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EL PRINCIPE DE MAQUIAVELO


Enviado por   •  29 de Marzo de 2013  •  965 Palabras (4 Páginas)  •  400 Visitas

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La obra nos dice que el gobernante antes que amado debe ser temido, respetado, ha de valerse de la fuerza, ejércitos propios que le brinden seguridad no solo frente a otros principados, sino también frente a sus propios gobernados, la fuerza, la violencia son medios idóneos para asegurar la estabilidad, la permanencia en el principado o gobierno.

Virtudes como, la castidad, la bondad, la honestidad, templanza, serían deseables en conjunto, en cabeza de un príncipe o gobernante, infortunadamente, la naturaleza no permite que las mismas residan en un solo gobernante.

Un gobernante ha de mantener una imagen fuerte, robusta, frente a sus administrados, incluso los vicios, como la avaricia, la rapiña, astucia malsana, son en algunos casos fortalezas que permiten mantenerse en el gobierno.

El Príncipe, él debe extraer las premisas necesarias para desenvolverse en un mundo cambiante. El éxito de un soberano radica en tomarle el pulso a las situaciones, valorarlas y armonizar su conducta con la dinámica inherente a ellas.

Son las necesidades las que impondrán una respuesta.

La política es el arte de el príncipe o gobernante en cuanto tal. Y el príncipe, en cuanto conquistador y dueño del poder, en cuanto encarnación del Estado, está por principio ( y no por accidente) exento de toda norma moral. Lo importante es que tenga las condiciones naturales como para asegurar la conquista y posesión del poder.

Dos cosas ha de temer el príncipe son a saber: 1) en el interior de su Estado, alguna rebelión de sus súbditos; 2) en el exterior, un ataque de alguna potencia vecina. Se preservará del segundo temor con buenas armas, y, sobre todo, con buenas alianzas, que logrará siempre con buenas armas.

Sin embargo, con respecto a sus gobernados, aun en el caso de que nada se maquine contra él desde afuera, podrá temer que se conspire ocultamente dentro. Pero esté seguro de que ello no acaecerá, si evita ser aborrecido y despreciado, logra la ventaja esencial de que el pueblo se muestre contento de su gobernación.

Por consiguiente, uno de los más poderosos preservativos de que contra las conspiraciones puede disponer el soberano, es no ser aborrecido y despreciado de sus súbditos, porque al conspirador no le alienta más que la esperanza de contentar al pueblo, haciendo perecer al príncipe. Pero cuando tiene motivos para creer que ofendería con ello al pueblo, le falta la necesaria amplitud de valor para consumar su atentado, pues avizora las innumerables dificultades que ofrece su realización.

La experiencia enseña que hubo muchas conspiraciones, y que pocas obtuvieron éxito, porque, no pudiendo obrar solo y por cuenta propia el que conspira, ha de asociarse únicamente a los que juzga descontentos. Mas, por lo mismo que ha descubierto a uno de ellos, le ha dado pie para contentarse por sí mismo, ya que al revelar al príncipe la trama que se le ha confiado, bástale

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