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Democracia y racionalidad


Enviado por   •  22 de Junio de 2014  •  Trabajo  •  3.449 Palabras (14 Páginas)  •  374 Visitas

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Desde el punto de vista fundamentalista, la democracia es considerada hoy día como la forma más perfecta de gobierno, aquella que habría alcanzado la humanidad como una suerte de «destino manifiesto» en su camino al «Fin de la Historia». De tal suerte que no ser considerado demócrata o pertenecer a una sociedad no democrática es tanto como haber perdido la condición de hombre por vivir en una sociedad «degenerada», que sólo adoptando la forma democrática podría regenerarse. Sin embargo, la problemática de la democracia dista mucho de resolverse con una concepción tan simple y es necesario plantear a fondo el origen y desarrollo del término democracia, así como su lugar respecto a otras formas de gobierno históricamente dadas.

1. La democracia frente a otras formas de gobierno

A Aristóteles debemos la primera clasificación de las formas de gobierno, en función del número de gobernantes. Así, la monarquía se caracteriza por el gobierno de uno, la aristocracia por el gobierno de pocos, y la república por el gobierno de la mayoría (en otras ocasiones «todos»); por el contrario, degeneraciones suyas son: de la monarquía, la tiranía; de la aristocracia, la tiranía; y de la república, la democracia (en otras ocasiones habla de demagogia), algo que no suele ser mencionado por los tratadistas políticos actuales:

«De los gobiernos unipersonales solemos llamar monarquía al que vela por el bien común; al gobierno de pocos, pero de más de uno, aristocracia (bien porque gobiernan los mejores (áristoi) o bien porque lo hacen atendiendo a lo mejor (áriston) para la ciudad y para los que forman su comunidad); y cuando la mayoría gobierna mirando por el bien común, recibe el nombre común a todos los regímenes políticos: república (politeía) [...].

Desviaciones de los citados son: la tiranía, de la monarquía, la oligarquía, de la aristocracia y la democracia, de la república. La tiranía, en efecto, es una monarquía orientada al interés del monarca, la oligarquía, al de los ricos y la democracia, al interés de los pobres. Pero ninguna de ellas presta atención a lo que conviene a la comunidad» (Aristóteles, Política, 1279a-1279b).

Como señala Gustavo Bueno, la propia clasificación de Aristóteles, por su ambigüedad, «difícilmente podría interpretarse como una clasificación empírica: ¿cuántos son «todos»? ¿cuántos son «algunos»? ¿y acaso existe siquiera «uno» al margen del grupo del que forma parte?». Es necesario interpretar «la clasificación ternaria como derivada de la aplicación de un criterio lógico y, más concretamente, de la lógica de clases, tal como fue tratada por Aristóteles, al exponer su doctrina del silogismo, en susPrimeros analíticos» (Gustavo Bueno, «La democracia como ideología», Ábaco, 2ª:12-13, 1997, p. 16). «Todos», «algunos», «uno», son cuantificadores, pero el primero de ellos expresa una conexión que no admite excepciones, al contrario de «algunos». Ante esta ambigüedad, Gustavo Bueno reformula la distinción aristotélica hablando de Monoarquías (monarquías o tiranías), Paurarquías (aristocracias y oligarquías) y Poliarquías (democráticas o demagógicas). (Gustavo Bueno, Panfleto contra la democracia realmente existente, La Esfera de los Libros, Madrid 2004, pág. 145).

En la práctica, esa ambigüedad condujo a Aristóteles a reconocer que las formas de gobierno existentes son una mezcla no homogénea de las tres posibilidades lógicas; en contacto la formapolítica con su materia correspondiente, se producen las degeneraciones, la corrupción propia del mundo de la physis. Asimismo, en la clasificación Aristóteles deja muy claro que las formas correctas de gobierno lo son siempre en torno al bien común, y degeneran cuando sólo salvaguardan los intereses de una parte de la sociedad política. Por eso Aristóteles afirma que un régimen, pese a corromperse y degenerar, puede seguir manteniéndose en el tiempo. Así, Aristóteles señalará como núcleo de la teoría política (al menos cuando se refiere a la aristocracia) en la eutaxia o capacidad de durar en el tiempo un régimen político (el concepto de eutaxia se generaliza a todo tipo de sociedades políticas en la obra Primer ensayo sobre las categorías de las ciencias políticas, de Gustavo Bueno). Por ejemplo, la democracia y la oligarquía, en tanto que regímenes degenerados, se salvan el primero por el asentimiento del número de su población y el segundo mediante el buen orden: «En general, las democracias encuentran su salvación en lo numeroso de su población. El derecho del número reemplaza entonces al derecho del mérito. La oligarquía, por el contrario, no puede vivir y prosperar sino mediante el buen orden» (Aristóteles, Política, 1320b-1321a).

En resumen, las formas de gobierno no significan nada sin una materia sobre la que aplicarse. En virtud de ello, los regímenes políticos pueden mezclarse entre sí. En las Leyes Platón señala que los regímenes surgen de la mezcla de monarquía, democracia e incluso en ocasiones aristocracia: «Hay como dos madres de los sistemas políticos, de cuyo entrelazamiento con razón podría decirse que surge el resto. Es correcto llamar a la una monarquía y a la otra democracia. De una es la expresión más alta la raza de los persas, de la otra, nosotros. Casi todas las formas restantes, como dije, son variaciones de éstas» (Leyes, 693e). Incluso el régimen de Esparta, a juicio de Platón, es una mezcla de las tres variedades: «incluso creo que se asemeja a la tiranía [...] y sin embargo, a veces, me parece que tiene la apariencia de ser la que actúa de una manera más democrática de todas las ciudades. Además, el no decir que es una aristocracia está totalmente fuera de lugar. También hay en ella una monarquía de por vida de la que afirman todos los hombres y nosotros mismos que es la más antigua de todas. Yo, preguntado ahora tan de improviso, en realidad, tal como dije, no puedo distinguir y decir qué orden político es de todos éstos» (Leyes, 712 d-e).

2. La democracia y la tiranía de la mayoría

Pericles, considerado por historiadores y políticos como el paradigma de hombre democrático y auténtico

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