Como anda el mundo, vision de Babuco, escrita por él propio
Enviado por danielnunez • 31 de Marzo de 2012 • Tutorial • 10.278 Palabras (42 Páginas) • 939 Visitas
The Project Gutenberg EBook of Novelas de Voltaire Tomo Primero, by Voltaire
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Title: Novelas de Voltaire Tomo Primero
Author: Voltaire
Posting Date: November 12, 2011 [EBook #9895]
Release Date: February, 2006
First Posted: October 28, 2003
Language: Spanish
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Novelas de Voltaire Tomo Primero
Contents:
Como Anda el Mundo, Vision de Babuco
Memnon, o La Cordura Humana
Micromegas,
Historia Filosofica
Historia de un Buen Brama,
Los Dos Consolados
COMO ANDA EL MUNDO, VISION DE BABUCO,
ESCRITA POR ÉL PROPIO.
Entre los genios que á los imperios del mundo presiden, ocupa Ituriel
uno de los primeros puestos, y tiene á su cargo el departamento de la
alta Asia. Baxó una mañana á la mansion del Escita Babuco, á orillas
del Oxô, y le dixo así: Babuco, los Persas han incurrido en nuestro
enojo por sus excesos y sus desvaríos, y ayer se celebró una junta de
genios de la alta Asia para decidir si habian de castigar ó destruir á
Persepolis. Vete á este pueblo, examínalo todo; me darás cuenta, y por
tu informe determinaré si he de castigar ó exterminar la ciudad. Yo,
señor, respondió humildemente Babuco, ni he estado nunca en Persia, ni
conozco en todo aquel imperio á ninguno. Mas vale así, dixo el ángel,
que no serás parcial. Del cielo recibiste sagacidad, y yo añado el don
de inspirar confianza: ve, mira, escucha, observa, y nada temas, que
en todas partes serás bien visto.
Montó pues Babuco en su camello, y se marchó con sus sirvientes. Al
cabo de algunas jornadas, encontró en los valles de Senaar el exército
persa que iba á pelear con el exército indio; y dirigiéndose á un
soldado que halló en un parage remoto, le preguntó qual era el motivo
de la guerra. Por los Dioses celestiales, que no lo sé, dixo el
soldado, ni me importa; mi oficio es matar ó que me maten para ganar
mi vida: servir aquí ó allí, es para mí todo uno; y aun puede ser que
me pase mañana al campo de los Indios, que dicen que dan á los
soldados cerca de media-dracma de cobre al dia mas que en este maldito
servicio de Persia. Si quereis saber porque pelean, hablad con mi
capitan. Babuco, despues de haber hecho un regalejo al soldado, entró
en el campo, y habiendo hecho conocimiento con el capitan le preguntó
el motivo de la guerra. ¿Cómo quereis que lo sepa yo? ¿y qué me
importa, sea el que quiera? Yo resido á doscientas leguas de distancia
de Persepolis; me dicen que se ha declarado la guerra, y al punto dexo
mi familia, y, como es costumbre, voy á buscar fortuna ó la muerte,
porque no tengo otra cosa que hacer. ¿Y vuestros camaradas, dixo
Babuco, no estan tampoco mas instruidos que vos? No, dixo el oficial:
solamente nuestros principales sátrapas son los que á punto fixo saben
porque nos degollamos.
Atónito Babuco se introduxo con los generales, y se insinuó en su
familiaridad. Al fin le dixo uno de ellos: La causa de la guerra que
asuela veinte años ha el Asia, procede en su orígen de una contienda
de un eunuco de una de las mugeres del gran rey de Persia, con un
oficinista del gran rey de las Indias. Tratábase de un derecho que
producia con corta diferencia un triésimo de darico; y como tanto el
primer ministro de Indias como el nuestio sustentáron con dignidad los
derechos de su amo respectivo, se inflamáron los ánimos, y saliéron á
campaña de cada parte un millon de soldados. Cada año es necesario
reclutar estos exércitos con quatrocientos mil hombres. Crecen las
muertes, los incendios, las ruinas y las talas; padece el universo, y
sigue la enemiga. Nuestro ministro y el de Indias protestan con mucha
freqüencia que no les mueve otra cosa que la felicidad del linage
humano; y á cada protesta se destruye alguna ciudad, ó se asuelan
algunas provincias.
Habiéndose al otro dia esparcido la voz de que se iba á firmar la paz,
dieron el general indio y el persa á toda priesa la batalla, que fue
sangrienta. Vió Babuco todos los yerros y todas las abominaciones que
se cometiéron, y fué testigo de las maquinaciones de los principales
sátrapas, que hiciéron quanto estuvo en su mano para que la perdiera
su general: vió oficiales muertos por su propia tropa; vió soldados
que acababan de matar á sus moribundos camaradas, por quitarles
algunos andrajos ensangrentados, rotos y cubiertos de inmundicia;
entró en los hospitales adonde llevaban á los heridos, que perecían
casi todos por la inhumana negligencia de los mismos que pagaba á peso
de oro el rey de Persia para que los socorriesen. ¿Son hombres estos,
exclamaba Babuco, ó son fieras? Ha, bien veo que ha de ser destruida
Persepolis.
Preocupado con esta idea pasó al campo de los Indios, donde, conforme
á lo que se le habia pronosticado, le recibiéron con tanto agasajo
como en el de los Persas, y donde presenció los mismos excesos que le
habian llenado de horror. Ha, ha, dixo para sí, si quiere el ángel
Ituriel exterminar á los Persas, también tiene que exterminar á los
Indios el ángel de las Indias. Habiéndose informado luego mas
menudamente de quanto en ambos exércitos habia sucedido, supo acciones
magnánimas, generosas y humanas, que le pasmáron y le embelesáron.
Inexplicables mortales, exclamó, ¿cómo podéis juntar con tanta torpeza
tanta elevacion, y tantas virtudes con tantos delitos?
Declaróse en breve la paz, y los caudillos de ambos exércitos, que
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