DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS JERZY GROTOWSKI
Enviado por nanysb • 28 de Enero de 2014 • 2.679 Palabras (11 Páginas) • 351 Visitas
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
JERZY GROTOWSKI
I
El ritmo de la vida en la civilización moderna se caracteriza por una serie de tensiones,
un sentimiento de destrucción, el deseo de ocultar los motivos personales y la adopción
de una diversidad de papeles y de máscaras para la vida (para la familia, para el trabajo,
ante los amigos o por la vida comunitaria, etc.). Un deseo de ser “científicos”, es decir,
actuación discursiva y cerebral, para seguir los dictados de la civilización. Al mismo
tiempo queremos pagar tributo a nuestros instintos biológicos, o en otras palabras, a lo
que podemos denominar placeres fisiológicos.
No queremos restricciones en esta esfera. Por tanto entramos en un doble juego de
intelecto o instinto, de pensamiento y emoción; tratamos de dividirnos artificialmente en
alma y cuerpo. Si tratamos de liberarnos de esta carga empezamos a gritar, a patalear y
nos convulsionamos al ritmo de la música. Al buscar la liberación caemos en el caos
biológico. Sufrimos sobre todo de una ausencia de totalidad, nos desperdiciamos, nos
malgastamos.
El teatro ofrece una oportunidad para lo que podríamos llamar integración, mediante la
técnica del actor, mediante su arte que le permite al organismo vivo luchar para
encontrar objetivos más altos si descartamos las mascaras; si se reveía la sustancia
verdadera se logra una totalidad de reacciones físicas y mentales. Esta oportunidad
puede tratarse de manera disciplinada, con conciencia plena de las responsabilidades
que implica. En ello podernos encontrar las posibilidades terapéuticas que el teatro
encierra para la gente de la civilización actual. Es cierto que el actor lleva a cabo ese
acto, pero puede hacerlo sólo mediante un encuentro con el espectador —en la
intimidad, visiblemente, sin esconderse tras de un camarógrafo, de un escenógrafo o de
una cosmetóloga—, en confrontación directa con él y hasta “a pesar de él”. La actuación
del actor es una invitación para el espectador porque desecha los compromisos, porque
exige la revelación, la apertura, la salida de sí mismo, como un contraste a la cerrazón
vital. Este acto puede compararse al acto del amor más genuino, más arraigado entre dos
seres humanos; ésta es sólo una comparación, porque no podemos explicar esa “salida
de sí mismo” sino a través de la analogía. Este acto, paradójico y limítrofe, es un acto
total. En nuestro concepto resume los más profundos deseos del actor.
II
¿Por qué nos dedicamos con tanta energía a nuestro arte? No para enseñar a los demás,
sino para aprender con ellos lo que nuestra existencia, nuestro organismo, nuestra
experiencia personal y única tiene que ofrecernos; para aprender a derribar las barreras
que nos rodean y para liberarnos de lo que nos ata, para desterrar las mentiras que nos
construimos diariamente para nuestro consumo y para el de los demás; para destruir las
limitaciones causadas por nuestra ignorancia y falta de valor; en suma, para llenar el
vacío dentro de nosotros, para realizarnos. El arte no es ni un estado anímico (en el
sentido de ‘ciertos momentos de inspiración extraordinaria, imprevisible), tampoco un
estado humano (en el sentido de una profesión o una función social). El arte es una
evolución, un estado de madurez, una elevación que nos permite emerger de la
oscuridad a la luz.
Luchamos por descubrir, para experimentar la verdad acerca de nosotros mismos; de
arrancar Las máscaras detrás de las que nos ocultamos diariamente. Vemos al teatro,
especialmente en su aspecto carnal y palpable, como un lugar de provocación, como un
desafío que el actor se propone a sí mismo e, indirectamente, a otra gente. El teatro sólo tiene sentido si nos permite trascender nuestra visión estereotipada, nuestros
sentimientos convencionales y costumbres, nuestros arquetipos de juicio, no sólo por el
placer de hacerlo, sino para tener una experiencia de lo real y entrar, después de haber
descartado las escapatorias cotidianas y las mentiras, en un estado de inerme revelación
para entregarnos y descubrirnos. Así, mediante el choque, mediante el estremecimiento
que nos produce abandonar las máscaras y deformaciones, somos capaces, sin esconder
nada, de encomendarnos a algo que no podemos definir, pero en donde habitan Eros y
Carites.
III
El arte no puede encadenarse a las leyes de la moralidad común ni a ningún catequismo.
El actor, en parte por lo menos, es creador, modelo y creación en una sola pieza. No
debe ser impúdico porque eso lo lleva al exhibicionismo. Debe ser valeroso, pero no
solamente para exhibirse; debe desplegar una especie de valor pasivo, el valor de los
inermes, el valor que se necesita para revelarse. Nada de lo que toca las esferas internas,
ni la profunda desnudez del ser debe considerarse como malo, en la medida en que el
proceso de preparación o el trabajo concluido produzcan un acto de creación. Si estos
actos no se producen fácilmente y si no son sólo arranques, sino signos de maestría, son
creativos: nos revelan y nos purifican al tiempo que nos trascendemos a nosotros
mismos. Es decir, nos perfeccionamos.
Por estas razones cada aspecto del trabajo del actor que toque asuntos íntimos debe estar
protegido contra los comentarios incidentales, las indiscreciones, la negligencia, los
chismes ociosos y las bromas. El reino personal, tanto físico como espiritual, no debe
empantanarse en la trivialidad, la sordidez de la vida y la falta de tacto hacia sí mismo y
los demás; por lo menos en el lugar de trabajo o en cualquier lugar conectado con él.
Este postulado parece una orden moral abstracta. No lo es. Implica la esencia misma del
arte del actor. Este llamado se advierte en la carnalidad. El actor no debe ilustrar sino
efectuar un “acto del alma” utilizando su propio organismo. Así se enfrenta a una
alternativa extrema: puede vender, deshonrar su ser “encarnado” real, convirtiéndose en
un objeto de prostitución artística, o se puede ofrecer, santificando su ser “encarnado”
real.
IV
Sólo puede guiar e inspirar al actor un hombre totalmente dedicado a su actividad
creativa.
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