Confianza

LA CONFIANZA

Como todas las personas con dos dedos de frente, yo sé que no es bueno confiar en todos. Aún así ame a los que me rodean, sé que algún día desconfiaré de muchos de ellos, qué problema, pero es que así es la vida. Así como cuandoooo emm… sí, cuando le dije, “no me empujes!”, pero, igual me empujó!, maldito sea ese día en que me rompí el brazo.

Era una de esas tantas tardes en las que mi abuelita tomaba tinto junto a doña Emilia. Mi primo y yo jugábamos disque a las escondidas, pero de un momento a otro nos aburrimos y quisimos subir a la terraza, allá en donde solíamos tirar botellas al primer piso para ver cuántos daños podíamos hacer; ¡ahh! aquellos días, pero bueno regresando a ese 29 de febrero de 1999, él y yo pateábamos un balón de lado a lado y de repente cayó por las escaleras justo al lado de aquella mesa de chismerío, de cafeína y tantas risas de esas dos locas, chistes que a mi parecer eran algo tontos, o quizá algo complejos que ni los podía entender; jah! Mi abuela y su mal genio característico, “nos va a matar” nos dijimos uno al otro, entonces, miramos asomando poco a poco la cabeza abajo y solo se veía la reja de ese segundo piso. Entonces le dije: “ni se le ocurra mandarme a poner la cara por usted”, ni acababa de pronunciar la frase cuando sentí un empujón unido de esas palabras… “vaya que a usted lo quiere más”, desprevenido caía por las escaleras dando vueltas, pero desafortunadamente mi brazo derecho, sí, con el que lanzaba los dados para ganarle todo el dinero a los chicuelos de 3º grado, amortiguó el golpe sin aguantar y sólo se quebranto, confié en él y me defraudó. Traición, maldita traición.

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