Coordenadas: Llegó la Libertadores

Doscientas treinta y siete.

Son las semanas que los seguidores de los Pumas de la UNAM tuvieron que esperar para ver a su equipo disputar una final por el título de liga. ¡Qué lejos parece, pero con cuánto fervor se recuerda ese gol de Javier Cortés en contra de Morelia, en la final del Clausura 2011! La afición atesora ese momento con cariño, pero, exigente como debe ser en un equipo grande, arde en deseos de ver a los del Pedregal levantar la copa una vez más; varias veces más.

Agreguemos a la sequía de campeonatos los siguientes factores: Un marco de categoría mundial como es el Estadio Olímpico Universitario y la pesada loza que supondría remontar la desventaja de 0-3 que el equipo de Guillermo Vázquez se trajo de su visita al Volcán, en Monterrey.

El ánimo de la afición universitaria responde a la ecuación anterior, y poco a poco, desde las 14:00, comienza a congregarse en la periferia del estadio. Lo asadores de carne, las hieleras rebosantes y las cajas de pizza se mezclan con la música que sale de los autos y con el golpeteo de varios balones que entretienen a los niños y a los no tan niños antes del esperado encuentro. La gente se saluda, se abraza. Se escuchan pláticas de futbol entremezcladas con política y cine. Camaradería. Incluso cuando pasan aficionados de Tigres. Alguna burla o reclamo, pero todo en el tenor del buen humor que invade los corazones de los presentes. Desde afuera del estadio  -gracias a la peculiar arquitectura de este- es posible ver como las gradas se van copando de entusiastas seguidores de los Pumas. El sol empieza a esconderse, pero antes de partir, baña de ocres el horizonte. Una postal hermosa.

Cerca de las 20:30, hora del inicio del partido, no cabe un alfiler en las tribunas. El México 68 luce espectacular y el estruendo es ensordecedor. El mosaico azul y oro es casi total en el recinto; solo se interrumpe en la cabecera sur, la zona designada para los aficionados regios. El entusiasmo se desborda cuando se escucha la Goya posterior al himno universitario. Todo está listo: Afuera de la cancha hay más de 65,000 gargantas que no dejan de alentar a los suyos; dentro del terreno de juego, 11 guerreros se parten el alma en respuesta al aliento de su público, que les hizo ver que la hazaña era asequible.

 La comunión se logró casi al término del primer tiempo y en el momento perfecto cae el 1-0. Tras 15 minutos de una agónica espera, los universitarios saltan a la cancha  y en un breve lapso logran perforar la valla contraria por segunda ocasión. La afición enloquece literalmente cuando a escasos tres minutos del final del partido se consigue el heroico tercer tanto. Dos tiempos extra de escándalo con un gol por bando, siendo el de los pumas anotado en el minuto 119, hacen que el torneo de liga, el más codiciado del futbol mexicano, se tenga que disputar desde los 11 pasos. El recuerdo de la final del Clausura 2004, contra Guadalajara, es un pensamiento latente. Comienza el cobro de los tiros de castigo.

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