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Dinámica De La Relación Entre Lectura, Escritura Y Diseño


Enviado por   •  4 de Marzo de 2015  •  1.735 Palabras (7 Páginas)  •  234 Visitas

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Introducción

En el entorno multimedia de hoy en día, donde la imagen tomó un papel de relevancia que parece opacar al texto, lo cierto es que el texto y la escritura han cobrado una importancia que pone a ambos a pie de discusión. En una época de transiciones cada vez más veloces donde la tecnología avanza a pasos agigantados en intervalos de tiempo cada vez menores, las tipografías han entrado en juego para dejar su huella y hacerse oír entre la multitud de elementos visuales que plagan el día a día.

Con una variedad que se acrecenta exponencialmente gracias a la gran cantidad de herramientas de las que disponen los diseñadores, las fuentes tipográficas han adquirido especial relevancia y su papel comienza a transformarse. Por un lado, se mantienen aquellos diseñadores fieles a la simpleza, la claridad y la funcionalidad. Son aquellos que van de la mano con unos pocos tipos que resuelven cada uno de sus diseños, donde el mensaje es el protagonista y la tipografía es solo un acompañante adicional, sin aportar su propio valor. Por el otro, nos encontramos con los diseñadores más abiertos a la experimentación que ven con buenos ojos la expansión de las últimas décadas en el campo del diseño y la creación de nuevas tipografías. Aquellos que creen que la tipografía en sí es una herramienta visual con peso propio.

Estas discusiones todavía no terminan y el panorama dista de resolverse. Aun así, el presente proyecto plantea las diversas respuestas que pueden darse a la evolución del campo de la tipografía y su relación con los modos de comprensión del mundo desde la lectura, la escritura y el diseño.

La revolución tipográfica: posturas, conjeturas y algunas posibles respuestas

¿Qué lleva a un diseñador a elegir entre uno y otro tipo? ¿La tipografía debe transmitir un mensaje por sí misma o solo es portadora casual de significación? ¿Cómo impacta la forma del tipo en la lectura y en los modos de aprendizaje? Sin duda alguna, estas —entre una infinidad— son preguntas sin una respuesta del todo clara. O, más bien, con respuestas contrapuestas desde diversos puntos de vista que no logran aunarse.

Citando a Lexmark, “el tipo de letra que elegimos dice mucho de nuestros gustos y posiblemente de nuestro carácter”. Tanto así que podemos distinguir las diferentes sensaciones y/o emociones que transmiten determinados tipos. Por ejemplo, Helvética, una de las tipografías sans serif más populares y ampliamente utilizadas, logra transmitir cierto aire de confianza y sinceridad, aun cuando no hubiese sido diseñada para ello. Su función principal era la claridad y el objetivo era que pudiese transmitir la información de la manera más fácilmente comprensible (Garfield, 2012, pp. 14-349). Si aquella no era su función principal pero, de todos modos, terminó por cumplirla también, ¿qué papel tiene, o debería tener, la tipografía? ¿Es ella misma, como elemento per se, transmisora de mensajes? ¿Debiera serlo?

Respecto a esto último, Beatrice Warde se pronuncia claramente en contra de que la tipografía tome un papel central. Para la diseñadora, los tipos son meros envases donde se deposita el significado. Las letras solo comunican lo que se les es dado y no deberían adquirir una visibilidad particular más que por el propio mensaje que cargan. Entonces, Warde claramente niega la posibilidad de que el tipo se transforme en el mensaje. Todo esto podría asociarse con las posturas tradicionalistas del diseño, donde la creatividad e intuición no forman parte de la ecuación y donde el foco está centrado en la funcionalidad de la comunicación y en la impersonalidad de lo industrial, entendiéndose esto por el hecho de que el diseñador no debería dejar huellas estilísticas palpables en sus diseños (Pelta, 2004, pp. 25-64). Esto coincide con el principio fundamental de que los caracteres tipográficos deberían pasar desapercibidos en el día a día, simplemente transmitiendo la información que se les asigne.

Siguiendo con estos criterios, las elecciones podrían venir dadas por puro hábito, por costumbre de estar en contacto casi permanente con ciertas tipografías. Este punto, aun teniendo sus contra partes, de hecho es un tanto positivo ya que un tipo de letra al cual estamos acostumbrados cansa menos que algo desconocido. Sin embargo, el hecho de permanecer anclados a una pequeña variedad tipográfica atenta contra el hecho de que el diseño tipográfico rechaza la inmutabilidad.

En una sociedad donde la imagen cada vez tiene un peso más fuerte y de mayor relevancia, ¿qué papel cumple el texto? Retomando la exposición de Cerezo (Cerezo, 1999, pp. 193-205), nos encontramos con un grupo de personalidades que fueron en contra de la visión del texto como una masa gris sin poder propio, donde las palabras no tienen un valor intrínseco sino que son presentadas de manera sobria en la página. Lubalin, Rand y Bass reinventan el papel de la tipografía, dándole el carácter de imagen por sí misma. Es decir, la tipografía pasa a aliarse con el texto para, juntos, transmitir contenidos de la manera que podría hacerlo una foto o algún otro medio visual. La tipografía, entonces, se convierte en “una herramienta emocional” que comunica más de lo que aparece escrito.

Es indiscutible que, quiérase o no, las tipografías transmiten ciertas sensaciones al lector. No específicamente las que

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