CIENCIA FICCION
Enviado por 56810756 • 19 de Abril de 2015 • 2.928 Palabras (12 Páginas) • 184 Visitas
Introducción
Para Isaac Asimov, uno de sus más famosos y brillantes cultivadores, “la ciencia ficción es esa rama de la literatura que trata de la respuesta humana a los cambios en el nivel de la ciencia y la tecnología”. Se trata, pues, de una literatura de género sumamente especializada. Una literatura que, además de la diversión y el lícito entretenimiento, logra también un cierto grado de adaptación al cambio, hoy ya omnipresente en nuestras vidas.
Conviene recordar aquí que gran parte de la mejor ciencia ficción intenta responder a la pregunta ¿Qué sucedería si…? en la que se analizan las consecuencias de una hipótesis que se considera extraordinaria o todavía demasiado prematura para que pueda presentarse en el mundo real. ¿Qué sucedería si hubiera clones de humanos? ¿Qué ocurriría si construyéramos verdaderas inteligencias artificiales? ¿Qué sucedería si nos encontráramos con extraterrestres? ¿Qué ocurriría si pudiéramos viajar al pasado? etc. Ése es el aspecto especulativo de la ciencia ficción, el que nos prepara para enfrentarnos a un futuro distinto.
Se trata de lo que algunos denominan el “condicional contra fáctico”, una hipótesis que rompe con los hechos conocidos para especular con opciones alternativas. Una manera de proceder que explica (aunque no justifica…) la imagen popular de considerar cualquier absurdo como una propuesta de “ciencia ficción”. Afortunadamente, esa capacidad de especulación libre y sin trabas acaba siendo un buen entrenamiento para enfrentarse al cambiante mundo de nuestros días.
La ciencia ficción es, pues, una narrativa eminentemente especulativa que, junto a nuevas alternativas en el mundo de las ideas, incorpora, además, el llamado “sentido de la maravilla”, la inevitable sorpresa del lector ante los nuevos mundos, personajes y sociedades que la ciencia ficción propone. Una característica que comparte, por ejemplo, con la novela histórica o los libros de viajes que nos describen realidades exóticas y desconocidas como, en cierta forma, hace también la ciencia ficción.
Especulación y maravilla, serán pues los dos rasgos constitutivos del género narrativo denominado ciencia ficción y los que configuran su amplio mundo de fabulación y reflexión. En la buena ciencia ficción encontramos de todo, como en botica: especulaciones en torno a la tecno ciencia y sus efectos, nuevos mundos con todo tipo de alienígenas, nuevas sociedades y distintas maneras de organizar la relación entre los individuos que forman una comunidad, la revisión especulativa de la historia, aventuras sin cuento a lo largo del espacio y del tiempo, y un largo y casi interminable etcétera. Los temas son, como se ha dicho, casi infinitos. Veamos algunos de ellos.
Tecnología
Hay un texto realizado por Julio Verne y su hijo en 1889 que por puro capricho situaron mil años después. En él decidieron enfocar al reportero para narrar el sistema que imaginaron para un milenio más tarde del que vivían. El cuento “En el siglo XXIX: la jornada de un periodista americano en el 2889”, inicia con una frase hermosa: “Los hombres de este siglo XXIX viven en medio de un espectáculo de magia continua, sin que parezcan darse cuenta de ello”.
La frase de Verne toca lo que a partir de 1962 el escritor Arthur C. Clarke definió como sus tres leyes sobre los avances científicos:
1. Cuando un anciano y distinguido científico afirma que algo es posible, es casi seguro que está en lo correcto. Cuando afirma que algo es imposible, muy probablemente está equivocado.
2. La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá, hacia lo imposible.
3. Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.
El viaje por el espacio
Cuando, en 1957, se preguntaba al francés Michel Butor de qué trataba la ciencia ficción, su respuesta fue clara: “de los viajes interplanetarios”. No es completamente cierto pero podría parecerlo.
En realidad, el viaje por el espacio ha sido siempre un tema típico de la ciencia ficción de aventuras y ha dado lugar a uno de sus subgéneros más característicos como lo es el llamado space opera del que films como La Guerra de las Galaxias (1977, George Lucas) o realizaciones televisivas o cinematográficas como Star Trek (1966 y siguientes, Gene Roddenberry) son ejemplos significativos al alcance de todos.
Nuevos sistemas de propulsión han amenizado ese tipo de tratamiento temático. El primer ejemplo fue la suicida nave/bala-de-cañón de De la Tierra a la Luna (1865, Jules Verne), donde la aceleración de despegue, concentrada por efecto de una única explosión impulsora de la nave/bala-de-cañón, sólo podía haber convertido a los tripulantes en pulpa de carne de humana.
Si el viaje por el espacio es típico en la ciencia ficción, no lo es menos el viaje a través del tiempo. Todos somos viajeros del tiempo, desplazándonos en él hacia adelante a la clásica “velocidad” de un segundo por segundo, pero la ciencia ficción ha imaginado la posibilidad de moverse en los dos sentidos posibles en el tiempo (hacia adelante y hacia atrás) a “velocidades” superiores. Esto abre nuevas posibilidades de exploración y nuevos territorios ignotos que explorar.
El primero en abordar el viaje por el tiempo, como en casi todo en la ciencia ficción, fue el británico Herbert G. Wells con La máquina del tiempo (1895), un intento de situar en un futuro muy lejano (el año 802.701) una caricaturesca especulación en torno al posible futuro de las clases sociales: los burgueses dependientes del trabajo ajeno y los proletarios acostumbrados a trabajar con las máquinas. Una visión que recogía las preocupaciones del socialista Fabiano que era Wells.
Hay también paradojas de círculo cerrado en las que la información “circula” sin creador evidente. La paradoja temporal es pues un tema recurrente en la más clásica ciencia ficción y un cliché tan habitual en el género como lo es el famoso problema del asesinato en una habitación cerrada en la novela detectivesca. El peligro de las paradojas temporales ha generado incluso una nueva “policía temporal” dedicada precisamente a evitar sus terribles efectos. Si alguien modificara algún hecho en nuestro pasado, es de esperar que esa modificación pudiera trasmitirse y amplificarse hasta hoy en forma de un presente distinto del que ya existía, originando un verdadero cronoseísmo que deberá ser evitado por los policías del tiempo. Emblemáticas en este sentido son las narraciones de La patrulla del tiempo (1960-90) de Poul Anderson y la novela El fin de la eternidad (1955) del famoso Isaac Asimov donde esa
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