EL RATÓN DE LAS OREJAS.
Enviado por Arian Galeer • 5 de Junio de 2016 • Ensayo • 400 Palabras (2 Páginas) • 129 Visitas
EL RATÓN DE LAS OREJAS
Cuando era pequeño creía que de un momento a otro se me caerían las orejas, igualito que los dientes de leche y que el ratón vendría por lo suyo. Eso era bueno porque me crecerían nuevas y, con ellas, podría escuchar esas conversaciones prohibidas para los niños. Sin embargo, los años se van encimando uno sobre de otro y, con ellos, uno comprende que es necesario aferrarse a cada parte del cuerpo, pues, al final, vivir no es otra cosa que evitar desbaratarse.
Entonces, de forma desesperada, procuras esconder las orejas entre poesía, música, hisopos de algodón o la tela de una almohada para protegerlas de ese ratón que lleva por nombre Discurso, el que extirpa la niñez y, en su lugar, nos deja un par de antenas de cartílago, llenas de manías y de experiencias dolorosas, cuajadas bajo las patillas.
Si el roedor gana —y no es que pueda ser de otro modo— todas las palabras de la madurez adquieren el color de la tristeza, incluso aquellas por las cuales vale la pena cerrar los ojos como: te amo, sueña, sigue adelante; mismas, que a través de las nuevas orejas de adulto se traducen en: te amo porque dependo de ti, sueña pero no en cosas imposibles, sigue adelante sin olvidar que sobre el lomo cargas tu miseria.
Un geógrafo griego llamado Estrabón, cuenta, que en uno de sus muchos viajes por el mundo conoció un pueblo de hombres que dormían sobre sus orejas, y es que eran tan largas que las arrastraban por el suelo. Ignoro la existencia de ese lugar; sin embargo, la vida de seres tan orejones no podría ser agradable puesto que, protegerse de los gritos del mundo resultaría una labor arto complicada.
Ahora bien ¿Y si amatáramos al ratón que tanto daño le hace a la humanidad? O mejor ¿Si comprendiésemos que el roedor somos nosotros? Sí, es uno quien se cambia las orejas una y otra y otra vez hasta conseguir que las palabras del otro pierdan su valor cuando nos tocan.
Utilizamos el conocimiento para tapar nuestros oídos y, de la manera más ingenua, nos engañamos con la creencia de haber confeccionado un filtro tan eficaz para defendernos del dolor que ignoramos por completo que su material no es otra cosa que prejuicios.
Si, escuchaste bien, es de esa manera como nace un adulto quien, de frecuentes mudas auditivas queda sordo.
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