EL SILENCIO EN LA LITURGIA
Enviado por Misael Galvan • 11 de Abril de 2016 • Apuntes • 1.112 Palabras (5 Páginas) • 246 Visitas
❧ EL SILENCIO EN LA LITURGIA ❧
- Introducción. Al presentar estos temas de liturgia, es la intención de la Comisión Diocesana de Liturgia, ayudar a “renovar”, como lo desea el Santo Padre, la celebración de nuestras misas. Después de 25 años del Misal renovado por el Vaticano II, hay tantos errores que se han deslizado en nuestras celebraciones, y sobre todo la rutina que opaca el sentido profundo de los textos y signos litúrgicos.
La renovación depende sobre todo de los principales responsables de la Pastoral Litúrgica: en primer lugar los Obispos y sus colaboradores inmediatos, los Vicarios Episcopales, los encargados diocesanos de Liturgia y formadores de Seminarios y casas de formación. Ojalá no se quede relegado en el olvido; estas orientaciones pueden utilizarse para la formación de los equipos litúrgicos, y sobre todo para la “formación permanente” de los presbíteros que presiden la Asamblea eucarística; de ellos depende en gran parte la vitalidad de la Iglesia, ya que “la Eucaristía edifica la Iglesia”.
Se notará que no denunciamos sistemáticamente los defectos o errores, sino que tratamos de exponer el “deber ser”, motivándolo y ayudando a descubrir el sentido profundo del lenguaje simbólico de los ritos y signos, vehículos de la fe: “creer para celebrar, celebrar para vivir cristianamente”
1. Hacer Silencio: Es común oír, en el lenguaje de la gente de nuestro pueblo, las expresiones: “decir una misa” o “hacer una misa”. Expresiones que se escuchan mal entre nosotros que estamos acostumbrados a usar la palabra “celebrar” la Eucaristía. La palabra “decir” es la menos apropiada: quizás alude a la abundancia de palabras que se pronuncian en la misa, mientras la palabra “hacer” alude más bien a los ritos, a las ceremonias...
Sí, la misa es más bien del orden del “hacer” que del “decir”: “Hagan esto en memoria mía”... Hasta se dice “hacer silencio”... Y es cierto que tenemos un vicio muy arraigado… que en nuestras celebraciones queremos explicarlo todo, tenemos miedo al silencio como si fuera un vacío, un “bache”, y queremos llenarlo con palabras o con cantos como si éstos fueran “tapa-hoyos”...
Si queremos renovar nuestras celebraciones, en necesario redescubrir la importancia del silencio, practicarlo nosotros mismos los ministros, los feligreses, como expresión de nuestra vida interior, y darle su lugar, sobre todo en los momentos previstos por las normas.
El silencio es lo que permite oír otra voz, otra lengua, otra música que se esconden detrás de él. Es una invitación a ponerse en escucha de una palabra de vida, en una humilde actitud de oración. En liturgia, es la invitación que hace el sacerdote cada vez que dice “Oremos”: el silencio que sigue se llena de nuestros deseos, de nuestras intenciones, de nuestras peticiones.
La cualidad del silencio se mide a la cualidad de las palabras o de los cantos que lo preceden. Hacer silencio después de una obra de Mozart o de Bach... es seguir escuchando la música que continua resonando en nuestro interior como si fuéramos contagiados por ella.
Pasa lo mismo en liturgia: un texto bien proclamado, bien sentido, bien vivido se prolonga casi automáticamente por un tiempo de silencio que es el tiempo del recogimiento y de la meditación. Silencio que permite al texto resonar en lo profundo de nuestros corazones. Silencio que no se confunde con una ausencia de toda sonoridad: funciona mucho más como un especie de “pausa celebrativa” necesario para la comprensión y asimilación de la Palabra escuchada.
2. El Silencio en la Celebración: En la liturgia, hacer silencio no significa hacer el vacío. Se trata más bien de una participación activa del fiel que se asocia, de una manera peculiar, al misterio que celebra. Hacer silencio, no es quedarse mudo, no es ser reducido a asistir pasivamente a la acción litúrgica, como si nos fuera extraña; es consentir y adherir a una Palabra escuchada y comulgar a una oración compartida.
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