De Cmo Hacer Para Que La Literatura Asuste

De cómo hacer para que la lectura asuste

Cuando le pedí a una persona adulta que explicara donde está el placer en leer, me miro como si me hubiera crecido otra cabeza, arrugo el ceño y me dijo; ¡no hay ninguna! Luego de esto me dio una minuciosa explicación de su experiencia infantil con la lectura, y después de eso no pude culparlo por parecerle aterradora, ¡hasta yo hubiera corrido espantada ante la mera mención de un libro!

En lo personal, tenía una experiencia de cómo me empezó a interesar la lectura. De niña en casa de un familiar había muchos cuentos de colores, me interesaban pero no sabía leer, lograba consolarme con los dibujos porque todos estaban tan ocupados que nadie podía leerme. Según el sistema que es quien decide qué edad es la idónea para aprender a leer, me inicie en el duro camino a los 6 años, digamos que de forma amateur donde una tía era mi educadora. Fue un año duro, de muchos golpes e insulto, siempre fui un poco lenta para aprender las cosas más simples, si bien todo valió la pena. Tiempo después cuando volví, me dio un poco de temor tomar aquellos libros de colores y adentrarme en ellos, esos dibujos me contaron una historia diferente; ese temor a confundir la “D” con “B”… Y luego, ¡sorpresa! Todas esas letras resultaron una maravilla, como escuche por allí “las letras son el espejo del alma” y son ciertas. Ahora, el propósito de esto, es hacerle ver al lector, con todos los tropiezos con los que se topan los niños en la iniciación y como esta los empujaba o empuja hacia el camino opuesto, en donde el leer no tiene placer.

La población (un porcentaje alto) ha tenido una difícil introducción en el saber, más propio en el aprendizaje de la lectura y escritura, que con el tiempo mutila una posible afinidad a obtener un placer mediante la lectura. Muchos factores influyen de forma significativa: la imposición de un texto, las presiones para acelerar el proceso, la falta de atención, un pésimo sistema educativo, agresiones físicas… ¿Quién puede sentir placer cuando la lectura solo se relaciona a tedio, tareas, responsabilidades y estudio? En lo personal, el hecho lo relaciono con el experimento del perro de Iván Pávlov. Donde el perro salivaba al sentir el olor de la comida, luego se agregó el sonido de la campana antes de la comida y con el tiempo el perro relaciono el sonido con la comida y se formó una conducta aprendida. Me arriesgaría a decir que si el método funcionara como una variación y cada vez que sonara la campana en vez de comida se golpeara al perro, este con cada sonido no salivaría, por el contrario sentiría miedo; algo parecido puede ocurrir con los niños en el proceso de aprendizaje. Pero, ¿Qué pasaría si la lectura siempre estuviera relacionada con momentos felices y metas que impulse al lector a lograrlas? Estos momentos no dejarían raíces tan negativas en los lectores.

Como plantea Solé, si bien

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