Desarrollo de la comunicación en la infancia
Enviado por Ale Ramos • 31 de Julio de 2020 • Documentos de Investigación • 4.888 Palabras (20 Páginas) • 120 Visitas
Sachs, J. (2010) Desarrollo de la comunicación en la infancia. En Desarrollo del lenguaje. Gleason BJ, Ratner BN Madrid España: Pearson Educación. P, 39-60
Introducción
Se analiza el desarrollo de la comunicación en la fase prelingüística del desarrollo del lenguaje, aproximadamente los primeros 12 meses de vida. En esta fase, el bebé vocaliza de diversas maneras (como respuesta al lenguaje); y hacia el final del primer año de vida descubre la posibilidad de la comunicación mediante gestos y vocalizaciones q no son palabras.
En los primeros 12 meses de vida, el bebé empieza a vocalizar de varias maneras, y hacia el final del primer año descubre la comunicación mediante gestos y vocalizaciones que no son palabras.
Nazzi, Bertoncini y Mehler (1998) afirman que el cerebro y los sistemas sensoriales del bebé están preparados para adquirir un idioma. Incluso antes de nacer, el feto puede oír sonidos externos. Y al nacer prefieren la voz de su madre y los sonidos del idioma al que han sido expuestos.
Los niños entablan una comunicación naturalmente, antes de adquirir el lenguaje como tal, gracias a que su cerebro y sus sistemas sensoriales están preparados para percibir los sonidos del habla y así les permitiría iniciar el proceso de adquirir el lenguaje.
Según Kuhl, Williams, Lacerda, Stevens y Lindblom (1992), durante el primer año de la vida de un bebé, las capacidades de percepción del habla van siendo perfiladas paulatinamente por el idioma que oyen, de manera que la capacidad de percibir las diferencias entre muchos de los sonidos que no se utilizan en su idioma se va disminuyendo al alcanzar el primer año de edad.
Las primeras percepciones del habla dentro del primer año del bebé van siendo perfiladas paulatinamente por el idioma que oyen, de manera que la capacidad de percibir las diferencias entre muchos de los sonidos que no se utilizan en su idioma se va disminuyendo al alcanzar el primer año de edad.
Como afirman Fenson, Dale, Reznick, Bates, Thal y Pethick (1994) a finales del primer año de vida, los bebés han tenido una gran experiencia escuchando hablar, y comienzan a comprender el significado de algunas palabras. Ésos autores presentan una serie de respuestas típicas a los sonidos y al habla en el primer año de vida:
Recién nacido | Le sobresaltan los ruidos fuertes Gira la cabeza en la dirección del sonido Se calma con el sonido de una voz Prefiere la voz de la madre a la de un extraño Discrimina muchos sonidos utilizados en el habla. |
1 a 2 meses | Sonríe cuando se le habla. |
3 a 7 meses | Responde a distinta manera a las diferentes entonaciones (por ejemplo, amable, enfadada) |
8 a 12 meses | Responde a su nombre Responde al no Reconoce expresiones usadas durante el juego (por ejemplo, no está, qué guapo) Reconoce palabras empleadas en rutinas (por ejemplo, saluda con la mano cuando oye adiós) Reconoce algunas palabras |
Se puede afirmar que los bebés ya tienen una gran experiencia escuchando hablar, y comienzan a comprender el significado de algunas palabras.
Trevarthen y Aiken (2001) defienden con sus estudios que los bebés parecen indefensos y, por ello, dependen por completo de sus cuidadores. Es más, se ha encontrado que tienen características biológicas y conductas que atraen a sus cuidadores hacia ellos; por lo tanto, son participantes activos en la relación, puesto que se hallan equipados para recibir las experiencias necesarias para desarrollarse. Lo cual lleva a que las acciones de los bebés afectan la conducta posterior de sus cuidadores.
Los bebés parecen depender totalmente de sus cuidadores, sin embargo, tienen características biológicas y conductas que atraen a sus cuidadores hacia ellos; por lo que los convierte en participantes activos de la relación. Gracias a eso, los bebés se encuentran equipados para recibir experiencias necesarias para desarrollarse y de esa manera sus acciones afectan la conducta de sus cuidadores, como en la interacción vocal, donde la conducta del bebé causa impacto en la actitud y conducta de los cuidadores. Por ejemplo: Los cuidadores esperan que los bebés establezcan contacto visual con ellos, y la mayoría de los adultos consideran frustrante relacionarse con los bebés que no les miran a los ojos.
Los simpáticos sonidos de arrullo que producen los bebés llevan a los cuidadores a tener “conversaciones” con ellos. Si a continuación el adulto responde verbalmente a los sonidos del bebé, incluso un bebé de tres meses de edad empezara, a su vez, a producir sonidos más parecidos a los del habla.
Los sonidos de arrullo que producen los bebés permiten a los cuidadores a hacer “conversaciones” con ellos.
Masakata (1993) ha concluido que tanto el adulto como el bebé se influyen mutua y continuamente para establecer interacciones verbales parecidas a una conversación durante un periodo muy anterior a la utilización de las palabras por parte del bebé.
Para poder establecer interacciones verbales parecidas a una conversación, debe haber una gran influencia mutua y continúa entre el adulto y el bebé.
Goldstein, King, y West (2003) han encontrado que a los 8 meses de edad, una sonrisa o contacto físico con un adulto aumentará la calidad de las vocalizaciones.
Desde el principio, el llanto, el arrullo y los balbuceos de los pequeños bebés se consideran comunicativos, por lo que hacen el bebé sea un miembro de una especie social y los cuidadores se muestran alertas a esas señales. Sin embargo, al final del año, el bebé hace un descubrimiento muy importante que abre camino al lenguaje: se puede hacer una señal de forma intencionada (una vocalización o un gesto) y esperar que tenga determinado efecto sobre el cuidador. Por lo que las señales comienzan a tener un significado derivándose de las experiencias compartidas entre el niño y su cuidador.
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