CRONICA: La tarde del comienzo incompleto de un sueño

CRONICA: La tarde del comienzo incompleto de un sueño

Pareciera ser cualquier tarde de viernes para un chico como yo de 14 años, excepto que al despertarme, respiro diferente, mis latidos son más rápidos, la sensación de que hoy es diferente se siente hasta en el aire  fresco de la estación de invierno, las pulsaciones se expanden en todo mi cuerpo hasta llegar al punto de mi órgano reproductor masculino, no sé si sea la adolescencia o la emoción de que llego el día en el que daré mi primer concierto de batería. Solo puedo pensar en eso mi mente, no sabe nada más, apenas se me mi nombre, el lugar y la fecha de la tocada, Viernes a las 7 pm en el auditorio de la CANACO.

Son las 14:00 pm como con tranquilidad, pero mi cabeza  ya está sonando el estruendoso sonido de las percusiones al ritmo de esa canción que me pase ensayando  todas las noches durante 30 días, me empiezo a imaginar ya el futuro, yo en el escenario y toda la raza prendida, tal vez. Después de la comida viene el reposo, la tranquilidad, volver a escuchar el par de canciones que interpretare. Dos horas más tarde, comienzo el ritual, me ducho, me arreglo como todo un rockstar versión pueblerino, playera negra, pantalón entubado, tenis VANS que tienen la imagen de una calaverita. No podían faltar las herramientas, los utensilios, las baquetas que estarán encargadas de fusionarse con mis manos para ser uno solo. 5 y media Pm tomo camino al lugar, con el único objetivo de llenarme de rock, entro al recinto donde se profesa más que una religión, un estilo de vida que te puede llevar a no morir jamás, donde nacen los profetas de la lírica y melódica.

Escucho al músico que pasa previo a mí, es muy bueno me inspira su onda, pero no dejo de concentrarme, siento mi sangre correr por mis venas, escucho mi nombre para pasar a mostrar lo que he aprendido en la academia de música.  Me subo al escenario, la batería es hermosa, me siento como si fuera a hacer el amor, o entregar mi alma a algún ser divino y sentir el nirvana, el nivel más alto de espiritualidad, tomo el banquillo lo pongo debajo de mí y me siento en él. Se deja venir la melodía, y me dejo ir yo en ella, toco todo lo que hasta a mi alcance no solo con mis baquetas, si no también con mi interpretación, ya que el público siente conmigo la música y siento yo con ellos, en la segunda melodía termino en éxtasis, tanto como para cantar y gritar desenfrenadamente la canción, todo sea por sentirme en paz y armonía, y solo eso era suficiente para hacerme sentir así. Termina mi turno, los jueces del evento dan mi calificación donde veo puras letras A que era lo que esperaba pero  bajo del escenario donde vuelvo a ser un simple terrenal con una pequeña diferencia, que la experiencia vivida en ese roll que me hizo una marea en  mi ser, se quedara grabado en mi fragmentaria memoria de la cual, lo más significativo fue el logro que después se convertiría en una batalla de tres que lograra pero que no significaría que ganara la guerra.

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