Cuando muero quiero que me toquen cumbia
Enviado por karin08 • 22 de Abril de 2016 • Resumen • 10.854 Palabras (44 Páginas) • 411 Visitas
[pic 1] TRABAJO PRÁCTICO Materia: Lengua | En el conurbano norte, a unas quince cuadras de la estación de San Fernando, tras un crimen, nacía un nuevo ídolo pagano. Víctor Manuel “El Frente” Vital, 17 años, un ladrón acribillado por un policía de la Bonaerense cuando gritaba refugiado bajo la mesa de un rancho que no tiraran, que se entregaba, se convirtió entre los sobrevivientes de su generación en un particular tipo de santo: lo consideraban tan poderoso como para torcer el destino de las balas y salvar a los pibes chorros de la munición. Entre los trece y los diecisiete años el Frente robaba al tiempo que ganaba fama por su precocidad, por la generosidad con los botines conseguidos a punta de revólveres calibre 32, por preservar los viejos códigos de la delincuencia sepultados por la traición, y por ir siempre al frente. Yamila Clavel 4°Año |
CUANDO ME MUERA QUIERA QUE ME TOQUEN CUMBIA
“Vida de pibes chorros”
Cristian Alarcón
Investigación periodística de Silvina Seijas.
CAPÍTULO I
María se encontraba en el rancho de CHAÍAS, su novio, vivía allí hacía dos semanas por haber discutido con su padrastro; lavaba la ropa cuando se entera que agarraron a Víctor, alias el FRENTE.
Los pibes de la cuadra corrieron, se rumoreaba que lo habían matado.
María corre a casa de su madre a contarle lo sucedido
Laura que había trasnochado, junto con el Frente y unos amigos, al enterarse de la noticia por su madre, hizo media cuadra del pasillo y fue a ver…se encontró con una gran cantidad de policías “Parecía que estaban buscando al Gordo Valor”[1].
Los cercanos a Víctor se acercan lo más posible al rancho[2] en donde lo tenían.
La policía perseguía por el centro de la Villa a “los Bananitas”[3] , Coqui se rindió a la mitad. Hubo disparos, nadie sabía que había sucedido con Luis y el Frente.
Mauro, uno de los mejores amigos del Frente, se despertó por el ruido de los disparos y corrió hasta la entrada de la San Francisco, la policía no lo dejó pasar, no obstante, se trepa al techo para saber qué estaba sucediendo y puede apreciar que en la puerta se encontraba el cuerpo inmóvil de Luis; no veía a Víctor.
A Luis lo llevan en ambulancia, una bala le había rozado el cráneo…nadie sabía qué había sucedido con Víctor.
Mauro encara a un enfermero que ante la insistencia afirma con los ojos la muerte del Frente.
Van por Sabina, la madre del Frente, quien cuando llega al lugar ve el móvil de Crónica TV, un helicóptero “sobrevolando la muchedumbre”.
Va hasta el lugar del hecho acompañada por Matilde y se encuentra con un cordón policial a quienes le dice que es la madre.
Escucha una máquina de escribir en la que el funcionario policial dejaba testimonio de lo acontecido.
Víctor Manuel “El Frente” Vital, 17 años, había sido acribillado por el Sargento de la Bonaerense cuando gritaba refugiado bajo la mesa de un rancho que no tiraran, que se entregaba.
“Héctor Eusebio Sosa, “El Paraguayo”, iba adelante con su pistola 9 milímetros. Pateó la mesa con la punta de fierro de su bota oficial; la dejó patas arriba en un rincón. Víctor alcanzó a gritar:
—¡No tiren, nos entregamos!
Luis dice que murmuraron un “no” repetido: “No, no, no”, un “no” en el que no estaban pudiendo creer que los fusilaran: “Nos salió taparnos y decir ‘no, no’, como cuando te pegan de chico” […] (Pág. 26)
Ante esta situación los vecinos de la San Francisco y La Esperanza se enfrentaron con la policía; además la noticia se esparció por villas contiguas y llegaron más personas de Santa Rita, de Alvear Abajo, del Detalle.
Muchísimas personas rodearon al cuerpo de Víctor y llegaron “ciento cincuenta uniformados preparados para reprimir”.
“Yo lo vi, vi las zapatillas que en la planta tenían grabada una ‘v’ bien grande. Era la marca que Víctor le había hecho a las zapatillas, la misma V que ahora dibujan los creyentes en las paredes descascaradas del conurbano junto a los cinco puntos que significan “muerte a la yuta[4]”, muerte a la policía.
[…]Cinco marcas, casi siempre del tamaño de un lunar, pero organizadas para representar un policía rodeado por cuatro ladrones: uno –el vigilante- en el centro rodeado por los otros equidistantes[5] como ángulos de un cuadrado. Es una especie de promesa personal hecha para conjurar[6] la encerrona[7] de la que ellos mismos fueron víctimas, me explicaron los pibes, aunque suelen ser varias las interpretaciones y no hay antropólogo que haya terminado de rastrear esa práctica tumbera[8].[…] El dibujo pretende que el destino fatal recaiga en el próximo enfrentamiento sobre el enemigo uniformado acorralado ahora por la fuerza de cuatro vengadores. Por eso para la policía el mismo signo es señal inequívoca[9] de antecedentes y suficiente para que el portador sea un sospechoso, un candidato al calabozo” (Pág.29)
El rencor a la policía es el lazo más fuerte de identidad entre los chicos dedicados al robo.
[…] “No hay pibe chorro que no tenga un caído bajo la metralla policial en su historia de pérdida y humillaciones. Para estos chicos la muerte de su amigo es una de esas heridas que se saben incurables; con las que se aprende a convivir.” […] (Pág.30)
Mientras duró la despedida del Frente, el patrullero no dejó vigilar la casa
[…] “Así fue la despedida de Víctor, recuerda orgullosa Sabina. Lo enterraron con las banderas de Boca y de Tigre cubriendo el cajón. Y entre las decenas de coronas había una igual a la que había pedido durante los últimos meses, acosado por la policía: “Si me agarran que me hagan una corona con flores de Boca”, había dicho como bromeando sobre un futuro anunciado.” (Pág.38).
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