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Enviado por   •  6 de Marzo de 2012  •  10.781 Palabras (44 Páginas)  •  362 Visitas

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SIMILES Y METAFORAS

El Símil

Cuando se hace una comparación formal entre dos objetos, buscando impresionar la mente con algún parecido o semejanza, la figura se llama "símil". En Isaías 55:10‑11, hallamos un hermoso ejemplo de esto: "Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve y no vuelve allá sino que harta la tierra y la hace germinar y producir y da simiente al que siembra y pan al que come: así será mi palabra, que sale de mi boca, no volverá a mí vacía; antes hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para que la envié".

Los símiles ocurren con frecuencia en las Escrituras y teniendo por objeto ilustrar la idea del autor, no envuelven dificultades de interpretación. Cuando el salmista dice: "Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades; velo y soy como el pájaro solitario sobre el tejado" (Salmo 102:6) En Mat. 28:3, se dice del ángel que movió la piedra de la puerta del sepulcro, que "su aspecto era como un relámpago y su vestido blanco como la nieve"... En Romanos 12:4, el apóstol ilustra la unidad de la Iglesia y la diversidad de sus ministros individuales por medio de la siguiente comparación: "De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros empero todos los miembros no tienen la misma operación, así muchos somos un cuerpo en Cristo, mas todos miembros los unos de los otros". Compárese, también, 1 Cor. 12:12. En todos estos casos, así como en otros, la comparación se interpreta por sí sola, en tanto que las imágenes intensifican el pensamiento principal.

Hallamos un hermoso ejemplo de símil en el final del Sermón del Monte (Mat. 7: 24‑27): "Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, le compararé a un varón prudente que edificó su casa sobre la peña". Tenemos, por un lado, la figura de una casa cimentada sobre la roca inconmovible, a la que ni las tormentas ni los aluviones pueden conmover; por la otra parte tenemos una casa construida sobre movible arena, incapaz de resistir la violencia de los vientos y los aluviones. La similitud así formalmente desarrollada se convierte, realmente, en una parábola y la mención de lluvias, aluviones y vientos, implica que la casa ha de ser probada por el tejado, los cimientos y los costados, ‑techo, fundamento y centro. Pero no debemos imitar a los místicos, tratando de hallar alguna forma especial y distinta de tentación en cada una de estas tres palabras. El gran símil presenta en forma muy impresionante el porvenir seguro que espera a los que creen y obedecen la palabra del Señor Jesús, como asimismo el que espera a los que oyen pero se niegan a obedecer. Compárese este símil con la alegoría de Ezequiel 13:11‑15.

Es común a todos los idiomas una clase de ilustraciones que, con propiedad, podrían llamarse comparaciones opuestas. Hablando estrictamente no son símiles, metáforas, parábolas ni alegorías. Y, sin embargo, incluyen algunos elementos de todas ellas. Se introduce un hecho o una figura con propósitos ilustrativos y, sin embargo, no se usan palabras formales de comparación; pero el que lee o escucha percibe inmediatamente que se supone una comparación. Algunas veces esas comparaciones supuestas siguen a un símil regular. En 2 Tim. 2:3, leemos: "Tú, pues, sufre trabajos, como fiel soldado de Jesucristo". Pero inmediatamente después de estas palabras, y conservando la figura introducida por ellas en la mente del lector, el apóstol añade: "Ninguno que milita se embaraza en los asuntos de la vida; a fin de agradar a aquél que lo tomó por soldado". Aquí no hay figura de lenguaje sino la declaración sencilla de un hecho plenamente reconocido en el servicio militar. Pero siguiendo al símil del verso 3, está evidentemente empleada como una extensión de la ilustración y toca a Timoteo el hacer la necesaria aplicación de ella. Luego siguen otras dos ilustraciones cuya aplicación también se presume que el lector mismo la hará. "Y aun, también, el que lidia, no es coronado si no lidiare legítimamente. El labrador, para recibir los frutos, es menester que trabaje primero". Estas son declaraciones claras y literales pero se supone, tácitamente, la comparación, y Timoteo no podía dejar de hacer la aplicación apropiada. La profunda consagración del verdadero ministro a la obra que está a su cargo, su sumisión cordial, su conformidad a la autoridad y orden legales y su infatigable laboriosidad, son los puntos que, especialmente, se hacen resaltar por medio de estas ilustraciones. Un ejemplo parecido de ilustración lo hallamos en Mat.. 7:15‑20. "Guardas de los falsos profetas que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces". Aquí tenemos una metáfora atrevida, vigorosa, que nos obliga a pensar en el falso maestro como en un lobo oculto a la vista del público por medio del disfraz que le proporciona el cuero de una oveja. Pero el versículo siguiente introduce otra figura enteramente distinta: "Por sus frutos los conoceréis"; y luego, para dar aún mayor sencillez a la figura, nuestro Señor pregunta: "¿Cojéense uvas de los espinos o higos de los abrojos?" La pregunta exige una respuesta negativa y ella misma constituye una negativa llena de énfasis. En consecuencia, procede a usar la fórmula de comparación: "Así, todo buen árbol lleva buenos frutos, mas el árbol maleado los lleva malos"; y entonces, abandonando la comparación formal, añade: "No puede el buen árbol llevar malos frutos ni el maleado llevarlos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto cortase y échase en el fuego. Así que (en vista de estos hechos tan bien conocidos, innegables, aducidos por mí como ilustraciones, repito la afirmación que hice hace poco), "por sus frutos los conoceréis". En otro capítulo demostraremos que toda verdadera parábola es un símil, aunque no todos los símiles sean parábolas. Los ejemplos de comparación supuesta que hemos dado, aunque se distinguen tanto del símil como de la parábola propiamente dichos, contienen elementos esenciales de ambos.

La Metáfora

La metáfora es una comparación implicada y en todos los idiomas ocurre con mucha mayor frecuencia que el símil. Se diferencia de éste en ser una forma de expresión más breve y más contundente y en que transforma las palabras, de su significado literal a otro nuevo y notable. El pasaje que se halla en Oseas 13: 8: "Los devorare como león", es un símil o sea una comparación formal; pero Gén. 49:9: "Cachorro de león es Judá", es una metáfora. Podemos comparar alguna cosa con la fuerza salvaje y la rapacidad del león, o con el vuelo rápido del águila, o con la brillantez del sol,

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