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Critica la sociedad dividida


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2017  •  Tarea  •  1.485 Palabras (6 Páginas)  •  192 Visitas

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COMENTÁRIO CRÍTICO

Una de las pautas más significativa que muestra la investigación sobre Tendencias Sociales es la que hace referencia a las nuevas identidades sociales en general. Parece que tienden a prevalecer identidades que enfatizan los espacios sociales de ubicación de las personas en grupos primarios, en lugar de las referencias sociales de contenido ideológico y actitudinal, como la clase social o la ideología política. De esta manera, el libro que aquí estamos tratando plantea una interesante reflexión sobre la naturaleza cultural del trabajo tal y como lo conocemos, así como acerca de la posibilidad de un cambio de este de enorme magnitud o incluso el fin del mismo. Es esta cuestión, la del trabajo y su devenir, y que aparece en el noveno capítulo, sobre la que voy a centrar mi crítica y comentario personal.

El trabajo, una de las principales categorías de la sociología, ha resultado ser una cuestión controvertida, ha sido objeto de críticas, opiniones y concepciones muy diferentes no tanto de raíz personal, sino temporal. A cualquier persona de las que en este preciso momento se encuentran haciendo fila en las oficinas del INEM le resultaría un tanto contradictorio, e incluso puede que irritante, informarse acerca de la etimología de la palabra trabajo, del latín tripalium, que era un instrumento de tortura y ¡Qué tortura vivía aquel padre/madre de familia numerosa antes de la crisis que desde hace unos años asola nuestro país!; ¡Qué tortura cada mañana ir al trabajo, ganar un sueldo, probablemente sentirse realizado/a, y poder dar de comer a sus hijos! Para tripalium levantarme un buen día y haber perdido mi trabajo, y con ello parte de nuestra fuente de subsistencia- diría nuestro imaginario. Y es que, en un país en el que la tasa de paro ronda el 17%, en el que los jóvenes cada vez son menos jóvenes y más adultos cuando por fin consiguen los medios para independizarse, no cabe mayor deseo que el de sucumbir a esa forma de “tortura”. Desde el punto de vista ofrecido hasta ahora, el de alguien sensibilizado con las atroces consecuencias de perder tu trabajo, parece que he desvalorizado el significado etimológico de la palabra, basándome en la idea de que al fin y al cabo el trabajo, en casi todos los casos, es la más importante de nuestras garantías de vida. Si bien, en un contexto de expansión económica y bonanza sería más complicado asemejar el trabajo a una forma de tortura, en una sociedad en la que ocurre todo lo contrario, y la situación laboral precaria “es lo que se lleva”, parece estar aflorando de nuevo ese  tripalium del que hablábamos. En un artículo del periódico digital europeo Público podemos leer lo siguiente: “Desde el colectivo Denunciemos los abusos patronales estudian las quejas de quienes pierden sus derechos laborales[...] “Nos llegan relatos de personas que trabajan 12 horas diarias o 50-60 horas semanales, sin percibir las horas extras”, detallan. Desvelan casos como mujeres, sobre todo, que trabajan 15 o 18 horas semanales con salarios de 300 euros mensuales, con total disponibilidad horaria e imposibilidad de tener un segundo trabajo, por los horarios variables e imprevisibles. Un dato más: más de la mitad de las horas extraordinarias no fueron pagadas, según la EPA.”

En una entrevista publicada por el País, el secretario general Ignacio Fernández Toxo aseguraba que España no podía seguir creando empleo precario, pues estos no generan solvencia económica, y que la crisis no finalizará hasta que la gente no recupere los estándares de vida que tenía antes, empezando por el empleo.

En otro diario encontramos la entrevista a Josué, miembro de la conocida Marea Azul, y que nos explica su propia experiencia respecto al fenómeno que tratamos. Asegura trabajar entre 10 y 14 horas diarias, a pesar de tener un contrato de 8, y de cobrar lo correspondiente a las horas estipuladas en el contrato. Por otro lado, el contrato solo duraba un par de meses, una vez finalizado le echaban y le volvían a contratar; aguantó esta dinámica inestable durante casi 2 años.

Quizá, ahora sí, identifiquemos el tripalium al que cada día se someten tan gran número de españoles. Y la incertidumbre que caracteriza a la situación laboral de la que hablamos, se desplaza al devenir de aquellos que estamos todavía estudiando, y a los que nos espera un futuro ciertamente incierto. No se me hace necesario recurrir a ninguna entrevista, si no escuchar el relato de las preocupaciones de mi padre por mi futuro y el de mis hermanos, para darme cuenta de este fenómeno es completamente reciente. El término se hace conocido en 1980, aplicado críticamente a lo que el neoliberalismo entiende como las consecuencias de la flexibilidad laboral cotidiana; el fenómeno avanza eventualmente, alcanzando así cada vez peores consecuencias, entre las cuales se halla el hecho de “naturalizar” este fenómeno. Y si un cambio así ha sido posible ¿Qué no lo es? No olvidemos que el trabajo se trata de una plasmación cultural, histórica. A lo largo de la experiencia pasada, un cambio en los modos de producción y en la naturaleza del trabajo supuso cambios de paradigma societario, de modelo, cambios de enorme magnitud. Trayendo al presente la experiencia pasada, cabría esperar ahora lo mismo. En un nuevo paradigma de sociedad tecnológica avanzada en el que surgen nuevos problemas, que ni el Estado de Bienestar ha sido capaz de solucionar, cabe preguntase si no deberíamos empezar a acostumbrarnos a contemplar el trabajo en cierta medida como un residuo de las sociedades del pasado. La idea del fin del trabajo ha provocado una abundante bibliografía, Cuando el trabajo se va de la sociedad industrial; El trabajo, un valor en vías de desaparición, o El horror económico, de Jacques Robin, Dominique Méda y Viviane Forrester consecutivamente, son solo algunos títulos. En todos estos autores, la idea central es que “el horror económico” en el que viven decenas de millones de personas en los países capitalistas avanzados, se debe a que se siga considerando al trabajo como un valor esencial cuando se sabe que ya no hay más trabajo. Parece que se proclama el fin de una cosa cuya naturaleza es profundamente desconocida.

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