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Como se da el Dislocando el canon: curaduría como historia en América Latina con Julia Buenaventura


Enviado por   •  12 de Abril de 2018  •  Ensayo  •  1.746 Palabras (7 Páginas)  •  127 Visitas

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Dislocando el canon: curaduría como historia en América Latina con Julia Buenaventura

Ensayo (14/03/2018). Susana Restrepo Díaz

“XXIV Bienal da Antropofagia” (São Paulo, 1998), curada por Paulo Herkenhoff y Adriano Pedrosa

Bienal da Antropofagia nos invita a una reflexión extensa sobre cómo el arte contemporáneo en Brasil parte de los principios de la vanguardia a comienzos del S. XX para hallar nuevamente en 1998 la validez del espíritu antropofágico declarado por Oswald de Andrade en 1928. Transversalidades que se desatan en el S. XVI con el Eurocentrismo, e intersecciones que integran con las múltiples miradas cada una de las obras allí expuestas, constituyen la visión de una época que nos impone un nuevo desafío en São Paulo-cosmopolita: restaurar el presente con las raíces de un Brasil globalizado. La nostalgia es nuestra ancla y nuestro impulso para comprender los ejes de la Bienal como parte de una iniciativa que actualiza el rito caníbal, ahora como un icono que nos recuerda las capacidades de asimilación cultural.

La interpretación poética de Herkenhoff para retomar “lo nativo” en el contexto de un capitalismo irreversible, puede ser leída entonces a partir de su núcleo histórico. Los complementos son Arte contemporáneo brasilero: um e /entre outro/s; roteiros, roteiros, roteiros, roteiros, roteiros, roteiros, roteiros y representaciones nacionales (que cuenta como invitados a 54 artistas). De modo que se trata de un proyecto de largo alcance, siempre que la curaduría resulta ser la oportunidad para configurar un acervo de investigación y un lugar de la memoria que nos devuelve a la reconstrucción de un concepto estético, político y ético. Estos complementos, aunque no los revisaremos en el presente ensayo, parecen sugerir una estrategia con que la Bienal está operando a través de su núcleo. Nos conduce a un punto de vista crítico, en términos de Lisette Lagnado, en que parece imprescindible la pregunta “¿somos todos caníbales?” Acaso, ¿Solo la antropofagia nos une? ¿Qué significa la búsqueda de identidad nacional cuando el fenómeno dominante yace en la multiculturalidad?

Nos ubicamos en una tensión entre el deseo de reivindicar la raza y el deseo de vivir la modernidad. Inasibles y paradójicos, ambos deseos trazan el devenir de la historia en América Latina. Somos modernos en cuanto la construcción de identidad parece permanente. Pero a su vez, nuestra identidad depende de una resistencia cultural inigualable, una búsqueda de lo propio que no cesa. Fuerza que deviene exótica y se instaura en el lenguaje colectivo de una sociedad utópica. Se trata de la paradoja que yace en la invención de un arte local, capaz de proclamar una fuerza universal que haga evidente la metáfora en sí, la realidad que muta con su pasado emergente. Parece ser el momento perfecto para re-significar la obra que carece de representación y libera al espectador del acto de la percepción para convertirlo en quien actualiza el espacio. Es decir, observar es activar la obra con la mirada a la que pertenece de facto. Mário de Andrade develaría en esta dirección cómo el arte es político de suyo, cómo mirar el mundo es mirar el arte. El pensamiento creativo se integra orgánicamente a la experiencia vivida. Bajo esta ruptura decisiva de las fronteras conceptuales, São Paulo se vuelve el cenit de la exposición continental.

Antropofagia como movimiento artístico, propone un giro fundamental a la mirada de Los Grandes Viajes de Theodor de Bry (1528-1598) y su Americae Tertia Pars (1592). Obras que reúnen las narrativas del “Nuevo mundo” a la luz de las observaciones que el alemán y grabador Hans Staden junto al francés Jean de Léry le transmitirían tras los meses que permanecieron presos en Tupinambá-Brasil. No olvidarían jamás las escenas del ritual caníbal que habían presenciado. Desde la ejecución, preparación y consumo de la víctima, encontrarían allí una fuente esencial para sus grabados, retomando lo macabro y lo erótico de las costumbres aborígenes de esta región (Chicangana-Bayona, 2013). Los xilograbados del relato, en medio de las inconsistencias que parecen sugerir respecto a los textos etnográficos, ya asociarían la ingestión de carne con las creencias mágico-religiosas.

La obsesión por lo verídico nos cuestiona en esta instancia. Mientras tales creencias provocan sentimientos abominables en la “civilizada” Europa, la mitificación alrededor de Saturno devorando a su hijo, inicialmente de Paul Rubens en 1636, eleva a Ovidio como símbolo literario que participa de los mismos imaginarios que condenan la imagen de América. La construcción de la historia erige arquetipos disociados y remotos que tienden a la diferenciación de la realidad respecto al mito, pero lo que funge en el presente de las imágenes es la idealización del pasado: la mitificación de la escena caníbal que quiere saberse tragedia sin comprometer sus valores estéticos. El filicidio –como en Saturno-, o el parricidio –como en el caso de Edipo-, si nos valemos del lenguaje Freudiano, nos van a plantear una problemática determinante sobre la apropiación del otro y el acto de deglución digestiva de las identidades en cuestión. Identidades que por cierto practican la reflexión totémica en la Eucarística, rito caníbal en la apropiación de Cristo para ganar la redención en un culto casi teatral.

En su Manifiesto, Oswald de Andrade sugiere una oposición diametral al patriarcado, donde si bien, es la madre quien induce a su creatura al lenguaje simbólico, y por ende, la mujer ocupa un estadio previo a la lógica que el antropófago busca desconocer para reconstruir la suya propia (Vinkler, 1997). Veremos cómo este espíritu de reivindicación del matriarcado tiene lugar en la propuesta ultramoderna del arte contemporáneo en Brasil, a consideración de la diversidad y la cuna de inmigrantes que caracteriza este país, el dominio de las mujeres-artistas resulta no solo relevante sino representativo. Por mencionar a algunas, desde Anita Mafatti (1889-1964), Tarsila do Amaral (1886-1973), Lygia Clark (1920-2005), Mira Schendel (1919-), Ana Maria Tavares (1958) y Jac Leirner (1961), trabajan el arte abstracto, conceptual y urbano, inspiradas en ocasiones en las raíces del cubismo o el arte africano para expandir las posibilidades de la materialidad y dislocar el canon que la historia del arte había supuesto antes de ellas.

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