EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS
Enviado por ENSAYOLIBRE • 24 de Noviembre de 2012 • 3.008 Palabras (13 Páginas) • 319 Visitas
“El zorro de arriba y el zorro de abajo” de José María Arguedas: el discurso de la muerte
María Gladys Marquisio
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Andreína Martínez Chenlo
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“La palabra, pues, tiene que desmenuzar el mundo”
(El zorro de abajo, Cap. I, Primera Parte de El zorro de arriba y el zorro de abajo)
José María Arguedas
Una obra límite dentro de la literatura americana es “El zorro de arriba y el zorro de abajo”,
de José María Arguedas, su última novela publicada póstumamente (1971) donde “un hombre
relata la agonía que precede a su suicidio, que coincide y a veces se intercambia con la agonía de
todo un pueblo, hasta el momento en que la palabra desaparece (¿inútil?) y sólo queda la
impenetrable realidad de una atroz muerte” (Cornejo Polar, 1973).
La lectura de ésta, su última novela, deja perplejos a los lectores: la experiencia es la de
haber estado ante una instancia límite, asfixiante, desintegradora, zozobrante. El lector siente la
inminencia de la revelación, un disparo, a través de una urdimbre de palabras y de hechos también
desintegrados, puestos a prueba, desmenuzados. Es la caída del hombre y de todo un pueblo que,
debido a un proceso destructor (personal y social), retrocede a un estado de desintegración. Aunque
en el final haya una sensación de posible comienzo: “Despidan en mí a un tiempo del Perú, cuyas
raíces estarán siempre chupando jugo de la tierra para alimentar a los que viven en nuestra
patria, en la que cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir, feliz,
todas las patrias” (Arguedas, 1971: 287). Esa desintegración (vital y lingüística) engendrará un
disparo (real y metafórico).
Arguedas nació en 1911 en la sierra del Perú (Andahuaylas), su orfandad (su madre murió
cuando tenía cerca de 3 años) permitió que fuera criado por los sirvientes indígenas: “Voy a
hacerles una curiosa confesión: yo soy hechura de mi madrastra. (...) (Ella) tenía el tradicional
menosprecio e ignorancia de lo que era un indio y como a mí me tenía tanto desprecio y tanto
rencor como a los indios, decidió que yo había de vivir con ellos (...) Los indios vieron en mí como
si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por ser blanco acaso necesitaba más consuelo que
ellos.” (Arguedas, 1965). Este hecho lo transporta a una doble marginalidad: se aparta de su
extracción social (blanco dominante) y no consigue ingresar cabalmente al mundo indígena, queda
así vencido para siempre.
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Profesora de Idioma Español, egresada del IPA, Cerro Largo 1850/3, gladysmarquisio@adinet.com
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Profesora de Literatura, egresada del IPA, Lanus 6027, tel. 3201221, andretxenlo@adinet.com
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Su suicidio fue elaborado minuciosamente en avisos previos, diarios, cartas y finalmente se
produjo el 28 de noviembre de 1969, aunque su agonía se extendió hasta el 2 de diciembre, casi un
año después de haber iniciado la novela, donde anticipaba desgarradoramente en sus primeras
páginas: “En abril de 1966, hace ya algo más de dos años, intenté suicidarme. En mayo de 1944,
hizo crisis una dolencia psíquica contraída en la infancia y estuve casi cinco años neutralizado
para escribir (...) En tantos años he leído sólo unos cuantos libros. Y ahora estoy otra vez a las
puertas del suicidio. Porque, nuevamente, me siento incapaz de luchar bien, de trabajar bien. Y no
deseo, como en abril del 66, convertirme en un enfermo inepto, en un testigo lamentable de los
acontecimientos” (Arguedas, 1971: 11) . Puso fin a su vida de un disparo en la sien, en el claustro
de la Universidad de San Marcos de Lima, de la que era catedrático de Antropología.
El libro consta de tres diarios y de un “¿último diario?” en el cual el autor hace el balance
final y decide su muerte. La relación entre diarios y novela es más interna que ficcional: el autor
escribe los diarios cuando la depresión o la angustia profunda que padece le impiden continuar la
novela. El primer diario comienza con la decisión de matarse. Ya en el segundo diario el autor ha
aplazado el suicidio porque tiene una novela entre las manos. En el tercer diario declara que la
asfixia detiene a la ficción. En el ¿último diario? da por concluido el proceso.
Los zorros del título son personajes míticos de leyendas indígenas (de arriba, huanan, sierra
y de abajo, urin, de la costa). Arguedas los ingresa a la narración de dos formas: por “La
interpolación de diálogos explícitos entre los dos y la transformación de ciertos personajes que,
sin dejar de ser personajes en el sentido tradicional del término, asumen la condición de zorros en
determinadas escenas. Los zorros poseen a estos personajes, los transforman, variando a veces
hasta sus cuerpos, en una suerte de espiral intensificatoria que culmina en cantos y danzas y que
suscita, además, la modificación mágica del paisaje circundante” (Cornejo Polar, 1973). El nivel
mítico es también materia de reflexión en los diarios. Allí se menciona reiteradamente a los zorros
y con frecuencia se los enlaza a la meditación central, esto es, a la posibilidad o imposibilidad de
continuar la escritura: “¿a qué habré metido estos zorros tan difíciles en la novela? (segundo
diario); “Estos zorros se han puesto fuera de mi alcance; corren mucho o están muy lejos. Quizá
apunté a un blanco demasiado largo o, de repente, alcanzo a los zorros y no los suelto más”
(tercer diario) “Pretendía un muestrario cabalgata, atizado de realidades y símbolos, el que miro
por los ojos de los Zorros desde la cumbre de Cruz de Hueso adonde ningún humano ha llegado ni
yo tampoco.” (¿último diario?).
Si aceptamos que “la ficción está rodeada por las fronteras de lo sagrado, de la realidad y
de la representación” (Garrido Domínguez, 1997) , descubrimos en “El zorro de arriba y en el
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zorro de abajo” tres abismos: un abismo mítico (los zorros); un abismo ficcional (el relato) y un
abismo personal (el desgarramiento y finalmente el suicidio del propio Arguedas). Se forma así una
estructura prismática con tres niveles distintos: uno, novelesco, presenta la caótica realidad
Chimbote, una ciudad-puerto que en pocos años crece bajo el imperio de la industria de la harina
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