Cazadores De Sombras
Enviado por 123athenea123 • 5 de Noviembre de 2013 • 3.739 Palabras (15 Páginas) • 452 Visitas
Sin duda estás de broma dijo el gorila de la puerta, cruzando
los brazos sobre el enorme pecho.
Dirigió una mirada amedrentadora al muchacho de la chaqueta
roja con cremallera y sacudió la afeitada cabeza.
No puedes entrar con eso ahí.
Los aproximadamente cincuenta adolescentes que hacían cola
ante el club Pandemónium se inclinaron hacia adelante para poder oír.
La espera era larga para entrar en aquel club abierto a todas las edades,
en especial en domingo, y no acostumbraba a suceder gran cosa
en la cola. Los gorilas eran feroces y caían al instante sobre cualquiera
que diera la impresión de estar a punto de causar problemas. Clary
Fray, de quince años, de pie en la cola con su mejor amigo, Simon, se
inclinó como todos los demás, esperando algo de animación.
¡Ah, vamos!
El chico enarboló el objeto por encima de la cabeza. Parecía un
palo de madera con un extremo acabado en punta.
Es parte de mi disfraz.
El portero del local enarcó una ceja.
¿Qué es?
El muchacho sonrió ampliamente. Tratándose de Pandemónium,
tenía un aspecto de lo más normal, se dijo Clary. Lucía cabellos teñidos
de azul eléctrico, que sobresalían en punta alrededor de la cabeza igual
que los zarcillos de un pulpo sobresaltado, pero sin complicados tatuajes faciales ni grandes
barras de metal atravesándole las orejas o los
labios.
Soy un cazador de vampiros. Hizo presión sobre el objeto de
madera, que se dobló con la facilidad de una brizna de hierba torciéndose
hacia un lado . Es de broma. Gomaespuma. ¿Ves?
Los dilatados ojos del muchacho eran de un verde excesivamente
brillante, advirtió Clary: del color del anticongelante, de la hierba en
primavera. Lentes de contacto coloreadas, probablemente. El hombre
de la puerta se encogió de hombros, repentinamente aburrido.
Ya. Entra.
El chico se deslizó por su lado, veloz como una anguila. AClary le
gustó el movimiento airoso de sus hombros, el modo en que agitaba
los cabellos al moverse. Había una palabra en francés que su madre habría
usado para describir al muchacho: insouciant, despreocupado.
Lo encontrabas guapo dijo Simon en tono resignado , ¿verdad?
Clary le clavó el codo en las costillas, pero no respondió.
Dentro, el club estaba lleno de humo de hielo seco. Luces de colores
recorrían la pista de baile, convirtiéndola en un multicolor país de
las hadas repleto de azules, verdes ácidos, cálidos rosas y dorados.
El chico de la chaqueta roja acarició la larga hoja afilada que tenía
en las manos mientras una sonrisa indolente asomaba a sus labios. Había
resultado tan fácil... un leve glamour (un encantamiento) en la hoja,
Cassandra Clare Cazadores de sombras I Ciudad de Hueso
para que pareciera inofensiva, otro poco en sus ojos, y en cuanto el encargado
de la puerta le hubo mirado directamente, entrar ya no fue un
problema. Por supuesto, probablemente habría conseguido pasar sin
tomarse tantas molestias, pero formaba parte de la diversión..., engañar
a los mundis, haciéndolo todo al descubierto justo frente a ellos,
disfrutando de las expresiones de desconcierto de sus rostros bobalicones.
Eso no quería decir que los humanos no fueran útiles. Los ojos verdes
del muchacho escudriñaron la pista de baile, donde delgadas extremidades
cubiertas con retazos de seda y cuero negro aparecían y desaparecían en el interior de rotantes
columnas de humo mientras los
mundis bailaban. Las chicas agitaban las largas melenas, los chicos balanceaban
las caderas vestidas de cuero y la piel desnuda centelleaba
sudorosa. La vitalidad simplemente manaba de ellos, oleadas de energía
que le proporcionaban una mareante embriaguez. Sus labios se
curvaron. No sabían lo afortunados que eran. No sabían lo que era sobrevivir
a duras penas en un mundo muerto, donde el sol colgaba inerte
en el cielo igual que un trozo de carbón consumido. Sus vidas brillaban
con la misma fuerza que las llamas de una vela... y podían
apagarse con la misma facilidad.
La mano se cerró con más fuerza sobre el arma que llevaba, y había
empezado a apretar el paso hacia la pista de baile cuando una chica
se separó de la masa de bailarines y empezó a avanzar hacia él. Se
la quedó mirando. Era hermosa, para ser humana: cabello largo casi
del color exacto de la tinta negra, ojos pintados de negro. Un vestido
blanco que llegaba hasta el suelo, del estilo que las mujeres llevaban
cuando aquel mundo era más joven, con mangas de encaje que se
acampanaban alrededor de los delgados brazos. Rodeando el cuello
llevaba una gruesa cadena de plata, de la que pendía un colgante rojo
oscuro del tamaño del puño de un bebé. Sólo tuvo que entrecerrar los
ojos para saber que era auténtico..., auténtico y valioso. La boca se le
empezó a hacer agua a medida que ella se le acercaba. La energía vital
palpitaba en ella igual que la sangre brotando de una herida abierta.
Le sonrió al pasar junto a él, llamándole con la mirada. Se volvió para
seguirla, saboreando el imaginario chisporroteo de su muerte en los labios.
Siempre era fácil. Podía sentir cómo la energía vital se evaporaba
de la muchacha para circular por sus venas igual que fuego. ¡Los humanos
eran tan estúpidos! Poseían algo muy precioso, y apenas lo protegían.
Tiraban por la borda sus vidas a cambio de dinero, de bolsitas
que contenían unos polvos, de la sonrisa encantadora de un desconocido.
La muchacha era un espectro pálido que se retiraba a través del
humo de colores. Llegó a la pared y se volvió, remangándose la falda
con las manos, alzándola mientras le sonreía de oreja a oreja. Bajo la
falda, llevaba unas botas que le llegaban hasta el muslo.
Fue hacia ella con aire despreocupado, con la piel hormigueando
por la cercanía de la muchacha. Vista de cerca, no era tan perfecta. Vio rímel
corrido bajo los ojos, el sudor que le pegaba el cabello al cuello. Olió
su mortalidad, el olor dulzón de la put refacción. Eres mía , pensó.
Una sonrisa fría curvó sus labios. Ella se hizo a un lado, y vio que
estaba apoyada en una puerta cerrada. PROHIBIDALAENTRADA ,
estaba garabateado sobre ella en pintura roja. La muchacha alargó
...