CONDICIONES DEL LÍDERAZGO POLÍTICO EN LA SOCIEDAD MODERNA.
Enviado por pryncesting2 • 12 de Febrero de 2014 • Examen • 2.660 Palabras (11 Páginas) • 430 Visitas
CONDICIONES DEL LÍDERAZGO POLÍTICO EN LA SOCIEDAD MODERNA.
Weber establecía una distinción entre el líder, que tiene poder de mando, y los funcionarios, que están siempre dispuestos a cumplir las órdenes que recibe. Esta distinción adquiere una significación singular bajo la dominación legal. Los líderes deben probarse en los procesos electorales y legislativos; los funcionarios en el desempeño de las tareas administrativas.
El funcionario ideal tiene imparcialidad, devoción al deber, aptitud para actuar con decisión dentro del esquema de reglas que han sido estipuladas, y competencia profesional en el manejo de las tareas que se le asignan. Subordinara su opinión personal a su sentido del deber: la aptitud para lograrlo constituye en gran parte la ética de su profesión.
Estas cualidades del jefe burocrático no son las que configuran a un líder político, que, como el hombre de empresa y el caudillo militar, está comprometido en la lucha por el poder. Un político debe demostrar su capacidad, para la acción independiente, de la que procura atraerse seguidores y aliados, pactará ciertamente cuando el caso lo requiera; en cambio, en su carácter de líder se atendrá a una línea política en la que juega su destino, de la que se responsabiliza personalmente en los combates electorales y parlamentarios, y de la que responderá por último a la cabeza de gobierno.
Por lo tanto podemos decir que los dos atributos de liderazgo político son: independencia de juicio y sagacidad en la lucha por el poder.
PARTIDO, LIDERAZGO Y ELECCIONES
Max Weber define a los partidos, como las asociaciones que se constituyen dentro de una comunidad política, y cuya afiliación se apoya en el reclutamiento formalmente libre.
El líder de un partido depende de la agitación formalmente libre para afirmarse, en contraste decisivo con la promoción regulada del burócrata. Análogamente, los jefes de los grupos de interés económico deben organizar a sus adherentes: esta es su función característica, que dependen de la estructura de la economía moderna.
Para Weber, las organizaciones que funcionaban bajo el control del gobierno significaban siempre la obligación de responder por el cumplimiento de tareas |asignadas, con la descalificación consiguiente para la acción política.
Como quiera que sea, los partidos políticos han sufrido un proceso de burocratización comparable a la de los gobiernos, las comunidades y las organizaciones económicas. La escala de la vida política moderna exige organizaciones de masa administradas por un cuadro permanente de funcionarios, cuya disciplina y experiencia constituyen un requisito previo del éxito en las urnas. En la opinión de Weber menciona que los partidos fundados en organizaciones locales de nobles no hubieran podido sobrevivir a menos de reorganizarse con criterio burocrático.
Están sometidos a la burocracia, ni más ni menos que el gobierno. Crear nuevos partidos no parece factible, dados los extraordinarios recursos de trabajo y dinero que requeriría su organización, y la necesidad de contar con el poder incontrarrestable de la prensa. Sin embargo, los partidos políticos están estereotipados. Las posiciones que defienden son las oficiales. Su reserva de ideas está rígidamente fijada en la prensa partidista y en los panfletos de propaganda. Los autores y editores de esta literatura se oponen a toda revisión de su contenido, de la que pudiera resultar un cambio de ideas. Y el político profesional, que vive del partido, se resiste a sacrificar una parte de esas ideas o slogans que constituyen su stock intelectual disponible.
El comentario refleja la afinidad ambivalente entre la burocratización y democracia. Bajo un sistema de sufragio universal, las dimensiones de las organizaciones partidarias aumentan, al par que declina el papel de los notables políticos. Los funcionarios y las autoridades del partido, si no aspiran personalmente a los cargos públicos, ejercen una influencia decisiva en la designación de los candidatos. Weber reconocía que la burocracia es menos hostil al liderazgo en los partidos políticos que en el gobierno, en la medida que aquellos se mantienen en pie de lucha para las campañas electorales. Pero advertía también que los miembros regulares del partido y los empleados influyentes de las organizaciones de interés tienden a desconfiar de los políticos cuyo poder se funda en el magnetismo personal sobre el votante. Bajo sufragio universal, la tensión entre el liderazgo carismático y los imperativos de las organizaciones partidarias modernas es un atributo genérico de las elecciones.
El carisma de un candidato como orador puede tener suprema importancia en una compañía, aunque su designación esté fundamentalmente en manos de las autoridades del partido, que controlan los enormes recursos financieros que se requieren. El volumen de la oratoria es siempre creciente en las campañas electorales modernas, y parece perder en contenido lo que gana en ascendiente sobre la masa.
Los discursos apuntan a producir un impacto emocional:
• A dar al pueblo una imagen del poder del partido y de su confianza en la victoria.
• A impresionar su sensibilidad con las virtudes carismáticas del candidato al liderazgo.
Cuando el carisma personal se pone de manifiesto en la campaña, el líder puede emanciparse de la organización del partido y hasta entrar en conflicto con ella. Aunque los partidos se hayan transformado en organizaciones burocráticas, con funcionarios profesionales, del mismo modo si se mantienen con las cuotas de sus afiliados y el productos de sus propias empresa, que si dependen de los subsidios de protectores financieros, de contactos personales y de su patrocinio de los cargos públicos, el líder carismático puede desbaratar estos intereses creados, en virtud de su poder de ganas votos. El elemento carismático forma así parte integral de un sistema de partidarias en el proceso electorales.
Por lo demás, aunque la burocracia milite contra el liderazgo político, la posibilidad de que este exista es de cualquier modo inherente a ciertos aspectos técnicos del gobierno representativo. No es fácil que un representante electo funcione como mero servidor de su distrito, esto es, como un delegado, en el sentido literal de la palabra.
Para que su actuación refleje los deseos de los votantes con mayor exactitud se han ensayado, varios métodos; pero ni el retiro de los representantes, ni el control de las decisiones parlamentarias mediante referéndum, ni a la frecuencia incrementada de las elecciones, logran, a juicio de Weber, ese propósito. Si se logrará que el representante dependiera más del pueblo, aumentaría el poder del partido político sobre él, ya
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