EL INFLUYENTE
Enviado por Pedro Francisco Caña Tubac • 21 de Agosto de 2016 • Apuntes • 1.009 Palabras (5 Páginas) • 220 Visitas
EL INFLUYENTE
Autor: Nicolas Cocaro
Desde antiguo, en lo oficial y en lo privado, el influyente ha crecido en prestigio y también en desprestigio. Ganó, en su condición de puente, entre las oficinas de trámites y el sufrido postulante que no es atendido, o es pospuesto, en la solución de sus asuntos. Perdió prestigio, pues otros sin habilidad, poco duchos, rebajan esta ocupación escrutadora y persuasiva y de marcados intereses.
Pero, con qué sigilo, con cuántas mañas se mueve el influyente entre expedientes, folios, tazas de café y funcionarios vanales o no. Es dadivoso –resulta más elegante y menos patética esta palabra que la otra popular- con el ordenanza y el empleado de menor categoría para que le indiquen cuál es el camino para lograr una solución determinada.
Dispone de chucherías y bagatelas de poco valor para las empleadas de los ministerios o para los postergados, que aceptan y sonríen cuando las reciben, como los aborígenes cuando tomaban con ingenuidad la desconocida espada por el filo y se lastimaban. Así le facilitan al influyente datos sobre movimientos de expedientes o la manera de persuadir a un jefe remiso, empacado, para que le resuelva una cuestión pendiente o un pleito en los tribunales.
Tanto en el ámbito mediterráneo como en el ámbito de América, los influyentes se abren camino entregando regalos o, en otros casos, comisiones más o menos discretas, más o menos encubiertas. Estas recompensas son propinas misérrimas al lado de los sobornos millonarios que a menudo se descubren en muchos países. Llámense comisiones, mencióneselas con la denominación despreciable de “mordida” o con la palabra “coima”, más conocida, más atrayente que un imán. “Coima” se denominaba en el lenguaje hispano, relacionándola con el garito. Sin embargo está vigente en América.
No, claro, no son corruptos todos los funcionarios. Tampoco todos los empleados de reparticiones oficiales o de empresas privadas. Muchos entran en este juego tentador, crónico, rutinario, persistente. Desde la época colonial, cuando se trata de solucionar los pleitos o se busca el resultado de un expediente, se recurre, cuándo no, al influyente, que ofrece dádivas mientras recibe jugosas recompensas.
El influyente suele ser un hombre extremadamente pulcro en el vestir, simpático, insinuante, suelto en el hablar, chispeante, poseedor de un bagaje de cuentos de salón y de los otros que, antes, hacían sonrojar y que ahora los repiten abierta y burlonamente las mujeres. Además, en su portafolio lleva pañuelos, remedios, pastillas, cajetillas de cigarrillos, anillos y colgantes de fantasía, frascos de perfume, la infaltable caja de bombones; en fin, todo lo que atrae y tiene sugestión sobre las empleadas y sirve de tentación a los empleados que piensan en el obsequio para sus amigas. En algunos casos, se lo sabe por experiencia, comienza así la corrupción más devoradora. A menudo se queda en estas miserables y buscadas migajas, que rebajan y no benefician al que las recibe.
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