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Carta De Un Joven Que Se Propone Abrazar La Carrera Del Arte


Enviado por   •  18 de Mayo de 2015  •  1.039 Palabras (5 Páginas)  •  360 Visitas

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La esencia y el encanto de esa época ajetreada y

deliciosa residen tanto en la ignorancia de uno

mismo como en la ignorancia de la vida. Una y

otra vez aúna el hombre joven estas dos

incógnitas, ya en un ligerísimo roce, ya en un

abrazo amargo; con un placer exquisito o con

un dolor punzante; pero en ningún caso con

indiferencia, a la cual es totalmente ajeno, o con

ese sentimiento cercano a la indiferencia, la

aceptación. Si se trata de un joven sensible, que

se excita con facilidad, el interés por esta serie

de experimentos excederá con mucho el placer

que de ellos derive. Aunque así lo crea, no ama

la belleza ni busca el placer; su objetivo será

cumplir su vida y degustar la diversidad del

destino humano, y en ello hallará suficiente

recompensa. Porque hasta que la cuchilla de la

curiosidad se embota, todo lo que no es vida y

búsqueda desaforada de experiencias ofrece

para él un rostro de repulsiva aridez que

difícilmente podrá evocar más tarde; o, de

haber alguna excepción -y el destino entra aquí

en escena-, es en los momentos en que, hastiado

o ahíto de la actividad primaria de los sentidos,

revive en su memoria la imagen de los placeres

y las penas pasados. De esta suerte, rechaza las

profesiones rutinarias y se inclina

insensiblemente hacia la carrera del arte que

solamente consiste en saburear y dar cuenta de

la experiencia.

Esto, que no es tanto vocación por un arte

cuanto impaciencia para con las restantes

ocupaciones honradas, se presenta

frecuentemente aislado; y siendo así, se va

borrando con el paso de los años. Bajo ningún

concepto se le debe prestar atención, pues no es

una vocación, sino una tentación; y cuando,

hace días, su padre desaprobó de forma tan

cruda (y a mi juicio) tan certera su ambición, no

es improbable que recordase un episodio

similar de su pasado. Porque acaso la tentación

sea tan frecuente como la vocación es rara.

Además, hay vocaciones imperfectas; hay

hombres vinculados no tanto a un arte en

particular cuanto al

ars artium

general, base

común de todo arte creativo; ora se entregan a

la pintura, ora estudian contrapunto o

pergeñan un soneto: todo con idéntico interés,

no pocas veces con conocimientos genuinos. Y

de esta disposición, cuando despunta, me

resulta difícil hablar; pero le aconsejaría

dedicarse a las letras, pues, al servicio de la

literatura (red de tan amplia cabida), toda su

erudición pudiera serle útil algún día y, si

continuara trabajando y se convirtiera al cabo

en un crítico, sabría utilizar las herramientas

necesarias. Por último, llegamos a esas

vocaciones que son, a la vez, claras y decisivas;

a los hombres que llevan en las venas el amor a

los pigmentos, la pasión por el dibujo, el talento

para la música o el impulso de crear mediante

las palabras, de la misma forma que otros, o

acaso los mismos, nacen amantes de la caza, el

mar, los caballos o el torno. Están

predestinados; si un hombre ama su oficio con

independencia del éxito u la fama, los dioses

han llamado a su puerta. Tal vez posea una

vocación más amplia: sienta debilidad por

todas las artes, y pienso que a menudo éste es

el caso; pero es en esa disciplinada entrega a

una sola, en el entusiasmo inquebrantable por

los logros técnicos y (quizá por encima de todo)

en la candorosa actitud con que acomete su

insignificante empresa con una gravedad

propia de los cuidados del imperio y estima

valioso conseguir, a cualquier coste de trabajo y

tiempo,

...

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