CALIXTO Y MELIBEA
Enviado por PATITODEGOMA • 4 de Febrero de 2015 • 1.069 Palabras (5 Páginas) • 315 Visitas
Acto I
Sumario: Entrando CALISTO una huerta empos de un falcon suyo, hallo alli a MELIBEA, de cuyo amor preso, comenzole de hablar; de la cual rigurosamente despedido, fue para su casa muy angustiado. [Pasados unos días] hablo con un criado suyo llamado SEMPRONIO, el cual, despues de muchas razones, le enderezo a una vieja llamada Celestina, en cuya casa tenia el mismo criado una enamorada llamada ELICIA, la cual, viniendo SEMPRONIO a casa de CELESTINA con el negocio de su amo, tenia a otro consigo llamado CRITO, al qual escondieron. Entretanto que SEMPRONIO estaba negociando con CELESTINA, CALISTO estaba razonando con otro criado suyo, por nombre PARMENO; el qual razonamiento dura hasta que llega SEMPRONIO y CELESTINA a casa de CALISTO. PARMENO fue conocido de CELESTINA, la cual mucho le dice de los hechos y conocimiento de su madre, induciendole a amor y concordia de SEMPRONIO.
En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
Con estas palabras saluda Calisto a su deseada Melibea, cuando, según el Argumento General de Francisco de Rojas, ésta se presentó ante aquél en un conveniente lugar. Calisto, se nos dice en el sumario y más adelante en el Acto II del texto, se había enamorado locamente de Melibea un día en que, en busca de su halcón, entró en el huerto donde se encontró con ella. Desde entonces había venido ofreciendo servicio, devoción, sacrificio y obras pías por poder volver a verla. Ese intenso deseo de Calisto se cumple en esta aparición de Melibea, en sueño. Melibea parece rechazar sus insinuaciones. Al despertar, Calisto, desde su cámara, llama a voces a Sempronio, su criado, y le increpa malhumorado. Sempronio y Calisto arguyen sobre el amor y el dolor que ese amor suele traer consigo. Para Calisto, Melibea es su diosa:
por Dios la creo, por Dios la confieso y no creo que ay otro soberano en el cielo; aunque entre nosotros mora.
Más que cristiano, se confiesa melibeo:
Melibeo soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo.
Sempronio se esfuerza por convencer a su amo de los males que las mujeres ocasinaron a personajes importantes en la historia, Adán, Salomón, David, Aristóteles, Virgilio. A esto le responde Calisto:
¡Ve! mientra más me dices y más inconuenientes me pones, más la quiero. No sé que es es.
Y el loco enamorado nos pinta un hermoso cuadro de su amada, que encaja dentro del marco europeo, empezando por sus cabellos:
Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado, que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandescen menos. Su longura hasta el postrero asiento de sus pies; después crinados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras. ... Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas; las cejas delgadas y alzadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labios colorados y grosezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo ... el pecho alto; la redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿Quién te la podría figurar? ¡Que se despereza el hombre cuando las mira!
Mientras las diversas facetas del cuerpo de Melibea se asemejan a las de otras mujeres bellas de la literatura culta europea, los ojos verdes se introducen aquí por vez primera, en literatura de altos vuelos, y llegarían a consagrarse como nota de atractivo
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