Comercio Y Desarrollo: Reflexiones Sobre El Tlc Y El Modelo De Internacionalización Económica
Enviado por valentinoguada • 17 de Noviembre de 2013 • 1.747 Palabras (7 Páginas) • 453 Visitas
La historia reciente del comercio internacional se caracteriza por el juego de los intereses políticos en el ámbito de las relaciones internacionales. La creación de las instituciones de Bretón Woods y posteriormente de la Organización Mundial del Comercio obedece a la necesidad estadounidense y de Europa occidental de diseñar un esquema económico internacional libre de enfrentamientos bélicos por la consecución de recursos naturales. Los países emergentes fueron invitados de piedra en estos foros internacionales, prueba de ello, son los pocos avances en la liberalización del mercado agrícola de las naciones desarrolladas, donde los pobres tienen ventajas comparativas de costos de producción.
En la medida en que la economía de los países desarrollados fue haciendo tránsito hacia la era posindustrial, sus intereses fueron más allá de la apertura del comercio de bienes industriales, ampliando el espectro de las aperturas a los llamados temas de tercera generación, como servicios, inversión, propiedad intelectual, medio ambiente y compras públicas. Por esta razón, los Estados Unidos mantiene una política activa en materia comercial para consolidar un marco normativo internacional que le permita el aprovechamiento de su supremacía tecnológica en servicios (telecomunicaciones, informática, logística, finanzas, consultoría, etc.), biotecnología y farmacéutica, y agricultura.
Los tratados de libre comercio de tercera generación buscan aumentar los estándares de propiedad intelectual, liberalizar el comercio de servicios transfronterizos, abrir los mercados agrícolas de los países menos desarrollados y fortalecer los instrumentos de protección al inversionista y crear foros especiales de solución de controversias para la inversión. El análisis de la estructura del tratado indica que limita el alcance de las políticas públicas y sirve de anclaje institucional al modelo económico propuesto por el TLC. El reciente fallo contra Argentina en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi), demuestra que al amparo de este tipo de acuerdos, el diseño de instrumentos de política económica está sujeto a los intereses particulares de los inversionistas extranjeros. Las implicaciones de lo anterior en un país con grandes desigualdades sociales, sumado a la necesidad de acciones económicas contundentes para salir del atraso y la pobreza deben revisarse con mucho cuidado. Los tratados de libre comercio no pueden convertirse en instrumentos de inmunidad diplomática para las empresas extranjeras.
Las posibilidades de acceso real al mercado americano son limitadas por las normas técnicas y las barreras sanitarias y fitosanitarias, además de la existencia de ayudas internas en el mercado americano que no están sujetas de la negociación. Por el contrario, las empresas estadounidenses tienen grandes posibilidades de incursionar en nichos atractivos, como las compras públicas y el mercado agrícola. La relación costo beneficio del acuerdo no es clara, y por lo tanto deben revisarse cuidadosamente sus implicaciones a largo plazo.
América Latina se debate, entre un esquema regional de comercio con el liderazgo de Brasil y un esquema bilateral entre cada uno de sus miembros y los Estados Unidos. El primero garantiza un mayor poder de negociación y por lo tanto mayores compromisos de desgravación sumados a mejores sistemas de protección para los productos sensibles de cada país. Sin embargo, la falta de liderazgo brasileño imposibilita la búsqueda de un norte común para los países al sur del río Bravo. La segunda opción, el esquema bilateral, reduce el poder de negociación de los latinos y por lo tanto las posibles ganancias del proceso. Desafortunadamente, este ha sido el camino escogido por lo latinos en los últimos años.
Del panorama histórico e institucional del comercio internacional en los últimos 50 años sólo cabe concluir que en la globalización estamos solos y por lo tanto la suerte del país está en nuestras manos. El TLC no es un instrumento de política comercial ideal, por el contrario esconde grandes compromisos de nuestra parte a cambio de un acceso real limitado. Si estamos solos, y si el TLC no se constituye en el gran instrumento de política económica, las preguntas que nos debemos hacer son: ¿Colombia hacia dónde debe ir? ¿Acaso debe cerrarse al mundo? ¿Regresar al modelo de sustitución de importaciones? ¿Rechazar la inversión extranjera? O, por el contrario, ¿acelerar el proceso de apertura?
No todo lo que brilla es oro
El tema de fondo, es que impacto genera la liberalización en el crecimiento, el empleo y la generación de riqueza, especialmente ahora que los defensores de los tratados de libre comercio argumentan que el TLC generará crecimiento y desarrollo, a pesar de los riesgos en materia agrícola, en salud pública o en el desarrollo industrial y de servicios, según ellos, la exposición a la competencia asimétrica, el fortalecimiento de la propiedad intelectual y el desmonte del esquema de incentivos y protección a la industria nacional es el camino a seguir en materia de desarrollo económico. La evidencia parece refutar por completo estas aseveraciones.
Diversos estudios, especialmente aquellos desarrollados por Sachs y Warner (1995) y Wacziarg (2003) demuestran que no existe una relación directa entre apertura y crecimiento. De hecho, más de 50% de los países que han implementado esquemas acelerados de liberalización sin la debida preparación institucional y de infraestructura experimentaron cero crecimiento o inclusive decrecimiento en los años posteriores a la apertura comercial.
Este es precisamente el fondo del debate económico contemporáneo, la relación existente entre las condiciones iniciales de preparación y el resultado de las liberalizaciones masivas de la economía.
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