Claves de la organización escolar-Orden y normalidad mínima.
Enviado por forja745 • 9 de Enero de 2017 • Trabajo • 2.560 Palabras (11 Páginas) • 264 Visitas
Proyecto De Escuelas a Regiones |
ORDEN Y ORGANIZACIÓN EN LA ESCUELA |
Documento de trabajo para el primer encuentro |
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La escuela, el orden y la construcción de lo común
Desde la implantación de la educación primaria obligatoria, hace más de cien años, la escuela fue una poderosa herramienta para crear lo común y generar las bases del orden requerido para poner en marcha la modernización de la Argentina. Para educar y dar sentido a la vida en común en un país que crecía y cambiaba rápidamente, la institución escolar debía constituir un reparo frente a una modernización que ponía en duda gran parte de las certezas con las que habían vivido los argentinos del siglo XIX.
De este modo, el orden de la escuela se manifestaba claramente en un proceso por el cual la institución tenía la capacidad efectiva para para transformar los valores en normas, y las normas en personalidades individuales de los alumnos.[1] Si fuera del ámbito escolar el cambio incesante podía relativizar el respeto por los valores comunes, o el cumplimiento de ciertas normas, las autoridades educativas querían que la organización de la escuela permitiera que los niños viesen claramente por qué y cómo ellos serían una parte importante del futuro del progreso del país.
Durante el siglo XX y en la actualidad, con una experiencia histórica que se vio atravesada sucesivamente por situaciones de estabilidad y de turbulencia social, la educación escolar generó cotidianamente el orden requerido para crear lo común, incluyendo en sus aulas a todos los niños del país, cualquiera fuera su origen socioeconómico o cultural.
Hasta décadas recientes, “más escuela” significó más cantidad de niños que tendrían “un futuro”. Sin embargo, en el proceso de cambio acelerado que vivimos actualmente, la educación corre el riesgo de perder el sentido que la hizo funcionar durante un siglo. Los factores de desorganización que aparecen en diversas instituciones se manifiestan tanto en la actividad escolar, como en la vida cotidiana, familiar o laboral. Y si hace tiempo que todos los niños ingresan a la escuela primaria, el debilitamiento del orden institucional en la escuela afecta sobre todo a aquellos alumnos que experimentan mayores problemas de aprendizaje y desemboca en procesos de exclusión para los que no hay respuestas efectivas.
Por esto, hoy resulta imperioso asegurar que la escuela haga lo que sabe hacer mejor: asegurar que cada estudiante desarrolle su capacidad de aprender durante su niñez y adolescencia. Cuando un niño entra en la escuela tenemos que asegurarle que no tendrá problemas para relacionarse con distintas personas que encontrará allí: sus compañeros, sus docentes, los directivos, el personal de asistencia y de mantenimiento, etc. Dentro de la escuela, somos responsables de que cada niño no sea afectado por fallas organizativas, tanto en lo que se refiere a aspectos básicos de la convivencia, como al aprovechamiento del tiempo en el aula. Para que los niños puedan aprender, conviene preguntarnos qué les dice la escuela para que se orienten, qué necesitan saber acerca de las normas, los roles y los espacios de la organización escolar que los recibe. Subrayémoslo: la significación del orden escolar se entiende, sobre todo, desde el punto de vista de lo que cada niño necesita para poder aprender.
En síntesis, al referirnos a una escuela ordenada, pensamos en una que cuenta con las condiciones institucionales para que todos los chicos tengan motivos y convicción para asistir diariamente y tengan expectativas y posibilidades para mejorar sus aprendizajes, con la mayor facilidad. Estos son los requisitos básicos para que la escuela sea, efectivamente, una poderosa herramienta de inclusión social.
La definición de un orden, desde la escuela
Una organización que genere certidumbre y sea capaz de mejorar
Para fortalecer la institución escolar, es necesario preguntarse por el sentido que ella ofrece a quienes aprenden en sus aulas y en sus patios.
Una escuela organizada con sentido institucional es una que permite responder claramente a interrogantes de los alumnos, de sus familias y de los docentes: ¿para qué aprendo?, ¿para qué enseño? ¿qué formación adquieren los alumnos durante su escolarización y al egresar? Concebido de esta manera, el sentido apunta a la “razón de ser” de la escuela: que los chicos aprendan.
Asociado a un “paquete” de respuestas posibles a tales interrogantes, el sentido es fuente de certidumbre. Definido el sentido, cada escuela debe explicitar sus propias pautas o estrategias para que los alumnos aprendan. Para hacerlo, puede consultar a la comunidad, pero la responsabilidad es fundamentalmente del equipo escolar, más allá del modo de construirla.
Aunque prescripta legalmente, la obligatoriedad de la educación básica carece aún de mecanismos concretos destinadas a cumplirla. Tenemos que empezar por reducir la incertidumbre organizativa a través de una clarificación y distribución de responsabilidades de la escuela y de los padres para poner en marcha la educación pública del siglo XXI.
Como bien lo saben directores y maestros, las zonas grises en esta distribución de funciones y responsabilidades desorganizan o imposibilitan el cumplimiento de normas básicas en la escuela. La escuela tiene que comunicar sus metas, sus procedimientos y sus resultados a los familiares para que ellos, a su vez, puedan ejercer un rol activo en el cumplimiento de la obligatoriedad. Sin estos canales de comunicación, el orden escolar queda más expuesto a ser cuestionado y la escuela deja de ser creíble para la sociedad.
Junto a la búsqueda de mayor certeza para los niños y sus familias, tenemos que orientar la organización de la escuela hacia la mejora de los aprendizajes de los niños y debemos formular las pautas para lograr dicho objetivo. No se trata de armar un proyecto escolar como si estuviéramos posando para sacarnos una foto arropados con las ideas más novedosas y las mejores intenciones. Esa escena “fotografiada” estaría muy lejos de los desafíos que afrontan cotidianamente maestros y niños, mientras la innovación tecnológica y organizacional amplía incesantemente la información y el conocimiento disponibles. Por esto, no se trata de posar para una foto, sino de poner en marcha un proceso: año a año, la escuela se organiza para evaluar el logro en los aprendizajes que alcanzan sus alumnos y planifica con realismo e información “densa” los pasos a seguir para mejorar en el futuro inmediato.
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