EL PLAGIO EN LA ACADEMIA
Enviado por Rocio_a • 7 de Diciembre de 2018 • Ensayo • 1.182 Palabras (5 Páginas) • 104 Visitas
EL PLAGIO EN LA ACADEMIA
Hablar de valores y responsabilidad social, se ha vuelto una temática muy frecuente en los diversos espacios que implican: la toma de decisiones, la interacción con otras personas, el manejo de fondos, la idónea utilización de la información, etc., es decir, hoy por hoy, más allá de convertirse en una temática “de moda”, que está presente “como ausencia” en los diversos estados del actuar humano, no sólo por la poca vivencia y evidencia de los mismos, sino, como una urgente mirada introspectiva, que comporta un actuar en consecuencia, con aquello que nos hace verdaderamente personas, en el sentido profundo de la expresión, ya que la vivencia de éstos valores son un eje transversal de todo el actuar humano, a modo de una sabia nutriente que da vida y sentido, al ser y hacer del hombre.
El ámbito intelectual y de formación profesional en los distintos claustros de estudio, no se ha visto ajeno a las tensiones morales que se pueden desarrollar en el ejercicio de la academia; situación que actualmente se ha visto “favorecida”, por la excesiva cantidad de información disponible con un par de “clics”; doy por descontado el discurso sobre la información en sí misma, que sabemos no es ni positiva, ni negativa, no así el uso que se haga de ésta.
El presente ensayo, pretende abarcar de manera puntual, el Plagio en la Academia, haciendo una breve referencia al papel de los denominados códigos éticos y deontologías profesionales, que han desembocado incluso, en la generación de cuerpos jurídicos, cada vez más severos, en función del castigo y condena del plagio, y no en la defensa de la búsqueda de la verdad, como razón última de la tarea académica. Tomando en consideración a Cabanellas (2005) quien define “Plagio: … copia o imitación que no confiesa el modelo o el autor seguido”. (p. 297) y también, a la Real Academia Española define “Plagiar: Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias” (Diccionario de la Lengua Española, 22da. ed.), el plagio constituye la atribución a uno mismo de la propiedad intelectual de una producción ajena, sea esta total o parcial, lo que significa una grave falta a la justicia y a la verdad; más allá de la profundidad, novedad o veracidad del contenido, el sólo hecho de atribuírselo a uno mismo, ya es “en sí” una transgresión dolorosamente hiriente.
En el ámbito de los estudios académicos, el plagio consiste con frecuencia, en la inclusión de un fragmento en alguna elaboración que se presenta como propia, sin la correspondiente referencia de “citación” de la fuente, haciendo de este modo que todo cuanto se señala en dicha “obra” aparezca como producción propia, el plagio académico, no se limita a las tareas o “trabajos intelectuales” escritos, sino que, tiene una gama multiforme de expresiones, como el plagio en un examen, en un reporte, en la exposición de una idea innovadora, el llamado ciber-plagio, etc. El plagio no únicamente es de los estudiantes, éste está tan expandido, que incluso dentro de los mismo docentes y autoridades académicas se han podido contar innumerables hechos, basta mencionar ciertos apuntes, notas o módulos, que se entregan a los estudiantes, sin que en ellas consten las fuentes de tales producciones; en nuestro país, cito como ejemplo, el sonado caso del año 1997 de la Ministra de Educación, Sandra Correa.
Esta “cultura del engaño” en la que nos desenvolvemos parecería tener más tentáculos de los imaginables, donde subsiste a la base el concepto y la vivencia de la moralidad. En el libro Deontología Jurídica de Gómez se manifiesta que:
Todos entendemos por moralidad la regulación de los actos humanos de acuerdo a algunos criterios, normas o leyes. De cualquier acto humano –es decir, de los actos que el hombre realiza con conocimiento y con libertad- se espera que se ajusten a algún criterio. La moralidad se refiere siempre a los actos libres del hombre (ya que la libertad implica un previo conocimiento). (p. 21)
Evidentemente todos rechazamos el engaño, a nadie le gusta verse engañado, o sentirse engañado, sin embargo, las evidencias no sólo en materia académica, sino en todo nivel del quehacer humano arrojan alarmantes indicios de ser una realidad que carcome los cimientos de la sociedad. Situación que tiene su particular interés en el ámbito educativo, pues traiciona el ideal, que desde época de los grandes pensadores griegos, se fue constituyendo en torno a la búsqueda del conocimiento, a la búsqueda de la profunda filosofía, entendida como un amor a la sabiduría, una búsqueda del saber profundo, de la verdad última de las cosas; la construcción del saber, no puede estar hecha sobre castillos de naipes, no puede sostenerse en el fraude. El profesional moderno, si quiere serlo en realidad, ha de exigirse a si mismo un actuar inspirado en una moralidad integra, descartando toda posible ocasión de incurrir en el plagio, pues se traiciona a sí mismo, y sin la verdad, el mundo de la mentira, se vuelve el peor de los escenarios para existir.
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