternaban oposiciones. Pude observar también que se me es más fácil ligar movimientos suaves, los que son más fuerte tiendo a cortar su flujo.
También aludiré al ejercicio en el que debíamos caminar por el espacio y dialogar con los demás cuerpos, reaccionando a los diversos encuentros con nuestros fotogramas. Iniciamos generando encuentros en los cuales teníamos que ejecutar un movimiento que naciera desde el centro, de esta forma el impulso contagiaba las extremidades, y volvíamos a desplazarnos por el espacio. Entendiendo esto empezamos a entablar diálogos con movimientos que nacieran del centro jugando con las variaciones fuerte y suave; luego a estas variaciones les sumamos los seis fotogramas con los que estábamos trabajando cada uno de nosotros. Al comienzo pensaba mucho mis fotogramas y en el cómo haría para que salieran todos de manera fluida; esto me entrampaba y hacía que no pudiera responder a los movimientos que me entregaban mis compañeros en el dialogo. Me di cuenta de que auto-observarme no me dejaba moverme libremente, hacía que cerrara la mirada a mi entorno, entonces solo comencé a hacerlos. Noté un cambio abrupto, los diálogos se hacían más intensos y reaccionar a los movimientos se me era más orgánico. Percibí que había diálogos más interesantes que otros. Tengo que trabajar más el no auto-observarme, creo que es egoísta hacerlo y no me gusta pues me limita a compartir con el colectivo.
Hubo un training que nos hizo Fernanda en donde saltábamos en el circulo con los brazos extendidos hacía arriba (vertical) y hacia los lados (horizontal), saltos con suspensión y saltos con brazos extendidos, abriendo y cerrando las manos. Al aplauso debíamos pasar a algún fotograma y sostenerlo, luego seguíamos con los saltos y a la indicación de Fernanda hacíamos esta vez dos fotogramas y sosteníamos, nuevamente volvíamos a los saltos y hacíamos un fotograma. Noté que en los momentos en los que debíamos sostener el fotograma el equilibrio jugaba un papel fundamental. Uno de mis fotogramas que ejecute, consistía en estar agachada con una de mis rodillas apoyada en el suelo; aquí Fernanda me propuso levantar la rodilla para que el equilibrio fuera más precario se hizo más inestable, al levantarla noté como en mi cuerpo se despertaron una serie de tensiones musculares más intensas, que exigieron un mayor esfuerzo; el equilibrio se puso en acción realmente.
El ejercicio que también se nos enseño fue un movimiento de columna que nos permitía bajar y subir como si nuestra espalda fuera una especie una especie de látigo o una S, que involucraba y contagiaba toda nuestra columna vertebral. Incorporado este movimiento a nuestro cuerpo comenzábamos a caminar por la sala y cuando sintiéramos el impulso debíamos hacerlo; la gracia de esto era que si un compañero o compañera decidía ejecutarlo nosotros debíamos estar atentos para hacerlo también, así como que el movimiento se contagiaba. Para que en el movimiento toda la columna fuera participe debía seguir el primer impulso y no cortarlo, al comienzo no lo lograba, pues no dejaba fluir el impulso, comencé a indagar en el movimiento y descubrí que si al momento de bajar proyectaba el coxis levemente hacia atrás y me dejaba caer por columna y cuando subía involucraba mi coxis con una pequeña proyección hacia el cielo ambos movimientos se transformaban en uno, el impulso de bajar me serviría para subir y viceversa. Esto me hace sentido con un término mencionado en libro, “el hippari hai, que significa tirar hacia alguien o algo que se esfuerza por hacer lo mismo.” (Eugenio Barba, Nicola Savarese, 1988, pág. 21). Para ejecutar este movimiento ondulatorio de la columna se produce un cambio de peso al bajar y al subir, se produce un momento de cambio de equilibrio, por ende, era preciso tener los pies bien enraizados al piso como base. Este ejercicio me recuerda al Orissi hindú (Eugenio Barba, Nicola Savarese, 1988, pág.76), que también se basa en la ondulación de la columna y la relación entre el peso corporal y los pies.
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