Cuento Del Ervilli La Hada
Enviado por kiloputresa • 30 de Agosto de 2014 • 389 Palabras (2 Páginas) • 165 Visitas
El tlacuache y el fuego - Leyenda Azteca
Sucedió esto en el principio de los tiempos, cuando nadie conocía el fuego y por ello mismo nadie lo tenía.
En una ocasión, cayó del cielo una piedra grande envuelta en llamas y todos tuvieron miedo de acercarse, menos una vieja que no le tenía miedo a nada porque era media bruja.
La vieja corrió al lugar justo cuando la piedra se apagaba yantes de que así pasara, se llevó la lumbre en una rama seca y grande; ya en su choza, en el centro hizo una fogata que cuidaba noche y día para que el fuego no se fuera.
Los habitantes del lugar, cuando llegaron a visitar a la vieja, vieron que el fuego era cosa buena y que servía para muchas cosas, sobre todo para quitarse el frío. Pero la vieja a nadie le quiso dar un poco de lumbre, ni siquiera a cambio de animales o comida que le ofrecían.
Mucha gente ideaba cómo quitarle un poco de fuego y debían hacerlo sin que se diera cuenta pues le tenían miedo por ser bruja; pasó el tiempo y nadie lograba tal propósito.
Un día se presentó el Tlacuache y les dijo lo siguiente:
- Si ustedes prometen, de aquí en adelante, no comerme a mí ni a mis hijos, yo les traigo la lumbre.
La gente se burló del Tlacuache, diciéndole que si ellos no habían podido lograrlo, mucho menos él, por pequeño e insignificante.
El Tlacuache dijo:
- Ustedes se burlan ahora, y en la misma medida quedarán burlados, porque yo sé cumplir lo que prometo, y esta misma tarde lo verán.
Llegada la tarde, el Tlacuache fue de casa en casa avisando que estuvieran prevenidos para que, cuando él regresara, pudieran tomar lumbre, y se fue, como rumbo a donde tenía su choza la vieja.
Cuando llegó a la casa de la vieja, le dijo que si le permitía estar ahí unos momentos porque se moría de frío. La vieja sintió lástima por el Tlacuache y lo dejó entrar. Ya cerca de la lumbre, sin que se diera cuenta la vieja, fue metiendo poco a poco la cola a la fogata, y cuando sintió que la tenía cargada de fuego, salió corriendo al pueblo yendo de casa en casa y regalando fuego hasta adonde le alcanzó.
Es por eso que, hasta la fecha, los Tlacuaches tienen la cola pelada.
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