Combate Naval De Iquique, Mi Vivencia.
Enviado por rematy • 10 de Mayo de 2015 • 657 Palabras (3 Páginas) • 167 Visitas
UNA CONTIENDA DESIGUAL
Don Pedro Agustín Prat Barril y María Luz Rosario Chacón, nunca se imaginaron que su pequeño hijo “Arturo”, se convertiría en uno de los hombres de mar, más importante para Chile.
La guerra iniciada en 1879, entre Chile y el Perú, movilizó a la escuadra chilena ante la necesidad de ganar el predominio en el mar al norte del país. Arturo, convertido ya en un hombre, comandaba la nave más importante de la escuadra nacional: “La Esmeralda”.
Nos encontrábamos, fondeados en la rada de Iquique. A ratos sentía miedo, toda la tripulación estaba inquieta producto de la incertidumbre de lo que estaba por suceder. Mientras esperábamos se presento un problema en la maquinaria, falló la caldera, la nave no se podía desplazar, ante esta situación seríamos presa fácil para nuestros enemigos.
Pasaban las horas, de pronto se escucho una voz gritando “Humos al norte”, era el vigía, quien ponía en alerta el avistamiento de las naves peruanas que a lo lejos se acercaban. Nuestro Comandante Prat se preocupó de que sus hombres se alimentaran, y cerca de las ocho de la mañana comenzaron los ritos del combate. Mi compañero Gaspar Cabrales, un muchacho de 12 años, era el tambor y corneta de abordo, tocó la orden de atención y mi Comandante, se dirigió a la tripulación:
"¡Muchachos: la contienda es desigual! Nunca nuestra bandera se ha arriado ante el enemigo, espero pues que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Mientras yo esté vivo, esa bandera flameará en su lugar, y os aseguro que si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber. ¡Viva Chile!"… … …¡Viva! , gritamos todos al unísono.
No había vuelta atrás, el combate era eminente. Cabrales, mientras tocaba el son de romper el fuego, se desploma a mis pies tras recibir un disparo proveniente de las fuerzas enemigas. De pronto sentimos un tremendo golpe, era el Huáscar que le había dado un espolonazo a proa de nuestra querida Esmeralda, eran aproximadamente el medio día, cuando el destructor peruano, golpeo nuevamente la nave. La Esmeralda se empezaba a hundir. Quise buscar un lugar seguro para seguir combatiendo, cuando vi caer a nuestro Comandante en la cubierta del Huáscar.
Sin darme cuenta, después de ver esa pequeña luz y de escuchar ese gran estruendo, sentí como un pinchazo caliente que golpeo mi pecho. Una bala peruana que se hizo parte de mi cuerpo, al mar me hizo parar. Mi hora había llegado, sabía que me estaba muriendo y mientras agonizaba una luz de gloria vino a mí, la cual me tajo una inmensa paz, cuando vi a mi querida Esmeralda descansar en el fondo del mar, con nuestra bandera chilena izada hasta el tope, tal como lo dijo “ARTURO
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