Crónicas De Vhaalzord
Enviado por rault16 • 23 de Noviembre de 2013 • 24.611 Palabras (99 Páginas) • 860 Visitas
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 20
Capitulo- 1
Había salido a territorio civilizado desde las Montañas casi ocho meses después de ponerme en marcha, todo me había salido mal. No solo tardé más del triple de lo normal, sino que estuve de problema en problema en las Tierras Salvajes porque el Hrull en lugar de hacerme avanzar más rápido me hizo entretenerme matando a quienes se encapricharon de él. Por unas cosas u otras, en algún caso me vi obligado a eliminar incluso aldeas enteras con todos sus habitantes para evitar que mi regreso fuese desvelado, aunque paradójicamente a la larga eso fue precisamente lo que mis masacres indicaron a los habitantes de aquellas tierras.
Mi principal problema es que no estaba acostumbrado a lidiar con sentimientos verdaderos, especialmente con los negativos, enfado, ganas de vengarme, ganas de matar, especialmente esa última particularidad. Llevaba más de dos mil años fingiendo esos mismo sentimientos, hacia teatro simulando sentirlos, pero estando completamente frio a ellos, sin embargo ahora no, los podía sentir de verdad y tenía que controlarlos, descubrí que eso no era algo tan sencillo como yo creía que era hasta ese momento. Con Mina estaba muy pendiente de no descubrirme ante ella, con lo que conseguía mantenerme bajo control al estar muy pendiente de todo, pero sin su presencia a mi lado… bueno, era un desastre tras otro.
La primera muestra fue al día siguiente de entrar en el territorio de las Tribus, me encontré a la salida de una aldea con una partida de guerreros que sin más me atacaron. Me acerqué con las manos alzadas en señal de respeto y solo saque por el contrario un ataque con flechas, más de una docena, al punto que reconozco que me sorprendieron por no esperarme algo tan repentino, tuve que tirarme de forma violenta al suelo para no ser alcanzado. El Hrull sin embargo no tuvo esa suerte, una flecha le rozó precisamente por mi movimiento y se salió de control, atacándoles… Cayó sobre ellos como un engendro salido de sus pesadillas, aunque eso fue lo de menos.
Lo cierto es que yo no fui mucho mejor, lo primero que sentí fue furia, lo siguiente deseos de matarlos, luego mi poder se me escapó de control alzándose todos mis escudos y defensas a su máxima capacidad a la vez que se rompía la conexión con el hechizo de ilusión del Hrull debido a ello, descubriendo lo que de verdad era mi montura. A la vez ese aumento brutal de poder fue arrastrando con ello los efectos secundarios habituales ahora para mi, mis ojos negros y los zarcillos defensivos que siseaban a mi alrededor, lo siguiente que hice llevado por mis impulsos instintivos fue convocar a los Khulgan, lanzándolos en el acto contra ellos, completamente enfurecido por su ataque… Una vez llegados a este punto no pude evitarlo y continúe hasta el final, destruí a toda esa tribu, no podía permitir que nadie supiese de mi presencia. Desgraciadamente durante mi viaje por las Tierras Salvajes, esa solo fue la primera de varias perdidas de control por mi parte debido al bombardeo sorpresivo de mis sentimientos sobre mi… La parte buena, es que poco a poco fui aprendiendo a “defenderme” de ellos… por decirlo de algún modo.
Ahora me dirigía al Oeste del Gran Continente, mi prioridad era llegar al Templo en la Isla de Nauruem y por supuesto, intentar controlar mis “emociones” como fuese. Era consciente de que las Talkinq y la 18ª Aldea no serian capaces de retener durante mucho tiempo a Mina con ellas por muchos ritos para ser hechicera “legal” que quisiesen que pasase, era la Bruja Roja, pasaría por las pruebas a toda velocidad, por lo que en cuanto se cansase de estar allí se pondría en contacto conmigo para que volviésemos a viajar juntos, cosa que no diré que no me agradase, porque si lo hacía, y mucho además. Con ella parecía menos Lobo Solitario que antes a la par que estaba más “tranquilito”…, lo que admitiré que me gustaba, en ambos aspectos.
Viajar solo me estaba resultando mucho más problemático de lo que pensaba cuando deje a Mina con las Talkinq y la muestra de ello ya la tuve como os he contado en los Territorios de las Tribus, debería de haber aprendido de ello, pero… en fin, era el “gran y temido Vhaalzord” y en mi sabiduría eterna ya estaba consiguiendo controlarme, ¿o no?. Había salido a territorio “civilizado” hacia dos días, y ya estaba en problemas… otra vez. Y eran problemas con magos, que era mucho más serio… o casi, esta vez fue el Hrull y su increíble estampa... o la de su ilusión de ser un caballo.
El caso es que según me dijeron cuando me pararon en seco con una orden cortante, pertenecían a la Orden del Dragón Rojo, y su señor era, obviamente, “El Poderoso Dragón Rojo”, quien quería como ofrenda mi caballo… Si bien en otras circunstancias me hubiese partido de risa en su cara y después les hubiese masacrado por imbéciles, sin embargo ahora, tras encontrarme con uno de los “Dragones” de Shless en la Hermandad de la Costa, decidí que, pese a la pérdida de tiempo que me supondría, me convenía comprobar eso del “Poderoso Dragón Rojo”, solo por si acaso. Recordaba perfectamente los problemas con ese “color de Dragón” especifico, por lo que prefería perder algo de tiempo y asegurarme de que era exactamente lo que ocurría con esa “secta”, gremio, organización o lo que fuese.
Intenté convencerles para que me llevaran con ellos y de este modo hacer ofrenda personalmente de mi caballo a su poderoso señor, pero como que no, como que preferían matarme, quitarme el caballo y ser ellos quienes se lo ofrendaran… y además parecían especialmente interesados en hacerlo de ese modo… Pese a todo, continúe intentándolo hasta el final…
- Pero no es necesario que nos enfrentemos, yo mismo os acompañare ante vuestro señor y…
- Nada de eso forastero, nadie ajeno a la orden vera a nuestro señor…
- Pero mi caballo es digno de él, entonces…
- Tu caballo le será ofrendado por nosotros…
- Entonces os lo entrego para que se lo llevéis ¿no?
- No, lo cogeremos nosotros mismos tras tu muerte… tu vida será parte del tributo a nuestro señor. Seremos su más fieles siervos… –dijo uno de ellos rezumando orgullo.
- Ya veo –me incorpore un poco sobre la silla, echándome hacia adelante-, eso quiere decir que no hay ninguna otra opción…
- No, solo la de morir a nuestras manos…
- El problema es que no creo que eso pase… -dije irónico.
Uno de ellos se debió de cansar de escucharme, porque alzo una mano y lanzo contra mí una docena de dardos mágicos, no tuve más que reconocer una cosa, que el mago era realmente bueno con ellos,
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