Derechos Humanos Del Niño
Enviado por joedravi • 19 de Marzo de 2015 • 1.489 Palabras (6 Páginas) • 171 Visitas
LOS DERECHOS HUMANOS Y LA DECLARACION DE LOS DERECHOS DEL NIÑO
(ENSAYO)
José Ramírez
31/01/2.011
El término Derechos Humanos, indica la existencia de determinados derechos del hombre concebidos como privilegios o posiciones de ventaja reconocidas a su titular, en razón de la tutela de su existencia como sujeto moral. Se puede extender a los derechos humanos, la concepción de los derechos que Dworkin sostiene en su teoría jurídica. Para este autor, los derechos son posiciones de los sujetos que funcionan como elementos que prevalecen frente a cualquier otra demanda jurídica, política o ética con la que puedan entrar en conflicto.
Con el reconocimiento de los derechos del hombre, en el tránsito a la modernidad y a partir del movimiento emancipador del siglo XVIII, se inaugura una práctica social nueva, justificada por la importancia de estos derechos para el desarrollo de la vida moral de los individuos. La génesis y evolución de esta práctica se puede describir y, por lo tanto, la vida de los derechos del hombre es un dato de hecho que mantiene su independencia respecto de la variedad de justificaciones que ha recibido a través de su propia historia.
No obstante, las etapas principales para la Declaración de los Derechos Humanos son: La Carta Magna (1225); El Habeas Corpues Act (1679); La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América (1776); La Constitución de los Estados Unidos (1787), entre otros. Después de la Primera Guerra Mundial, en 1919, y con la creación de organismos internacionales como la Sociedad de Naciones o la Organización Internacional de Trabajo, se da un nuevo avance hacia la universalidad de Declaraciones sobre Derechos Humanos. Pero no es hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, cuando se reconoce por vez primera la universalidad de estos derechos, muy especialmente en el art. 55 de la Carta de la Organización de Naciones Unidas.
Sin embargo, la formulación jurídica de los derechos fundamentales y su incorporación a los textos constitucionales de un estado, procede de un momento histórico específico, la Ilustración, en el que se luchaba contra las arbitrariedades de un estado absolutista. La toma de la Bastilla puede servir como acto simbólico de rebelión contra el despotismo sin control y de reivindicación del derecho que todo el mundo tiene a ser tratado dignamente. El centro de interés en esos momentos era defender a un individuo débil frente a estados cada vez más poderosos, concretando de una manera plausible la aspiración a la libertad y a la propia dignidad que había experimentado un importante incremento desde el Renacimiento. Las transformaciones posteriores de todo tipo no han hecho perder validez, ni mucho menos, a esta defensa del individuo contra todo tipo de abusos que tienden por omisión o por comisión a menoscabar la autonomía que corresponde.
Sin negar en ningún momento el valor que esa reivindicación de los derechos tiene, es posible que se haya olvidado, o que no se haya prestado suficiente atención, a la otra cara de la moneda, los correspondientes deberes. Eso puede ayudar a entender la abusiva extensión de los derechos a seres que no pueden corresponder con deberes equivalentes, como ya se ha mencionado; puede igualmente explicar por qué parece en algunos momentos que vivimos en una sociedad en la que todo el mundo se considera acreedor y son muy pocos los que se consideran deudores, recargando todo el peso de la deuda sobre entidades tan abstractas como el estado social de derecho. También se puede entender por qué son muchas las personas que no tienen ningún problema con la comprensión de la gran declaración, excepto cuando llegan al artículo en el que se recuerda la exigencia a toda persona de comprometerse activamente a favor de la sociedad en la que vive.
Frente a esta unilateralidad de los derechos, conviene reivindicar, como ya hiciera Simone Weil (1996), que posiblemente lo prioritario sean los deberes. En cierto sentido, el ser humano es un ser que nace en deuda y, por lo tanto, nace ya con unos deberes impensables en cualquier otro ser vivo. Nace en deuda con una larga tradición de la que depende para poder definirse a sí mismo como ser humano, incluso como persona individual concreta; lo que somos hunde sus raíces en una fecunda y larga tradición, lo que hace impensable, al tiempo que muy nocivo, cualquier intento de empezar una especie de año cero, de borrón y cuenta nueva como si todo lo que se hace depende de las decisiones personales en cada persona.
Del mismo
...