ENSAYO DE TUNGSTENO
Enviado por lcsa • 5 de Octubre de 2014 • 2.101 Palabras (9 Páginas) • 414 Visitas
ENSAYO DE LA OBRA EL TUNGSTENO.
¿El poder económico en su obra?
El poder económico como instrumento de marginación, manipulación y explotación. Vallejo nos relata como la empresa extranjera “Mining Society” llegaba a establecerse en la ciudad de Quivilca, principal asiento minero del Perú de esa época, para explotar el Tungsteno y afianzar su imperio económico valiéndose de todos los medios y modos que le da el poder del dinero, violando los derechos humanos y los derechos de los trabajadores.
¿Quiénes representan el poder económico?
Míster Taik y Míster Weiss son los norteamericanos que representan, como lo dice Vallejo, a los intereses de los “Yanquis”.
¿Cómo se emplea el poder económico?.
Este poder económico se usa para tener buenas “relaciones o influencias” con los representantes del gobierno y tener en sus manos a los, “Principales o notables” del pueblo como: el subprefecto, alcalde, el juez, cura, comisario, médico, hacendados, comerciantes. José Marino es el engranaje principal de esta maquinaria de poder, de explotación, de injusticia y corrupción, que Vallejo denuncia en sus páginas. José Marino, comerciante próspero, que de la noche a la mañana se enriqueció gracias a su “cinismo excepcional” y a la mano benefactora de los “Gringos” y de las autoridades del lugar que avalaron su enriquecimiento ilícito a través del engaño y robos descarados a la gente del pueblo. Era el principal proveedor de la “peonada” explotada en las minas, a quienes contrataba por míseros sueldos o los obligaba ir a trabajar a las minas por deudas contraídas con él. El subprefecto Luna llegó al cargo gracias a la influencia de la “Mining Society”, cuya finalidad era que la policía (gendarmes), a través de la represión, apoye el reclutamiento de peones para la mina. Alcalde Parga, de Colca, llegó al cargo por las influencias de Míster Taik y Míster Weiss. El mismo lo decía cuando estaba borracho: “¡Yo soy todo de los Yanquis! ¡Yo se lo debo todo! ¡La alcaldía! ¡Todo! ¡Son mis patrones! ¡Son los hombres del Colca!”. La Iglesia, también, formaba parte de esta maquinaria bajo el poder de los norteamericanos. El mismo cura exclamaba con desparpajo: “¡Los gringos son los hombres! ¡Ellos son los que mandan! ¡Yo he visto al mismo obispo agacharse ante míster Taik! ¡El obispo quería cambiar el cura de Canta, y míster Taik se opuso, claro, monseñor tuvo que agachársele!”… cómo el poder del dinero corrompe y quienes deben velar por el bienestar de los pobladores, se arrodillan ante el poder de la plata, pierden la sensibilidad social, pierden la dignidad de ser humano y muestra una actitud sumisa, servil, hipócrita. A ellos les interesa vivir bien: comer bien, beber bien, disfrutar de orgías desenfrenadas y poco les importa lo demás: los pobres, los desposeídos, los obreros. Son personas que no quieren a su patria y gritan descaradamente “Viva los Estados Unidos” “Vivan los norteamericanos”.
¿El poder político en el Tungsteno?
El poder político es manejado desde las altas esferas del gobierno. Es el presidente quien nombra a las autoridades políticas y judiciales del territorio peruano y en algunos casos, influencias en el nombramiento de los párrocos y obispos, quienes eran aliados del poder político. Estas autoridades, nombradas antidemocráticamente: Alcalde, gobernador, cura y juez, subprefecto, prefecto eran los instrumentos serviles del gobierno que velaba por los intereses de los capitales extranjeros, como la “Mining Society”, empresa minera norteamericana, que saqueaba las riquezas del suelo peruano sin importarles la integridad física de las personas que trabajaban en las minas, los bajos sueldos, las condiciones inhumanas de trabajo; los actos de injusticia, como el encarcelamiento, el castigo feroz a látigo, los crímenes y la impunidad ante todos los actos que lesionaban los derechos humanos.
¿Cuál es la visión de justicia que nos presenta “El Tungsteno”?
Vallejo nos plantea una cruda realidad: la explotación del hombre por el hombre; la justicia, ancha para unos y angosta para otros; leyes inhumanas y a favor de algunos privilegiados y los representantes de la justicia como simples marionetas manipulados por el poder político y económico.
“La peonada”, como le llama Vallejo, encargada de la extracción del mineral recibía un “salario muy bajo” por su trabajo que no recompensaba al esfuerzo y riesgo vida de los trabajadores que laboran desde el amanecer hasta el anochecer, trabajaban toda la noche, incluso los feriados. Lo más descabellado, era obligarles a trabajar contra su voluntad; valiéndose del sistema de “enganche”. José Marino aprovechaba de la necesidad e ingenuidad de los pobladores; les facilitaba productos de su tienda a precios de usura y hacía que éstos se endeuden y al no poder pagar la deuda, los obligada a firmar un contrato para que trabajen en las minas. Por lo que, “la deuda del obrero es coercible por la fuerza– dice “El Tungsteno” – como si se tratara de un delito… El obrero es perseguido por las autoridades como un criminal. Una vez capturado, y sin oír defensa alguna de su parte, se le obliga, por la fuerza, a prestar los servicios prometidos. Es en pocas palabras, el sistema de los trabajos forzados”. El apuntador, uno de los personajes de la obra, dice: “Usted y Rubio fueron los primeros con el coche Marino, en quitarles sus chacras, sus animales y sus granos a los soras robándoles y metiéndoles después en la mina, para hacerlos morir entre las máquinas y la dinamita, como perros…” y ¿La justicia que hacía al respecto? Nada, simplemente nada.
Otro de los casos que nos presenta Vallejo, es la violación y crimen de Graciela, “La Rosada”, una chichera de Quivilca, a quien la apuestan a los dados, como si fuera un simple objeto. Se arma una juerga con la indefensa mujer y la violan aquellos degenerados presentes en esa orgía. “La Rosada fue violada, como lo dice la obra, “por orden de jerarquía social y económica”: Los patrones míster Taik y Weiss, el comisario Baldezari, el cajero Machuca, el ingeniero Rubio y el profesor Zavala, causándole la muerte. Todos fueron culpables de esta muerte, entre ellos se encubrieron y con una hipocresía sin límite, “iban en primera fila del cortejo fúnebre”, sin ningún remordimiento y la justicia fue muda, ciega y dejó impune este alevoso delito de violación y crimen.
Los enrolados y los conscriptos. Cómo puede leyes tan injustas, como la Ley del Servicio Militar Obligatorio que consignaba que los “Enrolados (peruanos que no cumplieron con inscribirse en el registro del Servicio
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