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Con Dios En Todas Partes


Enviado por   •  24 de Febrero de 2014  •  4.159 Palabras (17 Páginas)  •  312 Visitas

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Con Dios en todas partes

Desde la ventana el sol manda reflejos verdosos que se estrellan en los muebles cubiertos de sábanas policolores, retazos rojos y azules, con flores fugadas entre las líneas punteadas de cuadros negros rellenos de amarillo. En un segundo plano la música, ya cansada para esas horas de la congregación de corredores de maratón de cuadra, miembros flacos y bofos de viejos con frases optimistas en las playeras. Muy cerca su respiración, pausada pero llena de silbiditos que en las noches de silencio extremo lo llegan a espantar por su parecido, equívoco, con las chácharas de las gordas lavanderas del barrio El Pasito.

Las columnas blancas del salón escurren un líquido lechoso que se esparce por entre las rendijas del piso de loza mal colocada, y abajo, por el entresuelo llega hasta la banqueta formando mares y lagos de juguete, inhóspitas vasillas llenas de animalejos extraterrestre o infraterrestres, donde los niños, las docenas de risas que se desplazan de un lugar a otro de las casas escondidos en la ramas secas de las macetas, juegan a pescar la amiba del día o rescatar el resfriado que se les perdió anoche.

¡Toño! Ya te dije que no me dejan tomar de esa agua ¡Tooooñooo!

La exhalación queda a la mitad, tratando de retrotraer lo dejado a medias.

Los niños no debería gritar por las mañanas

No en estas mañanas

así, como en ésta

Ah, la conciencia lo sabe y lo comunica

–no comas con la boca llena, espera

Los párpados se aprietan, es inapelable

Pero los niños funcionan ahora, cuando la luz entibia las motas

que tratan de parar su paso hasta el suelo húmedo

Son niños-motas que detienen al sol

lo mueven en sus espaldas

Mira mensabruta, y luego no digas que porqué nadie quiere jugar contigo

(se oyen los pasos rápidos alejándose a la siguiente puerta, al siguiente pequeño conflicto de convivencia).

El aliento otra vez se acomoda al ritmo de los pulmones, órganos apretados en desorden dentro de una guayabera naranja con risas y comentarios sarcásticos en los flancos, en conjunto con unas mezclillas de hojarasca diagonal y vísceras grises. Poco a poco, los ruidos se acompañan de razones, motivos, hasta explicaciones, tal vez, que llegan de más allá del fondo negro que aglutina aparatos que la modernidad puso de moda y la gente desgajó para tragar el relleno. Una nube roba al arcoiris su franja cálida y se la lleva metida en la bolsa cangurera que todas llevan rebotando en el vientre mojado. El grito de auxilio de la luz apedrea a los ciegos que tocan la tamborita.

La burbujita está que revienta

–pero todavía es cálida

–y protege

Mala señal, señor, mala, ¿será lugar de ir otra vez a...? ¿qué día es ayer?

Apuesto que son las 10 o 10 y media

Esa luz en esta época viene de detrás de los cerros y

las ceibas le dan el tono militar y corriente

De agua sucia, pero no mucho

Piensa en ella, mucho. Se levanta con los ojos aún cerrados, no apretados, bueno, el derecho más que el izquierdo, pero es por un defecto genético, o tal vez resultado de la caída desde la resbaladilla a los ocho pelea de años para saltar primero desde arriba antes que su primo de nueve. Por fin, siente que el mundo es mundo y se prepara a darle la bienvenida.... y se abre a él.

Los camiinos de la vidaaaa, no son como yoo pensaaabaaaa

auh, aaaah... auauau... aaaahh! aaaaah!

Pásame la jícara de plástico, que como que necesita más agua

¡Lillooooo! Boo..... ¡Liiillooo!... boo... liiilllooo

… diputados que la muerte (PAUSA) inesperada (DOBLE PAUSA) de las tres

El olor de los miados felinos del vecino le pica la piel y termina por despertarlo encabronado, con un apunzadita (palabreja pedante, piensa a veces) en la sien izquierda. Camina despacio y llega al momento temido, el que le hace querer seguir pensando en las sirenas húmedas de labios vaginales y vaginas inexistentes: ¿qué hago hoy? ¿dónde comienza el relato, la entrada al diario en su día? Hay cosas que es mejor dejarlas reposar y esa, la incógnita encerrada en un conjunto de palabras (¿hago qué hoy? ¿la entrada en su día, diario comienza el relato dónde?) si no sirve de nada ahora, presente, olvidarla o perderla... que siempre regresa. Día a día.

Buenos días, Don. ¿Va a desayunar?

¿qué te importa?

¿te importa?

¿importa?

¿Eh? Uff... huumm

El sol le pega directo en la pedante punzadita (–mañana, seño. Voy de prisa– contesta) y el olor seco de la cecina asándose al lado las tortillas hechas a mano lo confunde, pero tranquiliza: el mundo vive y hacia él va.

_________________________________________________________________________

Parado en la calle estrecha, de un terminado granuloso gris con guijarros que se sueltan cada vez que un carro pasa, a su derecha, se extiende el cerro con sus chichones de piedra naranja bañados de madre selva y enredaderas. Arriba, los pájaros ya comienzan a llamar a las lluvias tardías de octubre para que saquen a los insectos, para que callen las chicharras, para que la vida brote antes de fenecer la temporada de olores frescos y se sequen las ramas.

Por ahí, hacia abajo de la calle empinada, por las azoteas y entre las pocas antenas de televisión que quedan (la señal por cable le arrebató a los narradores la tristeza infinita de esas estructuras metálicas con signos de modernidad acabada) y los tendederos con tangas rosas y playeras estampadas, se ve la franja azul del mar encerrado en la bahía y los brazos de tierra que se abren al océano Pacífico.

Lástima, cayó la lluvia y se corrió

sucio, sucio, las bolsas

–promete que irás

Siente un golpe suave en la pierna izquierda y se encuentra con una pequeña (seis o siete, sin cultura del aseo).

¡Quítate! Me estorbas. Estooooy juuugandoo

Y entonces el pequeño puño otra vez golpeando la pierna.

Ah, que la...

¿puede alguien cuidar a los animales?

Las diminutas cejas se contraen sobre los ojos café obscuro, los mini brazos se ponen en jarra (mi mamá así regaña al señor con el que vivimos), pulmones a escala que jalan el aire con poca fuerza.

No, no es enojo

es duda constante

Todavía dudas

sobre la madre y su capa moral

sobre la capa moral y su madre

Algo le da comezón en la oreja y se la rasca, y rasca y rasca para no hablar de más. Mejor ve hacia allá, a lo lejos. (SILENCIO) Una niña costeña ve una guayabera naranja bajar despacio, mientras un sentimiento de triunfo le hace gritar:

Ya te viii, Nachito. Te dije, te dije

...

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