Cazadores De Sombras
Enviado por Belierectioner • 29 de Septiembre de 2013 • 471 Palabras (2 Páginas) • 437 Visitas
12. había mirado de ese modo antes, hubiese hecho lo que hubiese hecho. —Fue un error… —¿Jace? Max, el más joven de los Lightwood, se coló por el lado de Maryse, y entró como una exhalación en la sala, esquivando la mano de su madre, que intentaba agarrarle. —¡Has vuelto! Todos habéis vuelto. —Giró sobre sí mismo, sonriendo triunfal a Alec y a Isabelle—. Me había parecido oír el ascensor. —Y a mí me parece que te dije que te quedaras en tu habitación —replicó Maryse. —No lo recuerdo —respondió Max, con una seriedad que hizo sonreír incluso a Alec. Max era pequeño para su edad —parecía tener unos diecisiete años—, pero poseía una reservada circunspección que, combinada con sus gafas descomunales le proporcionaba el aire de alguien mayor. Alec le alborotó los cabellos, pero Max seguía mirando a Jace con ojos brillantes. Jace sintió que el frío puño que le estrujaba el estómago se relajaba un poco. Max siempre le había idolatrado como no lo hacía con Alec, probablemente porque Jace era muchísimo más tolerante con la presencia del pequeño. —He oído que peleaste con un Demonio Mayor —dijo Max—. ¿Fue formidable? —Fue…diferente —respondió Jace evasivo—. ¿Qué tal Alacante? —Eso sí que fue formidable. Vimos las cosas más fabulosas. Tienen un arsenal enorme, y me llevaron a algunos de los lugares donde fabrican las armas. También me enseñaron un modo nuevo de fabricar cuchillos serafín, para que duren más y voy a intentar conseguir que Hodge me enseñe… Jace no pudo evitarlo; los ojos se le fueron al instante hacia Maryse con una expresión incrédula. ¿Así que Max no sabía lo de Hodge? ¿No se lo habían contado? Maryse vio su expresión, y los labios se le afinaron en una línea delgada como un cuchillo. —Ya es suficiente, Max —ordenó, y agarró a su hijo menor del brazo. Éste echó la cabeza hacia atrás para mirarla sorprendido. —Pero estoy hablando con Jace… —Ya lo veo. —Le empujó con suavidad hacia Isabelle—. Isabelle, Alec, llevad a vuestro hermano a su habitación. Jace —había tensión en la voz de Maryse cuando pronunció su nombre, como si un ácido invisible secara las sílabas en su garganta—, límpiate y reúnete conmigo en la biblioteca tan pronto como puedas. —No lo entiendo —intervino Alec, pasando la mirada entre su madre y Jace—. ¿Qué es lo que sucede? Jace podía notar que un sudor frío empezaba a correrle por la columna vertebral. —¿Tiene esto que ver con mi padre? —preguntó. Maryse se estremeció dos veces, como si las palabras «mi padre» hubiesen sido dos bofetones separados. —La biblioteca —dijo con los dientes apretados—. Discutiremos el asunto allí. —Lo que ha pasado mientras no estabais no ha sido culpa de Jace —intervino Alec—. Todos estuvimos metidos en ello. Y Hodge dijo… —También hablaremos sobre Hodge más tarde.
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