DESCUBRIMIENTO DE MÉXICO: VIAJES DE FRANCISCO HERNÁNDEZ DE CÓRDOBA Y JUAN DE GRIJALVA
Enviado por vic56810 • 16 de Octubre de 2013 • Trabajo • 1.310 Palabras (6 Páginas) • 414 Visitas
Introducción
La conquista de México enfrentó dos formas diferentes de concebir el universo. Fue el encuentro de dos intenciones, de dos distintos modos de pensar, de dos sociedades que tenían su particular manera de entender el mundo que los rodeaba. Si, por un lado, España estaba en plena expansión después del descubrimiento de América, lo que llevaba a muchos a tratar de encontrar el oro y la gloria valiéndose de la espada y la cruz, América también descubría a España, sufriendo en carne propia la destrucción de sus milenarias costumbres y la imposición de nuevas formas de vida que le eran ajenas. Así, en el caso de México, a la imposición militar siguió la lucha ideológica, que derribó ídolos y destruyó templos en su afán de desterrar lo que por cientos, y quizá miles de años había predominado en Mesoamérica.
Estas palabras las escribí hace ya varios años y pienso que no han perdido su validez. Después de las peripecias sufridas por ambos bandos llegaba el momento del enfrentamiento final. Cortés representaba para muchos grupos indígenas la posibilidad de liberarse del yugo azteca, que les imponía un tributo periódico en materias primas o en mano de obra, o en ambas. Los españoles se habían allegado así fuerzas guerreras de los grupos descontentos.
El capitán español planeó entonces el cerco de las ciudades de Tenochtitlan y Tlatelolco, que como sabemos estaban asentadas en medio del lago y unidas a tierra firme por grandes calzadas. Esta posición que podría resultar estratégica también tenía su lado vulnerable... y Cortés lo entendió así. Dividió a su ejército en cuatro grandes grupos y los colocó a la entrada de las calzadas para de esta manera aislar a los aztecas. La ciudad de Tacuba, al poniente, representaba el acceso por la calzada del mismo nombre a Tenochtitlan. Este grupo quedó al mando de Pedro de Alvarado, quien contaba con 150 soldados de espada y rodela, 30 jinetes y 18 escopeteros y ballesteros, además de casi 25 mil guerreros tlaxcaltecas. Por el sur estaba Cristóbal de Olid, asentado en Coyoacán, lo que permitía controlar esa zona. De Olid se apoyaba en 175 hombres de infantería, 33 de a caballo y 20 escopeteros y ballesteros, aparte de 20 mil tlaxcaltecas. Gonzalo de Sandoval tenía sus fuerzas por el rumbo de Iztapalapa, formadas por 150 soldados de infantería, 24 jinetes y 14 escopeteros y ballesteros, además de 30 mil guerreros provenientes de Chalco, Cholula y Huejotzingo. Por su parte, Cortés dirigía el ataque por agua al mando de 13 bergantines que habían sido construidos para tal fin. Además de ser el capitán general del ejército, comandaba a cerca de 300 hombres diestros en cosas del mar. Esta última fuerza se encontraba por el rumbo de Tacubaya, tal como se ve en el plano de Tenochtitlan de 1524, en el que se indica el sitio donde se estableció el cuartel general por medio de la bandera con el águila bicéfala.
Una de las primeras estrategias que siguió Cortés fue la de mandar cortar el agua potable que iba de Chapultepec a Tenochtitlan. Así lo relata el mismo Cortés:
Otro día de mañana los dos capitanes acordaron, como yo les había mandado, de ir a quitar el agua dulce que por caños entraba a la ciudad de Temixtitán; y el uno de ellos, con veinte de caballo y ciertos escopeteros y ballesteros, fue al nacimiento de la fuente, que estaba un cuarto de legua de allí, y cortó y quebró los caños, que eran de madera y de cal y canto, y peleó reciamente con los de la ciudad, que se le defendían por la mar y por la tierra; y al fin los desbarató, y dio conclusión a lo que iba, que era quitarles el agua dulce que entraba a la ciudad, que fue muy grande ardid.
El asedio a Tenochtitlan y Tlatelolco duró alrededor de 75 días. Los combates eran encarnizados y había muertos por doquier. A veces ocurría que los españoles avanzaban y tomaban ciertas posiciones, pero al día siguiente los aztecas volvían a recuperarlas. El ataque y la defensa eran implacables: “a la continua nos daban guerra, así de día como de noche”, dice Bernal Díaz. Por lo menos en una ocasión
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