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El Artista Menos Reconocido En La Historia.


Enviado por   •  24 de Octubre de 2012  •  2.007 Palabras (9 Páginas)  •  500 Visitas

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El artista menos reconocido de nuestros días

Arte es una habilidad que el hombre y/o mujer desarrolla por medio del estudio, la observación o la práctica. No obstante, piense en esto:

¿Cuál es la escena más hermosa que ha contemplado jamás? ¿Una puesta de sol tropical, unas montañas nevadas, un paisaje desértico en plena floración, un colorido bosque en toda su belleza otoñal?

Casi todos conservamos gratos recuerdos de algún momento especial en el que la belleza de la Tierra nos cautivó. Si las circunstancias nos lo permiten, nos gusta pasar las vacaciones en lugares paradisíacos, y tratamos de captar en fotografía las escenas más memorables.

Cierto, hay quienes afirman que en la naturaleza no hay nada que pueda llamarse arte, que el arte requiere la habilidad creativa del hombre y la interpretación que este le dé. Pero esta definición de arte quizás es demasiado restringida. ¿Qué es exactamente el arte?

Las majestuosas secuoyas de California, los extensos arrecifes coralíferos del Pacífico, las imponentes cataratas de las pluviselvas y las magníficas manadas de la sabana africana son, de muchas maneras, de mayor valor para la humanidad que la “Monna Lisa”. De ahí que la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) haya declarado el Parque Nacional Redwood (E.U.A.), famoso por sus secuoyas rojas, las Cataratas del Iguazú (entre Argentina y Brasil), la Gran Barrera de Arrecifes (Australia) y el Parque Nacional del Serengeti como parte del “Patrimonio mundial” de la humanidad.

Pero no hace falta visitar un parque nacional para observar habilidad creativa. Un ejemplo superlativo de dicha habilidad lo tenemos en el propio cuerpo humano. Los escultores de la antigua Grecia consideraban la figura humana como el arquetipo de la excelencia artística, y trataban de representarla con la mayor perfección posible. Con el conocimiento que tenemos hoy día sobre el funcionamiento del cuerpo humano, podemos apreciar aún más la consumada habilidad que se manifiesta en su creación y diseño.

Observe la exquisita belleza de los dibujos que presenta la temblorosa cola desplegada del pavo real, los delicados pétalos de una rosa o los veloces movimientos de ballet que realiza un brillante colibrí. Desde luego, todo el talento artístico evidente en esos ejemplos merecía la calificación de arte aun antes de que alguien lo plasmara en un lienzo o una película. Un escritor de National Geographic, intrigado por los filamentos color azul lavanda de una flor de la familia de las tacáceas, preguntó a un joven científico para qué servían. La respuesta que recibió fue muy sencilla: “Ponen de manifiesto la imaginación de Dios”.

En la naturaleza abundan los ejemplos de habilidad e imaginación creativa, y estos han sido una constante fuente de inspiración para los artistas humanos. El famoso escultor francés Auguste Rodin dijo: “El artista es el confidente de la naturaleza. Las flores conversan con él mediante la graciosa curvatura de sus tallos y los armoniosos colores de sus pétalos”.

Algunos artistas reconocen abiertamente sus limitaciones cuando tratan de emular la belleza natural. “La verdadera obra de arte no es más que una sombra de la perfección divina”, confesó Miguel Ángel, uno de los artistas más grandes de todos los tiempos.

La belleza de la naturaleza puede conmover profundamente tanto a artistas como a científicos. En su libro La mente de Dios, Paul Davies, profesor de Física matemática, explica que, “es frecuente incluso que ateos convencidos tengan lo que se ha dado en llamar un sentido de reverencia hacia la naturaleza, una fascinación y un respeto por su profundidad, su belleza y sutileza, no muy lejano del sentimiento religioso”.

Las obras de arte de la creación de Dios tienen una razón de ser, no son producto de la casualidad. Además de enriquecer nuestra vida, ponen de manifiesto la habilidad, imaginación y grandeza del Artista más grande, el Diseñador Universal, Dios.

“¿Por qué apasiona tanto el arte a la gente?”, preguntó el profesor Michael Leyton en el libro Symmetry, Causality, Mind (Simetría, causalidad, mente). En su obra explica que puede decirse que ciertas actividades mentales, como los cálculos matemáticos, confieren beneficios claros al hombre, pero ¿y el arte? En apoyo de su argumento, Leyton hace mención de las grandes distancias que la gente está dispuesta a recorrer para asistir a exposiciones de arte y a conciertos. ¿Qué sentido interno la impulsa? De igual modo, la gente de todas partes del mundo cuelga cuadros o fotografías para decorar la casa o la oficina. O piense en la música. A la mayoría de la gente le gusta escuchar algún estilo de música en casa o en el automóvil. ¿Por qué? Está claro que no es porque la música haya contribuido en algún tiempo pasado a la supervivencia del más apto. Leyton dice: “El arte posiblemente sea el fenómeno más inexplicable de la especie humana”.

En cualquier caso, todos sabemos que disfrutar del arte y de la belleza es parte de lo que nos hace sentir “humanos”. Un animal puede sentarse en una colina y mirar una puesta de sol, pero ¿le atrae tal belleza? A nosotros sí nos cautiva la belleza del trémulo reflejo de los rayos del Sol en un arroyo cristalino, de la asombrosa diversidad de la selva tropical, de una playa ribeteada de palmeras o de un aterciopelado firmamento tachonado de estrellas, hasta el grado de sentirnos sobrecogidos. La belleza nos conmueve el corazón y nos eleva el espíritu. ¿Por qué?

¿Por qué tenemos un deseo innato de cosas que, en realidad, contribuyen poco materialmente a nuestra supervivencia? ¿De dónde proceden nuestros valores estéticos? Si no se tiene en cuenta a un Hacedor que haya implantado estos valores en el hombre al crearlo, estas preguntas carecen de respuestas satisfactorias.

“La naturaleza es el arte de Dios.”—Sir Thomas Browne, médico del siglo XVII.

Leonardo Da Vinci, Rembrandt, Van Gogh..., millones de personas conocen estos nombres.

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