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EL ISLAM, EL OCCIDENTE Y EL MUNDO WALLERSTEIN


Enviado por   •  19 de Mayo de 2016  •  Resumen  •  2.956 Palabras (12 Páginas)  •  192 Visitas

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MODULO 3

EL ISLAM, EL OCCIDENTE Y EL MUNDO

WALLERSTEIN

Las religiones mundiales son tres- el judaísmo, el cristianismo y el islam- y tienen sus orígenes históricos en una misma y muy pequeña región del mundo. Como resultado de que fueron conquistados y de que sus Estados terminaron siendo destruidos, a los judíos se los reubico en Egipto, en Babilonia, en Occidente y en muchas zonas del mundo. En el siglo XX muchos judíos regresaron y se creó el Estado de Israel.

Los cristianos cortaron sus lazos con la comunidad judía. Tres siglos después, el cristianismo ya se había convertido en la religión estatal del imperio Romano. La construcción del sistema-mundo moderno supuso la llamada expansión de Europa, una expansión que fue al mismo tiempo militar, político, económico y religiosa. Los misioneros cristianos se esparcieron por el mundo.

Seiscientos años después que el cristianismo, el Islam apareció en la misma región de origen. A pesar del hecho de que las tres religiones son mundiales en su alcance y en sus pretensiones, tendemos a pensar y a hablar del cristianismo como “Occidente” y del Islam como “Oriente”. Son dos civilizaciones antitéticas, que viven en un conflicto geopolítico de largo plazo.

En la Edad Media el cristianismo y el Islam tenían influencia en grandes zonas mas o menos colindantes. Cada una parecía considerarse a si misma como una unidad cultural enfrentada fundamentalmente con la otra. Las razones se encuentran en la idea de que cada cual encarna la totalidad de la única verdad posible y también en el hecho mismo de que ambas se habían originado en la misma pequeña región. Parte del conflicto era un pleito intrafamiliar sobre la herencia y la verdad.

Este conflicto tuvo otra faceta, menos relacionada con las ideas que con los recursos y el poder. En el ir y venir de las conquistas es cierto que el mundo cristiano y el mundo islámico lucharon por el control de enormes extensiones de tierra-sus recursos y poblaciones- y que el otro, para cada uno, representaba mayor amenaza militar.

Todo lo anterior monto la escena para el sistema-mundo moderno, en la que apareció una economía-mundo capitalista en Europa occidental. El núcleo de este sistema era europeo occidental y cristiano. Europa en los siglos XVI y XVII tendió a saltar por encima del mundo islámico. Los poderes europeos se dirigieron hacia el Occidente, creyendo que iban a la India pero en su lugar dieron con América.  

Si vemos la historia del sistema-mundo moderno desde sus inicios en el largo siglo XVI hasta el comienzo del XX, observaremos que unas veces el dominio europeo asumió la forma de un gobierno colonial directo y otras asumió una forma más indirecta una forma que ocasionalmente se ha calificado como la del establecimiento de semicolonias, con lo que se hace referencia a cierta subordinación económica mezclada con intrusiones político-militares que no llegaron a establecer un gobierno imperial.

El conflicto político mas feroz con Europa en el siglo XX ha venido precisamente de las tres regiones que solo fueron “semicolonizadas”: la Unión Soviética., la Región Popular China (y Corea del Norte) y el “Islam”. En el imaginario del discurso europeo se ubica a los demonios como: el comunismo, la amenaza amarilla, el terrorismo islámico. Hoy en día el demonio del comunismo parece como un recuerdo histórico y China, un amigo difícil pero cultivado. Queda el terrorismo islámico: un demonio muy discutido y muy temido en Occidente.

Durante ya varias décadas ha habido importantes movimientos sociales y religiosos en los países islámicos, etiquetados con frecuencia como “fundamentalistas islámicos”. En los países islámicos a estos movimientos se les conoce más bien como “islamitas”. El “fundamentalismo islámico” o “integrismo” se convirtió en la etiqueta que se coloco sobre los grupos del mundo islámico que sentían que las opiniones y practicas modernas haba hecho extraviarse a los fieles y que pedían una vuelta a las opiniones y a las practicas más antiguas, más puras, mas correctas. Los historiadores de las ideas religiosas casi siempre han señalado que los grupos “fundamentalistas” nunca representan con toda exactitud las supuestas creencias y practicas más antiguas.

En el siglo XX no solamente hemos tenido “fundamentalistas” cristianos e islámicos, sino también versiones judías, hindúes y budistas y todas aquellas parecen compartir ciertas características comunes: el rechazo a las tendencias “modernistas”, secularizadoras, dentro del grupo; la insistencia en una versión puritana de la práctica religiosa; una celebración de la integridad de la tradición religiosa y su eterna validez inmutable. Pero comparten una segunda característica, incluso con sus versiones cristianas: la oposición a las estructuras de poder dominantes del sistema-mundo moderno.

La economía-mundo capitalista es un sistema histórico que ha combinado una división axial del trabajo integrada por medio de un mercado mundial menos que perfecto en su autonomía. En el siglo XIX emergieron en el interior de este sistema una serie de movimientos antisistemicos que se basaban en los intereses de los grupos oprimidos dentro del sistema. El objetivo que se plantearon estos movimientos fue transformar el sistema en algo distinto en algo más democrático y más igualitario. Asumieron dos formas principales: la de movimientos sociales  que se había dividido en socialmente demócrata  y comunista y los movimientos nacionales. Ambas variedades del movimiento social sostenían representar los intereses de las clases trabajadoras. Ambos eran distintos a los movimientos nacionales que se daban dentro de los “imperios” que hablaban a nombre de “pueblos” cuya identidad nacional no estaba reconocida y que buscaban crear Estados Nacionales.  

Hay dos asuntos que es preciso observar sobre este notable surgimiento político de los movimientos antisistemicos. Se dio en el momento mismo en que el poder de Estados Unidos en el sistema-mundo estaba en su cúspide y por tanto a la hora en la que las fuerzas pro sistémicas estaban más coordinadas, mas integradas y presumiblemente más fuertes. En segundo lugar todos estos movimientos habían realizado la fase uno de la estrategia- se había hecho del poder del Estado- y así al tomar el poder, fue posible juzgar hasta que punto eran capaces de lograr los cambios prometidos como fase dos de su anunciada estrategia, la transformación del mundo.

La revolución mundial de 1968 constituyo la reacción del mundo a esta realidad doble. Los revolucionarios condenaron al primer actor, EEUU por opresivo y condenaron al segundo actos, los movimientos de la Vieja Izquierda por su incapacidad como movimientos opositores al proyecto hegemónico, si no es que por su colusión real con ese mismo proyecto.

Desde el punto de vista de 1968 el mundo se volvió a mirar la historia de una lucha antisistemica que en la imaginación popular se remontaba hasta la Revolución francesa. Los principales elementos en esta memoria eran:

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