EL ARTE Y LA VIDA
Enviado por gabio9 • 25 de Abril de 2013 • 1.264 Palabras (6 Páginas) • 377 Visitas
El siguiente documento habla sobre las obras de Reinhardt y Morea las cuales son comparadas por relacionar la vida con el arte de que manera se plasma lo vivido con lo interpretado.
La relación entre el arte y la vida, sus puntos de conexión, de fricción y de divergencia, sus entrecruzamientos y sus consecuencias -a veces felices, a veces destructivas-ha sido uno de los caballos de batalla de algunos de los movimientos de vanguardia más característicos del siglo xx. De hecho, la "vida" en general, entendida como nombre de un cierto sustrato extra artístico vehiculado por el arbitrio del propio artista, o como componente esencialmente no sujeto a las estrictas leyes o convenciones vigentes en el arte, sólo comenzó a entrar en él de una manera consciente y manifiesta el día en que se abrió la puerta a los materiales brutos, los elementos supuestamente no sometidos a una plena configuración artística.
Puesto que es imposible -y no sólo absurdo- declarar "arte" cualquier imagen bidimensional con que nos podamos topar en nuestra vida cotidiana, y mucho menos cualquier imagen meramente pintada. Ni tampoco habría que llamar "pintura" a cualquier obra de arte pintada que no sea más que el producto (en el límite, desechable), la comunicación instrumental o la mera documentación de una u otra práctica más o menos ingeniosa o especulativa que no requeriría, en principio, ser llevada a imagen, o no de ese modo.
De modo que, por muy alejados que se encuentren Reinhardt y Morea (como, por lo demás parece bastante obvio), sí pueden servirnos igualmente para reflexionar sobre la relación entre la vida y el arte. El primero veía la vida fuera de la pintura, pero vivía para ella; el segundo parece empeñado en meter la vida y/o su vida en sus pinturas. Las dos cosas son contradictorias, de modo que las dos pueden beneficiarse de la fecundidad de la contradicción.
Una vez ubicado en la pintura, Morea no ha dejado nunca de mezclarla de uno u otro modo con su vida efectiva, con la experiencia que su existencia le va proporcionando, y que él busca sin descanso. Esto no significa, desde luego, que su pintura y su vida vengan a ser la misma cosa. En este punto, apenas es necesario subrayarlo, sigue teniendo Ad Reinhardt toda la razón. Lo que sucede es que, a diferencia del ethos radical y explícitamente formalista de un Reinhardt (o de cualquier otro riguroso puritano de la pintura), que finalmente le conduce al cultivo de un serio pathos monocromo (y bastante sublime, dicho sea de paso), lo que domina en Morea es un pathos nada formalista que, por otra parte, no excluye en absoluto la presencia de un ethos tan responsable como particularmente curioso.
Por decirlo en unas pocas frases: desde que conozco a Morea y a su obra, conjuntamente, siempre he tenido la impresión de que una de las claves de su poética estriba en su manera de aprovechar las diversas circunstancias por las que atraviesa su vida (unas circunstancias, por lo demás, considerablemente cambiantes, por no decir imprevisibles) para pintar unas u otras cosas, de una u otra forma, en uno u otro soporte.
En otras palabras: es importante notar que su pintura no es el producto de una "idea" que podría o debería cristalizar en el mismo cuadro con independencia de los avatares personales de su autor. Lo cual no significa que Morea no tenga (una) "idea" o que sea un simple inconsciente, ni mucho menos que no tenga (buenas) ideas en general, sino sólo que esas ideas son múltiples y heterogéneas -y también, por lo mismo, un tanto desorganizadas-, sobre todo porque se encuentran en estrecha relación con la experiencia, y que su pintura se encuentra en todo momento muy especialmente ligada a la multiplicidad de la experiencia.
Este breve repaso de su trayectoria como pintor ha hecho casi inevitable seguir los pasos de su vida. Morea no sólo fecha
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